Lo religioso y lo cultual se alimentan del dolor, la enfermedad, la muerte y el miedo. La fe y la espiritualidad se nutren del misterio, la naturaleza y la búsqueda del sentido, del ansia incesante del ser humano por redescubrirse y encontrarse cara a cara con lo desconocido. Las preguntas que la ciencia no puede responder la buscamos en la contemplación mística que muchas veces se transforma en culto. Paradójicamente, la medicina también tiene la misma fuente de alimentación que las religiones: dolor, enfermedad, muerte, miedo.

 

El médico es el gran sacerdote para los pacientes. A ambos, al sacerdote y al médico, se les exige una ética. La ética del sacrificio, el desprendimiento, el servicio y sobre todo la ética de la compasión.

 

Sin embargo, ambos ejercicios han quedados atrapados por la mercantilización del dolor, la fe y la esperanza (Altagracia Ortiz, “El Comercio del Dolor”,2022). Decía Carlos Marx que “capital es acumulación de sangre”. Es la metáfora de los sacrificios humanos sometidos a la lógica del mercado sin ética. Pero también la circulación de la sangre en las arterias es fuente de vida. La práctica médica puede ser fuente de vida como de muerte. Es un ejercicio de responsabilidad y de humanización. Es hacer del cuidado, el cariño, la ternura, parte fundamental del proceso de sanación.

 

El mismo Carlos Marx decía en una forma muy filosófica y cuasi teológica “hay que ser muy animal para darle la espalda al sufrimiento humano” (citado por Enrique Dussel, 2008). Parece que Marx no sabía que hay animales, como el perro, que sienten por el dolor humano. Paradójicamente, ese dolor puede ser fuente de transformación y cambio en la historia, cuando se desacraliza y se asume como sustancial a la condición humana. O convertirse en fuente de acumulación y enriquecimiento.

 

Los dolores y sufrimientos de los pacientes en el sistema de salud de la República Dominicana son una oportunidad para el cambio. Pero requiere de una nueva ética. La ética que es capaz de sobreponerse a los intereses individuales y corporativos y poner en primer plano la solidaridad, el amor y la equidad como valores fundamentales en la búsqueda del sentido de la propia existencia humana. El poder, el dinero y la fama no dan sentido a la vida. El sentido se descubre en lo aparentemente pequeño e insignificante de la vida.

 

El problema es que el dolor siempre será un “negocio que no cubre los costos” (Arthur Schopenhauer, 1851). En este escenario el Estado tiene un rol fundamental, por tanto, el liderazgo político deberá aprender a asumir la ética de la responsabilidad por encima de la búsqueda de la popularidad, si queremos cambios en un sistema de salud. Tener la capacidad de colocarse por encima de los intereses corporativos con vocación voraz de acumular a costa del dolor y poner en primer plano la salud como un derecho humano.