En el día de hoy quiero expresar que nació la razón para escribir un epitafio lapidario digno de grabar para siempre como pisadas que se estamparon en las aulas del magisterio de Bonao. Hoy quiero replicar el susurro de los pasillos pueblerinos que en voces apagadas, pero compungidas por doquier,  exclamaban; murió el profesor Medina. Murió el maestro de Matemáticas de Bonao. Y así fue, parece que Tánatos- Dios de la muerte pacífica- vino a su encargo como misión principal, a escoltar su alma hacia el inframundo-

Y quizás no supo que llevaba consigo, al profesor de profesores y de generaciones, José Arístides Medina, y como diosidencia –como se acuña modernamente cuando las cosas no parecen coincidencias fortuitas, sino que tienen un bálsamo de la voluntad de Dios, el profesor terrenal de varias generaciones del estudiantado de su ciudad natal, el Bonao de su ensueño, precisamente, el día sábado santo, preludio del Domingo de resurrección de Cristo en semana santa 2022, , según la doctrina cristiana, recibió el ramo de Guirnaldas como flores asociadas al nacimiento y vida después de la muerte-, pero esta vez como antorchas invertidas en simbolismo de  su partida, misma, que sin lugar a duda,  sirvieron de escoltas al último suspiro de vida de un trotamundos de las aritméticas y gentil filántropo de la educación de varias generaciones, a quienes les sembró conocimientos y destrezas en; álgebra, trigonometría, dibujo lineal, matemáticas, cálculos y otras ramas de las matemáticas, y apaciblemente, así como era de poco hablar, hoy ha subido al cielo para adelantar los sueños de los muertos despiertos que esperan su regreso.

Quizás Tánatos no sabe a quién se llevó, ni el profesor, con quien se fue. Lo que sí es que tras su partida deja su nombre estampado en el pabellón de honor del magisterio nouelense, ya que sin lugar a duda pocos jóvenes del sitio del Yuna de la época de los 60’s, y cuidado si antes, cuando no existían las propuestas universitarias de la educación en formación del comercio, que en ese tiempo abarcaba; contabilidad, archivo, correspondencia, taquigrafía, y sobre todo, mecanografía-especie de avanzada a lo que hoy se conoce como la automatización del trabajo de oficina, o lo mismo que decir, la destreza de los jóvenes de la época (sería post revolución de abril), con el que aprendieron la técnica de mimeógrafo- sistema de tipiar los volantes desde la clandestinidad, mismos que una célula de los grupos juveniles multiplicaban sus volantes de acción política y denuncias sociales- Cabe decir, que el hablar del adelantado José Arístides Medina, se podría estar hablando de un filántropo de la educación y sobre todo, de un transmisor de la llamada ciencias exactas-las matemáticas- o también lo propio y más distintivo, sería hablar de llamado Instituto Estenográfico Duployé # 2.      Sí, la estancia formada-y cabe honrar honra, por el visionario Críspulo Genao Piña-,, pero que más luego por los afanes vinculantes del profesor hoy ido, llegó a convertirse en el instituto de " Medina", quien lo mantuvo hasta la hora de su partida, lo que nos hace pensar que a la hora de la desconexión de su alma de su cuerpo, quizás se habría ido con el murmullo y el tic tac de las teclas de las maquinas Olimpia y Oliver y en el crujir discreto de tipiadoras eléctricas-gran acontecimiento de la época-.

Su legado como profesor y posterior guía del Instituto referido, llegó tan lejos, que cuando Falcombrige, en 1956, inicia sus exploraciones, las instalaciones de sus plantas operativas y su posterior y formal arranque en los años 70’s, aun siendo Bonao una aldea en desarrollo, aquí mismo en la falda de la loma, encuentra las manos técnicas capacitadas para iniciar sus operaciones administrativas. Y todo gracias a la plataforma del llamado Duployé # 2,  y esa camada de especialistas en formación en comercio como se le llamaba a la " carrera técnica del instituto", fue parte de su legado.

La trascendencia del profesor Medina no fue haber vivido. Su sello distintivo fue el decano afán magisterial que siempre llevó consigo, el que parece que al manejar con tanta destreza las matemáticas, también tuvo que aprender con garbo y magistral andar, a contar sus pasos para seguir sus andanzas al santuario de la enseñanza que al ocupar diariamente su desván de eterno director y profesor imperecedero, ya con los trazos lerdos,  y estampando con su otrora fuerza desvaída, pero  aun armado  con su teorema de Pitágoras y sus conjuntos infinitos, aun con su edad acuesta, al estamparlos con su tiza de frágiles trazos, espantaba la muerte que sabiéndolo ochentón y pico, a cada momento le coqueteaba como señal que quería venir a su encuentro.

Y así se fue Medina. Cargado de la esperanza olvidada de que el Estado lo socorriera, y lo hizo. Pero, parece que el pan que se dijo se daría quedó atrapado en las tintas de los periódicos y los discursos populistas de aquellos que dijeron los traían en la diligencias hechas en el palacio, pero, parece que nadie ni él llegó a entender que quizás referían que donde vendría su pan y su retiro, era en las diligencias del antiguo oeste que siempre era asaltada por los proscriptos, y por tanto,  nunca llegaba a su destino perdiéndose en el camino las llamadas valijas de las promesas cacareadas.

¡Así fue, Medina! Y quiera Dios que al querer recuperar tu sudor que dejaste en las escalinatas del instituto, y tus pisadas que han de contarse por toneladas de tu casa a las aulas, no queden truncadas en el olvido y la indiferencia eterna. Y que aunque tú ya no esté para arrastrar los pies al deber cumplido, aquel que emulaste del patriota Eugenio Perdomo, cuando al presentarse a su verdugo al caerse de su montura y romperse las piernas, y al cuestionársele, y como has llegado hacia el patíbulo de muerte en esas condiciones, simplemente contestó, ¨los dominicanos para ir a la gloria, no necesitan montura¨, Y así lo hiciste maestro con tu decano afán, como diría el poeta Manuel del Cabral, cogiste rabia adentro por las arterias del honor, quizás, maestro Medina, por la impotencia dejada pendiente, que las autoridades como recompensa póstuma, que sabiendo que has dejado  los tuyos en el desamparo y que, tras tu largo peregrinar sembrando matemáticas y enseñanzas, no pudiste nunca lograr que tan siquiera te extendieran las manos caritativas de no tener que andar detrás del pan con tus años a cuesta y la esperanza perdida.

El profesor José Arístides Medina