Cada mes encontramos entre 5-8 noticias con titulares que se repiten en diferentes medios de comunicación con la misma frase, “policía mata a presunto delincuente” algunas veces con la coletilla, “…. en intercambios de disparos”.

Desde hace más de 30 años que estas noticias son recurrentes independientemente del partido que gobierne, del presidente de turno, del jefe de la policía de turno…, la policía es muy coherente en mantener siempre un mismo estilo de conducta y de lógica de funcionamiento, “matar a presuntos delincuentes” y justificarlo con los supuestos “intercambios de disparos” que ya nadie cree por  las evidencias de que son ajusticiamientos.

Lo lamentable de esta conducta es su normalización, no se investiga a los agentes policiales por sus acciones criminales que entorpecen los procesos judiciales. Cuando “matan” a alguien obviamente obstaculizan y debilitan el rol que debe jugar el sistema de justicia en la investigación de los casos,  ¿se puede interpretar como una conducta de complicidad con las redes delictivas y así evitar su desmantelamiento?

El impacto de esta conducta policial trasciende al sistema de justicia y tiene efectos negativos en la población infantil, adolescente, joven y adulta.

Son recurrentes en distintas provincias del país la fascinación de la niñez y adolescencia por la Policía. Quieren “ser policía para tener un arma y matar a quien se meta en el medio”.

Cuando la Policía Nacional deje de atropellar, maltratar y acribillar a balazos a la gente justificándose desde los “intercambios de disparos” podremos afirmar que se está acercando a la reforma.

El ejercicio de poder violento que muestra la policía en los barrios los convierte en un ejemplo a seguir. Tener armas y contar con la legitimación social y el poder para eliminar físicamente a cualquier persona considerada como “supuesto delincuente” (siempre serán supuestos porque se los mata y no se les investiga) sin consecuencias, provoca el deseo de adquirir armas para adquirir “respeto” y “poder”.

Estas representaciones sociales que provoca la Policía Nacional con su accionar resultan altamente preocupantes, sus actuaciones criminales no tienen consecuencias judiciales, solo se necesita ser policía para obtener permiso de matar”.

La construcción de la violencia social desde la normalización del crimen desde un organismo que se supone que debe “erradicarlo” y “controlarlo”  incrementa el riesgo y la vulnerabilidad de la población civil a convertirse en víctima de un “intercambio de disparos”

Todos estos elementos contradicen por completo el verdadero rol que debería jugar la Policía Nacional. Se supone que es un organismo que debe velar por la seguridad ciudadana y la protección de la población lo que no es posible desde el ejercicio continuo de violencia y su modelaje social.

Los procesos de reforma policial supuestamente desarrollados en distintas gestiones gubernamentales no han logrado cambios significativos en este comportamiento y funcionamiento de la Policía Nacional.

Cuando la Policía Nacional deje de atropellar, maltratar y acribillar a balazos a la gente justificándose desde los “intercambios de disparos” podremos afirmar que se está acercando a la reforma. No por censuras a las noticias de modo que oculten sus acciones de sino porque efectivamente dejaron de violar los derechos de la ciudadanía.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY