En la segunda parte, titulada Danilo en otras voces, Abil Peralta Agüero, Amable López Meléndez, Jeannette Miller, Laura Gil, Marianne de Tolentino, Myrna Guerrero Villalona, Odalís Pérez y Plinio Chahín, desde su privilegiada posición de colegas y amigos, valoran los aportes creativos de este ilustre puertoplateño y santiaguero de corazón.

Abil Peralta destaca la amplia visión y dimensión de Danicel al presentar a personajes populares como iconos de la identidad criolla. Peralta analiza su pintura "Serie newdomínica", centrada en la figura de Fefita la grande, destacando que "a partir de una mezcla de collage sobre papel y dentro del estilo Pop art, Danilo resume en torno a su figura, su persona, los golpes, heridas y cicatrices de la transculturación norteamericana sobre la comunidad dominicana de Nueva York".

Amable López Meléndez reconoce, en la Marola y Artelia, dos puntales del legado estético y cultural de Danilo. Afirma que Danicel “adquiere unos niveles axiomáticos de impecabilidad a través de la creación y apoteósica entronización de su Marola como uno de los personajes más omnipresentes, identitarios, liberales y espléndidos de las artes plásticas y visuales dominicanas de la modernidad”. De la revista Artelia refiere que “es una obra apta para la consulta de estudiantes, especialistas, curiosos y amantes del arte y la cultura visual, así como para una lectura amena por su riqueza de contenido y por el extraordinario trabajo de acopio e investigación que trasluce”.

Jeannette Miller destaca que “Danilo era un ser humano encantador. A su alegría contagiosa sumaba una excelente educación familiar y una preparación cultural que excedía nuestros límites geográficos”. Luminosa es su valoración: “En ese tiempo de guerra abierta entre arte comprometido y arte ilustrativo, Danicel crea su Marola, negra, gorda, paisana, arquetipo de la mujer popular. Marola no era solo una imagen bella y complaciente, un cromo decorativo y agradable; la Marola de Danicel presentaba el equilibrio de un dibujo limpio que conseguía la síntesis de unas imágenes con tonos elementales logrando un cromatismo casi ‘frugal’ que aportaba dignidad y una especial diferencia a sus trabajos”. Señala que “No era Matisse. No era Bidó. No era Severino. No era una figura repetida con solo el agregado de algunos detalles decorativos. Era el alma de Danilo proyectada en una imagen que honraba lo que muchos no querían ver o aceptar: la mayoritaria presencia de una negritud bella, esencial, con historia…”.

Laura Gil destaca que, en Danilo, la calidad humana y talento creativo iban a la par: “Pero tanta capacidad de trabajo, talento y creatividad, tantos dones diversos conjuntados y equilibrados con una capacidad de empatía y de diálogo, y con una generosidad como se dan en Danilo De los Santos, hicieron de su trato un privilegio para todos los que lo conocimos. Y aun un motivo de asombro y de gratitud”.

Marianne de Tolentino, en varios artículos publicados en la década de los ochenta, en su sesión crítica del Listín Diario, nos revela a la Marola como el leitmotiv fundamental de Danicel: “Observamos una persistencia de la Marola. ¿Por qué esa especie de constancia monotemática? Se trata de una simbología permanente —racial, geográfica, cultural— a partir de la cual se abren infinitas posibilidades interpretativas, en sus vertientes directas y metafóricas”.

Myrna Guerrero ofrece una visión privilegiada de este ser humano y artista: “Hace 44 años yo tenía un afro frondoso y negro. Vestía como estudiante recién llegada de Europa. Según me confesó Danilo años más tarde, le llamó la atención la pinta de esa desconocida y, sobre todo, ese pajón afrentoso. Mi pinta le decidió a auxiliarme. Cuando le dije mi nombre contestó que sí era artista porque recordaba una participante de ese nombre en el Concurso Estudiantil que organizó el grupo Friordano en la universidad a principios de los setenta. Contesté que era yo y que mi trabajo nunca me fue devuelto. Me contestó con una risotada. […] Así nació una relación entrañable de amistad, colaboración profesional, compañerismo, apoyo incondicional, complicidad de doble vía en nuestros amoríos y hasta testigo de mi matrimonio”.

Odalis G. Pérez refiere que “La trayectoria definida De Danilo De los Santos comprende su práctica de artista, curador y conferencista acreditado. El hecho de que una confluencia cultural como la de nuestro autor implique interés sostenido en el ámbito de la cultura y el arte dominicanos lleva a una cosmovisión integradora de actos o acciones culturales y artístico-educativas. La visión que en este sentido acentúa una labor de vida conduce por lo mismo a una reflexión respaldada por una obra y un discurso historiográfico en cuyo fundamento encontramos el espacio identitario isleño y sus rizomas socioculturales”.

Plino Chahín, en una entrevista con Danilo, destaca el papel que desempeñan el Caribe y la Antillas en sus obras de creación y en su trabajo crítico.  A este respecto, Danilo dijo “entiendo que el Caribe es errancia, prietura y son, como sostiene un literato, y esto tiene conexión con la antillanía de la diáspora de doble vía; la que va a otra geografía isleña o procede de ella como la migración cocola desde las islas británicas hasta San Pedro de Macorís, donde emerge una cultura marginal, y Nadal Walcot, con su memoria única y visual de ese conglomerado”.

En esta obra Danilo late con voz viva. Anímense a leerla.