Dos veces en una generación, valores e intereses compartidos llevaron tropas norteamericanas a Europa. La tarea que aguarda a esta alianza consiste en adaptar las dos instituciones básicas que forman la relación atlántica: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE), a las realidades del mundo posterior a la invasión rusa a Ucrania y el abierto desafío de China en alianza estratégica con Rusia: Democracias vs Autocracias. La Organización del Tratado del Atlántico Norte sigue siendo el principal nexo institucional entre los Estados Unidos y Europa. El gran logro de la generación de dirigentes norteamericanos y europeos de posguerra fue el reconocimiento de que, a menos que los Estados Unidos participaran orgánicamente en Europa, se verían obligados a intervenir más tarde en circunstancias mucho menos favorables en ambos lados del Atlántico.
Tenía que ser el presidente de Francia quien dijera recientemente que la OTAN se encontraba en muerte cerebral. Las relaciones internas dentro de la OTAN han estado dominadas por el continuo forcejeo entre las posiciones norteamericanas y francesas sobre las relaciones atlánticas. Mientras Estados Unidos busca la integración europea por medio de la Alianza Atlántica, Francia ha querido dar forma a la Unión Europea bajo el estandarte de su independencia, esto es, el rol norteamericano es demasiado predominante en la esfera militar para promover una identidad política europea; Francia insiste demasiado en la autonomía política europea para favorecer la cohesión de la OTAN. Para los EE. UU. el mando integrado de la OTAN ha sido expresión de la unidad aliada; para Francia, una amenaza. Francia ha querido ver un oculto intento de dominación por parte de los Estados Unidos ante un papel militar independiente europeo, visión no compartida por la mayoría de los países que conforman la Unión Europea y, la misma OTAN.
Tanto Francia como Estados Unidos se siguen guiando por determinados conceptos o ideales en el plano de las relaciones internacionales, basados en sus historias. Francia, bajo el concepto de Richelieu, continúa defendiendo la política de la raison d’État y el cálculo preciso del interés nacional; mientras los Estados Unidos, practican el ideal wilsoniano. Convencidos de la existencia de una armonía subyacente los EEUU han insistido en que, siendo idénticos los objetivos europeos y los norteamericanos, la autonomía europea es innecesaria o peligrosa. El futuro de la Alianza Atlántica reside en su rol decisivo de ayudar a los Estados Unidos a enfrentarse a la predecible evolución del siglo XXI, sin importar cuál de las fuerzas concebibles será la predominante o la más amenazadora. La capacidad de EEUU para hacer frente a cualquiera de estas evoluciones, aumentará gracias a la cooperación de las democracias del Atlántico Norte. De esta manera, tal como lo expresara Henry Kissinger, “las cuestiones que solían llamarse fuera del área se volverán el núcleo de la relación de la Alianza Atlántica, que deberá ser reorganizada con este propósito”.
Los grandes desafíos globales del período contemporáneo no pueden resolverse mediante una aplicación literal del arte de gobernar, sea el de Richelieu o el de Wilson. “El enfoque de Richelieu fomenta el nacionalismo de los países europeos y produce una Europa fragmentada. Un wilsonismo no diluido debilitaría el sentido de identidad europeo. El intento de deformar instituciones europeas basado en la oposición a los Estados Unidos terminará arruinando tanto la unidad europea como la cohesión atlántica. Por otra parte, los Estados Unidos no tienen que temer a una intensificada identidad europea dentro de la OTAN, porque resulta difícil imaginar una acción militar europea autónoma a cualquier escala y en cualquier zona sin el apoyo político y logístico norteamericano. Al final, no es el mando integrado el que genera la unidad, sino el sentido de unos comunes intereses políticos y de seguridad”.
“La controversia entre los Estados Unidos y Francia, entre los ideales de Wilson y los de Richelieu, ha sido arrollada por los acontecimientos. Tanto la Alianza Atlántica como la Unión Europea, son bloques indispensables de construcción para un orden mundial nuevo y estable. La OTAN es la mejor protección contra el chantaje militar, de cualquier lado que llegue. La Unión Europea es un mecanismo esencial para la estabilidad de la Europa central y oriental. Se necesitan ambas instituciones para el establecimiento de un orden internacional pacífico” (Kissinger, Henry, “Diplomacy”, Simon & Schuster, 1998).