En la literatura dominicana, sin importar el género literario cultivado, el negro es el otro, no el que escribe. Hasta donde se sabe no hay novela negroide ni teatro ni cuento. En el caso de la poesía ya está patentado. Muerto Trujillo, pareciese que solo había tiempo para la poesía de reivindicación social, donde se encontraban lo negro a “salvar”, y donde se ocultaban las verdaderas esencias del escritor que las cultivaba.
Uno de los primeros poetas con poemas escritos de factura social con tema negroide por ser los que hacen el trabajo pesado, fue Rubén Suro. Una selección de sus poesías, “Poemas de una sola intención”, compilación y notas de Pedro Conde, ediciones de Taller, 1984, contiene un poema que, según el recopilador y autor de las notas y el poeta, fue uno de los primeros poemas “negroides” escritos como tal, titulado: “Al negro antillano constructor de carreteras”, montado en estructura clásica, que luego nos recordaría el ritmo de algunos de los poemas célebres de Manuel del Cabral.
Suro, poeta de “Los Nuevos”, movimiento formado en La Vega, bajo orientación de Domingo Moreno Jimenes, estudiaba. por el mismo autor del “Negro antillano constructor de carreteras”, en 1936, con otros contertulios que no sobrevivieron. Suro estudiaba y leía mucha literatura alusiva a los negros, aunque nunca llegó a teorizar, los conocía y les apasionaba, desde temprano de la década de los 30 del siglo pasado.
La incursión temprana de Rubén Suro en la poesía negrista, primero que Manuel del Cabral, evidencia que como tema sí fue abordado. Cual sea la razón, se escribían poemas, pero no se desarrollaba la temática como una estética y con la permanencia a través de años. Ni Rubén Suro ni Manuel del Cabral lo hicieron; por lo que podría llegarse a pensar que en la poesía dominicana no existe la poesía negroide sin importar que se posea un exponente de alto vuelo como Manuel del Cabral,
Desde Juan Antonio Alix, uno de los primeros cultivadores como poesía popular o décima, pasando por Domingo Moreno Jimenes (con un poema, “El haitiano”, que no es tema negroide). Rubén Suro, Manuel del Cabral hasta Hernández Franco (entre otros) el tema del negro, sus vicisitudes ante la vida, sus cantos, sus bailes y mil razones más que puede haber para escribir un poema sin importar su raza, pues, aunque se dude, ha estado presente. Ahora bien, ¿el hecho de que si hay poesía negroide da a entender que las hay de otro color? Hay que diferenciar, una cosa es escribir un poema al negro y otra un poema negroide o lo que se entiende como tal.
En lo que atañe a los poetas Sorprendidos, afueriaron ese tema de sus especulaciones metafísicas para la construcción del artefacto llamado poema. Sus temas mayores están muy lejos de la poesía negroide sin discutir sin son superiores o no, que no viene al caso y eso que vivieron como movimiento el nacimiento y florecimiento de la poesía negroide junto a sus grandes exponentes latinoamericanos y antillanos. En su revista, Cuadernos de poesía sorprendida (1944-1947), nunca dieron cavidad a esa temática y no porque se considerarán “blancos”. Tampoco lo hicieron en los Cuadernos de Cultura Dominicano.
De los independientes del 40, ni decir, sus preocupaciones sociales como tema de la poesía no caían la negritud, aunque ya para su tiempo era una escuela muerta, aunque no se necesita que esté de moda un tema para ser abordado y hasta escribirse poemas de calidad. En el caso de Manuel del Cabral, en el ocaso del tema, escribió toda su poesía negroide en el exterior, de seguro que de haber vivido en el país no escribe esos inigualables poemas que enorgullecen a los blancos, pero no a los negros, principalmente a los “negros” dominicanos que no lo postulan tan solo detrás de la oreja sino en otra parte del cuerpo. Lo de detrás de la oreja es de los mulatos y blancos dudosos.
Lo anterior nos dice que el poeta dominicano sabe a qué le canta y que, aunque la poesía negroide estuviera de moda, ellos no se sentían motivados a cultivar ese tema, aun fueran mulato como tal o casi negro, dentro de la nomenclatura racial y denominación de “indio”, como sustitución de mulato y negro, impuesta por la dictadura trujillista a la gran mayoría de los dominicanos. De lo blanco no hay mucho qué decir, son los dueños del circo.
Por ser la poesía el género que tiene la primacía, no es extraño, pues esta se presta más, por su brevedad, al ritmo, sin que sea una condición sine qua non, pero de que se siente más el asunto, no hay la menor duda. Agréguesele una condición esencial de la poesía negroide, la oralidad como fuente primigenia del canto, el baile, las creencias de diversas procedencias que lo arropan todo.
Los poemas negroides, denominación general, tienen la música por dentro por esa oralidad totalizante más el lenguaje proporcionado por una lengua flexible. Saco a colación la siguiente interrogante: ¿El poeta dominicano, radicado en el país, debido a la dictadura no se atrevía a escribir una línea de poemas negroides por temor? En parte tiene razón, pues el dictador estaba sembrando de blancos la frontera y para muestra, basta. Hasta donde sé, Manuel del Cabral nunca puso a circular uno de sus libros en el país como tampoco lo escribió, como Rubén Suro, tampoco publicó ningún libro con esa temática. Del Cabral enviaba desde la Argentina sus libros a los conocidos y uno que otro poeta y familiares. Otro dato a destacar es que Pedro ni Max Henríquez Ureña nunca dijeron nada por escrito en torno a su poesía negroide de Manuel del Cabral, tan valorada en ese momento.
En término general, los poetas dominicanos se sienten a menos al escribir poemas negroides. Se le celebra a Manuel del Cabral sus poemas negroides, pero ni para su tiempo de gloria se le emuló. Se le veía como divertimiento de un blanco que de por sí tendría algún pariente de primera línea negro en cualquier parte del cuerpo.
El poeta “negro”, mulato de origen dominicano, se considera blanco a la hora de escribir. Los negros son los otros. Es el caso de Juan Sánchez Lamouth, Pedro Mir y la Generación del 48 y de la Post Guerra y otras más recientes. Los negros de por aquí, principalmente los llamados Cocolos, por ser origen de las Antillas menores, no se consideran negros en la acepción criolla.
El poeta dominicano canta, se considere como se considere, a las reivindicaciones sociales ligada a la falta de oportunidades, educación, trabajo, miseria, por ejemplo, pero no a la esencia de ser negro u origen negro. Las negras de por aquí no tienen el tumbao de las cubanas, para destacar un país. Las de las islas menores son más conservadoras por la cultura inglesa.
En lo relativo a la generación de los 80, agrupados en el taller literario “César Vallejo”, el único poeta que sazonaba mucho la poesía negroide era el poeta Miguel Antonio Jimenes. Quizás escribió uno que otro poema que ya olvidó, pero el ejemplo es para resaltar la ausencia total del tema en una generación importante dentro de la joven poesía dominicana. En el caso general, una cosa es realizarse eróticamente con una negra y otra escribir un poema negroide y uno creerse lo contrario, siéndolo, incluyendo hasta el lado grotesco de soñarse blanco.