La marea de la primera mitad del siglo XX terminó arrojando un monstruo en el panorama abigarrado y conflictivo de la lírica italiana. Ya sin las grandes figuras del novecento –como el predominio que ejercieron Montale en los años cincuenta y sesenta y Pier Paolo Pasolini en los sesenta y setenta–, la poesía se encontraba en la deriva de la pluralidad de las tendencias: medraban a la vez poetas de clima hermético, voces aisladamente personales y poéticas del experimentalismo, formuladas por escuelas como el “Grupo 63” (afincado en la vanguardia y la experimentación), o la “Poesía en Dialecto” (profundamente personalista, que propugnaba por una trascendencia por medio de la voz de las aldeas).
En los ochenta, por inercia, continuaba el maremagno, extendiéndose hasta hoy en poéticas de búsqueda importantes. Me decanto, en estas páginas, primordialmente, por las poéticas confluentes de tres autores activos y que están siendo cada vez más traducidos a nuestra lengua: Fabio Doplicher (1938), Umberto Piersanti (1941) y Luigi Fontanella (1943). El primero es fundador y director y miembros los demás de la redacción de la revista-editorial Stilb (Stilb: vocablo de la jerga de la física, proveniente del griego “stilbein” (brillar) cuyo significado es el de unidad de brillo por centímetro cuadrado con la que se mide la luminosidad de una superficie. La conceptualización del término tiene que ver con magnitudes que determinan qué fracción de la luz emitida por una fuente equis llega al ojo, y se mezcla con términos como flujos luminosos, cuerpos negros, superficies aparentes y radiaciones no visibles). Son autores que hicieron detonar en estos años los suelos de su lengua y tradición. Componen, junto a otros, los llamados “poetas de la metamorfosis”, conglomerados alrededor del magnetismo promotor del poeta-teórico-editor Doplicher, quien además es, con Piersanti, uno de los directores del Centro Internacional “Poesía della Metamorfosi”.
He aquí un poco de su historia. A raíz de un congreso celebrado en la ciudad de Fano en mayo de 1982, Doplicher publicó tres manifiestos en su revista en los que se levantaba contra el dominio, en las dos décadas anteriores, de la neovanguardia y la difusa parola innamorata, de inclinaciones dionisíacas. Ambas tendencias incluían nombres importantes: Edoardo Sanguinetti la primera, Milo De Angelis y Valerio Magrelli la segunda. Según su lúcida apreciación “desde hace un par de décadas, el personaje dominante en el escenario de la poesía es el poeta que se contempla a sí mismo: en una primera etapa, con la ironía que permitía una cierta continuidad de su rol, de su aura; luego, cada vez con mayor inquietud, a medida que el poeta se sentía (se declaraba) el único interlocutor de su propia subjetividad: así, de los excesos de un experimentalismo abstracto se ha pasado, sin ruptura, a los excesos de un enamoramiento verboso”.
Y, en líneas sucesivas, persiste en que “se ha puesto demasiado énfasis en el desapego entre poesía y realidad: la realidad no se reduce a su mera descripción, y tampoco a la dirección elegida por el individuo o el grupo; la realidad es el acoplamiento del discurso poético con la metamorfosis de los tiempos, que no es realizable por el camino de una mediación lingüística o mediante sucesivas ampliaciones de campo, sino a través de la profundización, de una búsqueda de espesor. La realidad –los mismos procesos psíquicos individuales y colectivos en acto, como aparatos de la comunicación– no es un conjunto inmóvil y la poesía no la puede captar como hace la ciencia, hipotetizando sobre lo infinitamente pequeño, los fenómenos elementales, porque la escritura es el resultado de una síntesis, es una unidad compleja. Desvanecidas las alternativas, es el momento de la confrontación en el terreno de las correspondencias, de una reconstrucción de la identidad: las dos últimas décadas han gastado definitivamente certezas y utopías, nosotros atravesamos el vacío, hemos de fundar nuevas utopías y políticas, como instrumento para poder obrar; éstos son los rostros de nuestra metamorfosis, correspondientes a los de la realidad: entre los unos y los otros pueden saltar las emociones del pensamiento, puede condensarse la poesía” (citado y traducido por Carlo Frabetti, en Tres poetas de Stilb, revista “Hora de Poesía” No. 31, 1984, Barcelona).
La poesía de la era parecía pendular en los extremos. Los argumentos de esta metamorfosis implicaban, por contra, la reinvidicación de la racionalidad y la significación. Doplicher opone a ello “la necesidad de reconquistar el orgullo de la razón” y “propone una poesía que persiga un sentido, una razón en las metamorfosis del mundo contemporáneo y en las mistificaciones de un poder cada vez más anónimo e invasor” (según Emilio Coco en El fuego y las brasas, poesía italiana contemporánea (antología), Sial Ediciones, colección contrapunto 14, Madrid, 2001).
Aquel congreso del principio de la década produjo también una importante antología que definió el camino de esta estética y cuya edición estuvo a cargo del propio Doplicher, Piersanti y Dino Zacchilli. Sus más de setecientas páginas consideraban como de la metamorfosis a poetas prácticamente de todo el espectro occidental: hispanoamericanos, austriacos, alemanes, belgas, canadienses, chinos, franceses, japoneses, ingleses, irlandeses, yugoslavos, polacos, portugueses, rumanos, españoles, estadounidenses, suecos, húngaros, soviéticos e italianos. El tomo dividía la particularidad del aliento peninsular en cuatro partes: 1) Lenguaje como transposición, 2) El espesor de la liricidad, 3) Experimentación y composición y 4) El testimonio inquieto. Como se ve, se trataba de puntualizar una atmósfera común, ni dogmática ni sectaria, pero sí bajo un aura singular. Doplicher y Piersanti antologaron luego en Il pensiero, il corpo (Stilb, Avezano, 1986. Trae fichas preparadas por Loredana Brizoli y Maria Lenti) a 63 poetas, bajo la polaridad pensamiento-corporalidad, con la que sus autores quisieron establecer la fuerza actual de la poesía escrita en su patria cuya “calidad media está entre las más altas de Europa y del mundo”, afirmación de los autores en cuya continuidad persiste Doplicher con la Antología Europea, de 1991.
Paso ahora a la particularidad escritural de cada uno. Luigi Fontanella nació en Salerno en 1943. Vive entre Roma y Estados Unidos, donde enseña lengua y literatura italianas en la State University of New York (SUNY). Ha publicado La verifica incerta (1972), La vita transparente (1978), Simulazione di reato (1979), Fabula (1979) y El surrealismo italiano (1983). Fue el primer traductor a su lengua de Los campos magnéticos de Breton y Soupault. En España ha sido incluido en diversas antologías y revistas, como Hora de poesía y Fin de Siglo. Su poesía, al decir de Carlo Frabetti, “tiene por coordenadas la dilatación del dato expresivo y una musicalidad que construye y rompe continuamente los propios ritmos: éstos son los elementos con los que el poeta se confronta, en una doble experiencia, italiana y estadounidense, donde la segunda realidad tiene por función agigantar la primera, iluminar los contornos, los del no siempre grato futuro próximo.”
Humberto Piersanti nació en Urbino en 1941, en cuya universidad enseña sociología del arte y la literatura. Hizo la película “La edad breve” en 1969, y es autor de un poema audiovisual (Sulle Cesane 1982). En poesía ha publicado La breve stagione (1967), Il tempo differente (1974), L´urlo della mente (1977), Nascere nel 40 (1981), Pasaje de secuencia (1986), e I luoghi persi (1994). La editorial barcelonesa Libros de la Frontera publicó una amplia antología suya en 1989, bajo el título de El tiempo diferente, selección y traducción de Carlo Frabetti. Dice su antólogo Coco que “Piersanti ocupa en el actual panorama poético italiano un lugar fácilmente identificable por la singularidad de su poesía. Su voz suena clara, robusta, plena, embelesando sin obstáculos al lector, describiendo sin los velos de la metáfora, pero sin incomodar nunca. La naturaleza, más que elemento dominante, debe considerarse como el centro temático unificador de su obra”.
Fabio Doplicher, por su parte, nació en Trieste en 1938 y murió en 2003. Dio a la estampa, entre otros, Il girochiuso (1970), La stanza del ghiaccio (1971), I giorni dell´esilio (1975), La notte degli attori (1980), La rappresentazione (1984), Curvano echi dentro l´universo (1985), Sonetti di Kiev (1989) y L´edera a Vill Pamphili (1989). En español se ha publicado El molino del sueño y otros poemas, con traducción y prólogo de Emilio Coco, 1991, Colección Adonais; y Se curvan ecos dentro del universo (1992), también de Emilio Coco, en Trayectoria de Navegantes, Córdoba. Fue también dramaturgo y escribió textos para la radio.
Refiere el crítico Giorgio Caproni que “en la época de los resultados inmediatos y de las efímeras clasificaciones, la poesía de Fabio Doplicher tiende decididamente a la construcción de la obra: a la búsqueda de los valores en el interior del lenguaje poético. En él está la realidad triestina y la influencia centroeuropea, pero también la exigencia viva, en la objetividad de la materia, de conseguir juntamente lo clásico y lo visionario”. Y Frabetti, dice a su vez que “Doplicher lleva a cabo una relectura de los significados, entendiendo la obra poética como construcción metafórica a la vez que emoción del pensamiento que se confronta con su tiempo. Su búsqueda lingüística liga esta verificación de una palabra significante con las funciones alegóricas que él asigna al lenguaje”.
Termino con un poema de cada uno de estos significativos escritores, para hender la masa crítica con el estilete de la lírica:
Luigi Fontanella
Por infinitas colmenas (fragmento)
Trad. de Carlo Frabetti
Comenzando siempre en un punto y hace poco
era sordo crecer primero vago y luego
más continuo acentuado yo me daba cuenta
de cómo saltaba el mecanismo de llegada la maduración
el sucesivo inmediato impulso de volverlo escrito.
El cansancio hace de espejo de la rebelión
del deseo obstinado duro como un asno
el último en morir con todas sus heridas
ganadas en el viaje pobre Baltasar,
la diferencia entre nosotros siempre ha sido
tu obstinación ignara y heroica
en su inutilidad: mi conciencia
igualmente inútil
de cada fondo tocado con la mano.
Humberto Piersanti
Asfódelo blanco
Trad. de Emilio Coco
Salen del mismo tallo más asfódelos
sus renuevos altísimos dominan
al pastor en la sombra que para su rebaño,
desde azules confines han bajado
por los lozanos campos en manadas
y a la blanca corola desmesurada el viento
no dobla, tan suave
si la mujer te invita a los asfódelos
de pronto allí se tiende, hace el amor
pero si cae un pétalo, en el vientre
deja una tira rosa como seña
nace el niño con dones, en el sueño
ve historias de mañana
y las cuenta.
Fabio Doplicher
El día sombrío (fragmento)
Trad. de Emilio Coco
El día sombrío nos une con lo divino,
pasos más allá de la tierra seca, más allá de la razón.
Pero aquel andar dentro de nosotros, que despierta
llagas y heridas y de los rosados panales de la ternura
desprende la pez, hace resonar el corazón como una concha,
trae la voz del mar.
¿Por qué en el Monasterio de Kiev los jóvenes monjes
vigorosos y orondos bajaban por siempre a una celda
donde copiando códices en la húmeda oscuridad
el día sombrío se volvía icono de la vida?
¿Por qué en el ocaso la señora de Tyn
al sol se disuelve y se transforma en un cáliz de oro
y por Staro Mesto a cada hora salen sombras del reloj?
¿Por qué en las coronas de Verghina
danzan los dioses y la naturaleza ríe?
¿Por qué debe morir un hombre feliz?
Pasos en nuestro interior, que nos desecan,
como la alta rosa roja, como el limón florecido,
dicen, de cuerpos y de plantas, por repentina enfermedad,
pero sobre aquellas huellas cada tarde
se muere la flor violeta del hibisco.