Al ver este domingo el acto de cierre de la XXI Convención Nacional Ordinaria del Partido Revolucionario Moderno (PRM), dedicada a mi gran amigo en vida, el doctor José Rafael Abinader Wasaf, me llegó a la mente reminiscencias de lo que fue el glorioso Partido Revolucionario Dominicano (PRD), no hay duda alguna, que los modernos cobijan a la amplia mayoría de la militancia y dirigencia del otrora partido de la esperanza nacional.

 

En el marco de dicha actividad, pude notar que faltó ahí, la participación de la disidencia, parecería que se quiere imponer una organización de línea única, que no le cede espacio a los valores democráticos, que hizo grande en el pasado “al buey que más jala”. Simplemente observé que esa no es la organización heredera de las glorias del PRD, mucho menos con ese accionar antidemocrático, diferente a lo que representa su líder histórico, el doctor José Francisco Peña Gómez.

 

Cuando los liderazgos únicos en la política dominicana se enseñoreaban en el caudillismo de la derecha y de la izquierda representados por el doctor Joaquín Balaguer y el profesor Juan Bosch; mi padre asumió un nuevo liderazgo reformador, y, sobre todo, auténticamente democrático, porque fue éste el que trajo de la vieja Europa al partido del “jacho prendio´”, para motorizar y afianzar los liderazgos crecientes aunque divergentes, pero en procura de conformar las tendencias o grupos de promoción y apoyos a los precandidatos presidenciales, que si bien algunos podemos criticar, por los nefastos resultados posteriores, pero siendo honestos fueron estas las que hicieron del PRD, la maquinaria política más portentosa y la escuela de la democracia de nuestra nación.

 

Peña Gómez fue siempre generoso y cultor de un espíritu democrático, porque compartió su liderazgo y la dirección del partido con hombres y mujeres ilustres, que construyeron unidos, el más formidable partido socialdemócrata de América Latina, después de la emblemática Acción Democrática de Venezuela, obra fecunda del inmenso Rómulo Betancourt.

 

Compartieron espacios de participación en la dirección del glorioso, los bien recordados dirigentes, don Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta, Pedro Franco Badia, entre otros populares dirigentes.

 

Peña Gómez abrió las puertas de par en par a todos, más aún, los ayudó como nadie a hacerlos presidentes de la República a varios de ellos, su impronta les sirvió para que estos edificaran sus espacios de liderazgo, y llegada la hora de la obligada unidad, auspició mecanismos, para compartir su autoridad interna, incentivo alternativas de repartición proporcional, en términos de los apoyos que tenían, y les garantizó igual representación en los organismos internos y en las candidaturas electorales.

 

Lo que vi el domingo, no puede ser el legado de José Francisco Peña Gómez, el jamás hubiese excluido de la alta dirección por diferencias o por naturales divergencias propios de la democracia, a hombres de la talla, de un Fafa Taveras, que tiene en su piel todavía las marcas de la tortura y de la prisión o del destierro, apostrofado ahí, por sus propios compañeros de partido, esos que en su mayoría nunca han pisado ni por un día la mazmorra por defender sus ideas.

El doctor Peña Gómez siempre entendió el papel fundamental de los intelectuales, porque estos al decir del líder ideológico de los blancos, son los que dan forma a las ideas, pensamientos y derechos de las masas, en ese entendido es una osadía imperdonable, el apartar al más talentoso de todos los perremeístas, sin lugar a dudas, el técnico mejor formado, por el contrario debería ser una muestra orgullo, para esa colectividad política la permanencia en su Dirección Ejecutiva, del ingeniero Ramón Alburquerque.

 

Retumba en mis oídos todavía, las palabras introductorias en el programa Tribuna Democrática, del presentador oficial del líder, el cultísimo Tony Raful, imposible no sea éste parte principal del organismo, de igual forma, aunque mi querida comadre Yadira Henríquez lo represente, pero ahí debió de estar mi estimado Vicente Sánchez Baret, que es él más auténtico representante del pasado heroico perredeísta, más mérito que él nadie, y un partido que no hacer honor a su memoria histórica, que solo otea el futuro sin valorar y justipreciar su pasado, está llamado más temprano que tarde a extinguirse.

 

Que no esté ahí el doctor Guido Gómez Mazara, es la más grande torpeza política cometida por el PRM, debieron comprometerlo como sea, para que cohabitara éste con sus contradictores en la dirección partidaria, esa es la democracia que nos enseñó el líder, eso aprendimos y todo lo contrario, es desconocer su legado.

 

Reconozco que todos los que fueron llevados a la Dirección Ejecutiva son activos importantes del PRD con nueva sigla, el PRM ,pero bien lo decía siempre mi padre, a la hora de conformar los organismos directivos, tomando en cuenta “lo mejor de lo nuevo, con lo mejor de lo viejo”, por eso valoro el ingreso que buenos dirigentes, como el exdiputado reformista, Víctor -Ito- Bisonó, que encontrará resguardo político, y de inquietos jóvenes, como Robertico Salcedo también, pero creo que debió ser parte del más alto organismo perremeísta, el prestigioso profesional Sigmund Freund, por su innegable capacidad y de su condición como Delegado Político ante la JCE de esa organización.

 

Que no esté en la dirección el hermano Jacobito Fernández es un insulto a la lealtad, ya que éste fue uno de los discípulos más firmes y queridos del doctor Peña Gómez.

 

Del líder aprendimos que unos más no hace diferencia, cuando se procura valorar la meritocracia, por eso aunque se criticaba la amplia membresía de los organismos del viejo partido, esto obedecía al interés estratégico de unir a la organización y darle participación a todas las corrientes del mismo, un partido que no escucha de manera asertiva a sus críticos, nunca sabrá evaluar cuál es el mejor camino.

 

Es inverosímil que siendo Peña Gómez depositario de un liderazgo hegemónico, éste acordara con otros importantes dirigentes, a sabiendas que la imposición de la jefatura única, y, sobre todo, la que nace del poder, lo destruye más aceleradamente, simple, porque los tiempos han cambiado y las redes sociales le han dado visualización hasta el más humilde de los militantes.

 

Para los que creen que les hacen un bien al amigo presidente Abinader, no aceptando disidencias, pues, les digo, que lo único que están haciendo es poniéndoles los clavos al ataúd del PRM, porque hasta los partidos predominantes en el poder, tuvieron que construir sus oposiciones internas, para que en su momento jugaran el necesario papel de represar el disgusto de la militancia con sus funcionarios, eso lo tuvo que hacer el presidente Joaquín Balaguer en tres ocasiones, ya que tuvo que negociar en su momento con don Augusto Lora, Fernando Álvarez Bogaert y Jacinto Peynado, los cuales fueron por conveniencia del reformismo en diferentes procesos electorales, sus compañeros de boleta.

 

El propio PLD, tuvo que acordar sus fuerzas internas, como se demostró en el año 2012 y en el 2016, cuando los liderazgos determinantes de LEONEL y DANILO dentro de los morados, los conmino a armar una dupla presidencial unitaria y exitosa.

 

La pasarela del aplauso, es la sepulturera de las democracias, porque por conveniencias pasajeras, los asalariados del poder, destruyen sus partidos y aniquilan a meritorios compañeros, más aún, desconociendo lo efímero del poder, que si usted no logra relegitimarlo con el voto popular, su estadía será de apenas 4 años “un verdadero abrir y cerrar los ojos”, con mayor interés institucional en esta ocasión, cuando el PRM llegó ya a la medianía de su gestión gubernativa.

 

El poder tiende a embriagarnos, perdemos el sentido de la racionalidad y del respeto al derecho ajeno, nos creemos supermán, y no nos detenemos a pensar lo efímero que es el mismo, y nos confiamos en que la suerte, que creemos siempre nos acompañará, así lo creyó mi estimado Danilo Medina en el 2020 e hizo una apuesta arriesgada, y lo perdió todo.

 

Es en ese preciso espejo, en que se tienen que ver los actuales inquilinos del Palacio Nacional, que deben entender que los tantos errores le ponen fecha cierta, para entregar la mansión de Gazcue a sus nuevos arrendatarios, más aún si no se cuenta ni con los apoyos propios, por el justificado descontento de su militancia.

 

Les aconsejo a estos amigos nuestro y especialmente a mi estimado José Ignacio Paliza, el cual todavía es muy joven y le quedan muchas batallas en el porvenir, lo instó a que auspicie el reencuentro lógico de la unidad, porque esa acción innoble de la exclusión, no le traerá nada bueno, solo innecesarias críticas y cuestionamientos.

 

A mi amigo, el presidente Luis Abinader, solo le expreso que desde el poder sé es magnánimo e indulgente, no hay espacios para sectarismos y rencillas, que solo saca lo peor de la naturaleza humana.

 

Los llamo a todos a repensar la política, a nuestra conducta ciudadana en medio de una detractora sociedad liquida, que nos lleva la cuenta de todas nuestras actuaciones y nos hace analogía crítica de todo cuanto hemos dicho y hecho, en el papel de opositores o cuando llegamos y nos encumbramos en el Olimpo del poder.

 

En términos estratégicos, para los proyectos futuros de esa organización, no tiene sentido las exclusiones realizadas, ante el avance arrollador del leonelismo y la obligada confrontación que les espera con el aporreado peledeísmo, el abrirse una trocha interna es la más infantil estupidez, que a modo de novatada se puede realizar, porque no hay gobierno por poderoso que este sea que pueda pelear a la vez y de manera simultánea en tres frentes, dos externos y uno interno, es por ello que los remito a analizar el milenario tratado militar “El Arte de la Guerra”, obra de uno de los mejores tácticos de la historia, el general Sun Tzu.

 

Los perremeístas insisten en hacerse conocer como fieles al legado peñagomista, lo cual, pese a mis diferencias políticas y electorales con estos, de corazón me satisface, pero la efimeridad del poder nos invita a una profunda y realista reflexión a todos los que estamos en política, en este nuevo mundo de hoy, donde aceptar y convivir con las críticas, opiniones y disidencias es algo normal, porque son los derechos democráticos e inalienables de todos los ciudadanos y el que no esté dispuesto a aceptarlo, tiene que abjurar de la democracia y sumarse a los que sin conocer la funesta época, rememoran el pasado trujillista.

 

A los que aplauden las disquisiciones históricas, a los que aplauden cuando se desconocen los méritos, cuando se aplaude por hacerse simpático al jefe de turno, con eso solo se le afecta, y cuando se pierde el sentido del respeto o de la dignidad, vamos por una senda equivocada, porque hemos de saber, más aún, los que están en el poder, que podemos errar, pero no debemos perpetuar una injusticia.

 

Para los que todavía no lo creen, les comparto una cita de mi padre, llamando a la ponderación de la misma, a los que aún dicen ser sus prosélitos; “el símbolo de un partido político no pueden solamente ser su color, su emblema y sus reglas….Los partidos políticos se identifican también por las características de sus líderes y la naturaleza de sus actuaciones”.