Una mirada al pasado reciente puede llevarnos, mentalmente, a un escenario, evidentemente, de incertidumbre. Un pensamiento aterrador podría traer a nuestras memorias el confinamiento. El cerco tendido por la soledad y el aislamiento. El temor al otro. La huida al contacto humano. El alejamiento de tus propios semejantes. Y lo hacíamos por el amor a ellos mismos. O por seguir vivos, también por ellos.
La pandemia cambió todas las formas de relacionamiento. Por ejemplo, temor a tocar físicamente un periódico, pues el papel podía contagiarnos y morirnos. No ocurrió así con los medios digitales. Ellos eran los portadores de las nuevas noticias en la guerra silenciosa y misteriosa del virus.
La propia tecnología, que ya venía a gran velocidad logrando la virtualización de los menesteres humanos, aceleró su velocidad para recorrer el trayecto infinito que nunca terminará de transitar. La tecnología fue siempre compañera del hombre. No así, la virtualidad. ¡Con qué facilidad nos confundimos!
La transportación sufrió un drástico cambio. El transporte aéreo se ausentó de los cielos: los aeropuertos enmudecieron por un largo tiempo. Los camioneros tuvieron que elegir entre estar con sus familias o tomar carreteras de miles de kilómetros bajo la incertidumbre. Decidieron refugiarse con sus familiares, para sobrevivir a la pandemia. Esto provocó graves problemas en las cadenas de suministro.
Todavía no se tiene, en términos de estudios científicos, el balance o resultado económico, social, político, científico, ambiental y humano del fenómeno de la pandemia en el mundo. El período pospandémico necesita de indicadores que permitan arrojar datos e informaciones para trazar políticas en las diferentes áreas del saber.
Los expertos del área de la psicología ya están planteando que la pandemia ha cambiado el cerebro humano. La ciencia habrá de descubrir en qué medida los seres humanos han sido afectados en su emocionalidad, psicología y espiritualidad. En su comportamiento.
Lo que no ha cambiado la pandemia, aunque parecería que lo que ha aumentado, negativamente, es el egoísmo del hombre. Después de la pandemia, el mundo está más pobre, pero las grandes multinacionales han aumentado enormemente su riqueza. Al lado desde donde operan estas multinacionales, hay un niño que pide pan y se muere de hambre.