En el escrito anterior nos comprometimos a compartir una definición llana y sencilla de lo que es la personalidad sana o madura, lo decimos así:
Una personalidad sana, es aquella persona que está consciente de poseer unas características únicas en su forma de ser y se siente conforme con las mismas, está consciente de que aunque la influencia social, como la de la familia y cultural, como el país de origen han influido en su forma de ser, aun así esa persona ha podido optar por ser como es, hablamos de un sujeto diferenciado y que se reafirma, de forma más concreta esa persona tiene una identidad, como si fueran las huellas dactilares del individuo.
Una de las características que se podía entender de una personalidad sana es que quien la posee, posibilita predecir, en las relaciones interpersonales determinados comportamientos de él o ella, con respectos a hábitos, gustos, reacciones emocionales, motivación entre otros procesos psicológicos, haciendo la convivencia con esa persona más estable, amena y por ende con mayor bienestar psicológico. Estas se llevan a cabo en diferentes contextos como en las relaciones familiares, de amistad, de pareja, laborales, etc.
Les comparto algunas actuaciones que pueden ayudar al lector a identificar comportamientos de una personalidad sana:
Quien no hacer alarde de títulos, puestos de trabajo, atributos físicos, sino que está dispuesto a administrarlos debidamente cuando la circunstancia lo requiere.
Quien no se burla de los defectos tanto físicos como intelectuales del otro, sino que más bien quien empatiza en este sentido con el otro, ayudándole a superar cualquier obstáculo que pueda representar dicho defecto.
Quien está dispuesto a defender la dignidad de las demás personas y sus derechos, aunque esto le pueda ocasionar inconvenientes personales con otros.
Reclamar su propio derecho o cualquier tipo de inconformidad que le pueda estar ocasionando una o un grupo de personas y dar a conocer a los demás como le gustaría que lo traten.
Ser Flexible ante sus propios puntos de vista y ser capaz de dejarse permear por los de los demás siempre que estos sean convincentes.
Ser empático con la necesidad y sufrimiento del otro, movilizándose a la acción colaborativa para suplir esa necesidad o disminuir determinado sufrimiento.
Aceptar las propias limitaciones personales en perspectiva de mejorarlas en caso de que surjan alternativas, no perder esa actitud de búsqueda.
Reírnos de nosotros mismos cuando cometemos un error, o sin querer hacemos el ridículo.
Quien evita la polarización de pensamientos ya que estos estigmatizan, culpabilizan y afectan el auto estima de los individuos.
Quien reconoce el talento del otro y los celebra con alegría y no reacciona con envidia o comparaciones ante los mismos.
Quien puede Confiar en el otro a través de un diálogo, sin dejar de ser realista, entendiendo que en las interacciones humanas el riesgo es inherente a las mismas.
Quien puede disculpar y pedir disculpa, siempre que intérpretes que la disculpa va acompañada de un compromiso del otro o hacia el otro.
Enternecerse ante lo sublime e ingenuo y dejarse impresionar por lo nuevo.
Consolar a quien sufre o pasa por un momento difícil, es quien apela a su parte afectiva y hace lo posible de acompañar al otro en su dolor.
Quien calla, aunque se tenga la razón, esperando el momento preciso para hablar, el momento en que tu verdad pueda ser escuchada.
Quien no teme decir lo que piensa, cuando estos pensamientos están apegados a su manera de ser y convicciones.
Concluimos reconociendo que forjar una personalidad sana es un proceso constante que no termina mientras tengamos vida, que estamos llamados a dar “nuestra mejor versión” en nuestras relaciones interpersonales y que esto se puede traducir en la búsqueda de nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.