Dice Sun Tzu que lo importante es ganar las guerras sin tener que librarlas, lo cual es cierto, pero, para eso es necesario convencer al adversario que cualquier eventual ataque o resistencia le resultaría más perjudicial que los beneficios que pudiese obtener. Esto suele llamarse disuasión. Esta depende, obviamente, del “hard power” o capacidad militar, pues sería infantil pensar que una potencia totalitaria con claras intenciones expansionistas pueda ser disuadida con globos, pancartas, marchas pacifistas o mediante el establecimiento de relaciones comerciales y diplomáticas o, apelando al Derecho Internacional.
La Unión Europea persigue los mismos intereses que persiguen los Estados Unidos, pero a diferencia de éste, aquella solo dispone, de manera relevante, de “soft power”. Es probable que en términos de libertad y bienestar, con valores democráticos compartidos, no haya mejor lugar para vivir que Europa; pero, no hay nada más frágil que la democracia. Toda la institucionalidad democrática construida durante los siglos XVIII, XIX y principio del siglo XX, fue aniquilada con las dos Grandes Guerras. El “soft power” no es suficiente, tiene sus límites para garantizar una arquitectura de Seguridad colectiva. EE. UU. desde hace mucho tiempo tiene el hard power o poder duro más potente del mundo pero éste siempre ha ido acompañado del soft power o poder blando, es decir, la capacidad de proyectar hacia afuera los valores democráticos, lo cual, a diferencia de otras sociedades cerradas y excluyentes, ha atraído hacia su seno una inmigración diversificada que lo han visto como la “tierra prometida”, donde pueden hacer realidad el “Sueño americano”.
Por un lado vemos una Rusia autoritaria, con un enorme arsenal nuclear y con una gran ambición expansionista: queriendo en pleno siglo XXI, redefinir las fronteras de los países europeos. Por otro lado, una China totalitaria, dispuesta a imponer sus “valores” por la fuerza, si fuere necesario, con un objetivo bien claro y definido: ser el principal hegemón global para el año 2049, centenario de su Revolución (Ver resolución XIX de la Asamblea General del Partido Comunista Chino). Ante semejante panorama, la Unión Europea está obligada, so pena de quedar fuera del juego, a desarrollar y tener una equiparable capacidad en el ámbito de la Seguridad y Defensa, haciéndola compatible con la OTAN, ya que sería solo una aspiración desarrollar esa capacidad estratégica necesaria sin contar con EE.UU. De hecho, la Unión Europea aprobó el 25 de marzo pasado, la “Brújula Estratégica” (Strategy Compass), que va en esa dirección y, precisamente en Madrid, en la “Cumbre de la OTAN” se está definiendo el Nuevo Concepto Estratégico de la Alianza para los próximos diez (10) años, lo cual, inevitablemente, tiene que pasar a reforzar el Vínculo Atlántico y la relación estrecha con los Estados Unidos, lo que podría convertir a la UE en un auténtico actor político con influencia global.
Occidente no es un espacio territorial. Occidente es una concepción definida en términos de derechos, principios y valores compartidos por distintas naciones en diferentes lugares geográficos. Países tan alejados de Europa, como Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelandia o Singapur, se consideran occidentales. Y esa es precisamente, en cuanto a Seguridad y Defensa, la concepción que debe predominar al momento de definir el Nuevo Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en la “Cumbre de Madrid”, la cual comenzó ayer y termina hoy.
Lo mejor que puede suceder en un mundo multipolar es que la Unión Europea se convierta en Uno de esos Polos. Sería una garantía, junto a los EEUU e Inglaterra, para la preservación de las libertades fundamentales y valores occidentales centrados en el respeto a la dignidad humana, por los que tanta sangre se derramó en las luchas llevadas a cabo para el reconocimiento y acatamiento de los mismos. El Nuevo Concepto Estratégico de la Alianza Atlántica a establecerse en la Cumbre de Madrid representa el mayor desafío para el futuro de la Unión Europea, en el sentido si va a convertirse en un actor geopolítico a nivel global, lo que implica una serie de importantes ajustes al interior de los propios Estados-Nacionales europeos.