En orfebrería y joyería se utiliza la denominada piedra de toque, para validar y conocer a fondo la pureza o no del oro. El oro es un metal obtenido generalmente en minas, de substancias formadas en la naturaleza. Todos conocemos su gran valor y aquilatado poder mientras más puro y menos mezclado es. Sin embargo, como dice una trillada frase, “no todo lo que brilla es oro”, pues cuántos otros metales en joyas relucen y simulan grandeza y engañan a los ojos, como el cobre y la pirita, esta última conocida como el oro de los tontos.
Al igual que sucede con el oro, del que se dice tiene presencia en el universo, pues vino por el choque de meteoritos con el planeta Tierra, dándole esa teoría un halo de misterio y hasta espiritual, ya en la Tierra se puede encontrar en rocas, en ríos, en montañas, asimismo sucede con las personas, venimos al mundo en una colisión de circunstancias, en una mezcla de genética (cuerpo) y alma (espíritu) y luego está su medioambiente, el entorno donde nace y se desarrolla, el que infiere para bien o mal en su ser.
Al igual que el oro debe ser transformado y se precisa de una piedra de toque para reconocer lo puro que es, los seres humanos estamos expuestos a nuestras propias piedras de toque que nos permiten comprobar nuestra firmeza, la calidad de nuestra alma y, como el oro, verificar de cuántos quilates estamos hechos.
Sorprendentemente en la Biblia en versiones más antiguas, es mencionada la piedra de toque en Santiago 1:3, “esa piedra de toque de su fe engendra constancia”, este versículo en la Biblia Latinoamericana es parafraseado como “esta puesta a prueba de la fe desarrolla la capacidad de soportar”. Dime si alguna vez como el oro, no te has visto sometido al fuego, donde te fundes, sientes que te oxidas y reduces y al final es un proceso transformador que te purifica. Tal vez te ha tocado alguna piedra de toque, algo o alguien que ha venido a probar tu fe, tu pureza, tu valor. Tal vez hemos sido expuestos a algún ácido que nos ha lacerado el alma, sin embargo al igual que el oro, esa prueba ácida nos hace reaccionar y permitir si somos puros o no, que nos corroan la mente y el alma o demostremos que soportamos.
¿Cuánto oro hay en nuestras vidas?, ¿Cuáles personas son verdaderos quilates?, ¿Cuánta pureza hay en nuestra alma y en la de quienes nos rodean?; tal vez estamos mezclados y rodeados con el oro de los tontos, con joyas que brillan y se “bañan en oro y plata”, se ven fastuosas y hermosas y se pasean por la sociedad, sin embargo son simuladoras, están vacías y no valen absolutamente nada.
Con las experiencias vividas, siempre que guardemos la lección sin dejarnos marcar el alma y los sentidos, podemos desarrollar un ojo de joyero, el que como lupa nos permite rápidamente ver la calidad del oro, a través del tiempo y de las situaciones, así como el proceso del fuego; o tal vez en un corto plazo cual uso de piedra de toque, podemos testificar el verdadero valor de los demás.
Ojalá las pruebas sean de fe y podamos demostrar quienes somos y de qué estamos verdaderamente hechos.
Oro porque seas oro.