«Hasta ahora, toda sociedad conocida ha tenido pobres. Y —permítaseme repetirlo — no es cosa de extrañarse: la imposición de cualquier modelo de orden es un acto discriminatorio y descalificador, que condena a ciertos fragmentos de la sociedad a la condición de inadaptados o disfuncionales». – Zygmunt Bauman. –

El mundo es plenamente consciente de las dificultades por la que atraviesa un cuerpo colectivo, relegado por la oligarquía en todas sus manifestaciones, a categorías inferiores y marginales en un esquema social injusto y abusivo, diseñado para la producción masiva de inadaptados. Lo saben políticos, empresarios, militares y religiosos; los que están acorazados en sus estructuras de poder mediante las cuales generan estrategias que les permitan mantener el estatus quo y control de los medios de producción y con ello, el hambre y miseria de grupos apartados por la providencia divina.

Lombroso y su desafección por gente que el azar le juega las cartas en contra, con su teoría del delincuente nato, fue quizá la última espolada ideológica para determinar, mediante mecanismos de exclusión, la supremacía de un conjunto sobre otro e imponer técnicas de supresión y represión de derechos fundamentales que mantuvieran alejados a los pobres de los ricos, siendo los segundos, dueños absolutos, por heredad o usufructo, de la moral y la decencia. Estos padres del comportamiento ético frente a sus iguales y que, además, se denominan promotores de un orden social acorde a los intereses nacionales.

El delito es la manifestación violenta de la frustración perpetua desencadenada por la desigualdad social. Se produce por la descomposición de la familia, la desatención del Estado, las escasas políticas progresivas de movilidad social, la indiferencia del burgués frente al proletario y la complicidad de los poderes para mantener aislados y controlados a los desposeídos. Una realidad inmutable en constante evolución que pone en entre dicho la capacidad de las autoridades, cuya misión es la manifestación de la fuerza para el establecimiento del control social cuando se le amerite.

La carencia de políticas de seguridad ciudadana efectivas, derivadas de normativas especiales que mitiguen la vulnerabilidad e instauren un modelo de desarrollo socioeconómico que permita el tránsito permanente de una escala social hacia otra, por vía de la ejecución de proyectos estatales enfocados en crear las condiciones para que el hombre no tenga como fórmula de subsistencia el crimen. Son, entre otros factores a tomar en cuenta, reductores de eventos en los que el hombre trasgrede la integridad de su par con el fin de adquirir productos bombardeados por el mercado sin tener la capacidad pecuniaria que los sustente.

Será difícil, y pareciera que los que vemos esta sociedad encarrillarse por las rutas expresos de la degradación a causa de la aculturación e importación de conductas antisociales foráneas, expuestas a todo público a través de las diferentes plataformas de difusión masiva de mensajes digitales. Por ello, controlar una juventud con educación deficiente o nula, victima de todo lo antemencionado y con acceso a celulares inteligentes e internet, desde donde adquieren el aprendizaje para la materialización de una vida que le ha sido negada per saecula saeculorum, motiva sus quehaceres delictivos e “inteligentes”.

Culpar a los gobiernos de turno es la panacea de opositores irresponsables que pudieron establecer un modelo de política secuencial que redujera paulatinamente los niveles de pobreza con educación pública de calidad y un verdadero régimen de asistencia social. Enfocados en la creación de oportunidades para que “esa gente” de categorías inferiores pueda abandonar el estado de indefensión en que se encuentran con métodos de ascensión social impuestos y desarrollados en otros litorales.

«Los pobres, desde siempre, fueron y son el paradigma y prototipo de todo lo inadaptado y anormal» apunta Bauman. El referente de todo lo malsano que se produce en la sociedad. Pero nadie o pocos apelan a la falta de oportunidades y el desamparo perpetuo a que son sometidos, sumado al acoso del incesante mercado. Razones suficientes para que aquellos de mentes débiles y de escasa supervisión proyecten la pobreza como el modelo ideal para el delito.