“El sentido de la política es la libertad”. Hannah Arendt

Un nuevo fantasma ha comenzado a recorrer el mundo, como alguna vez dijeron Marx y Engels.  Pero a diferencia de aquel pronóstico colectivista, el nuevo fantasma es el denominado nueva política, cuya existencia y, más que nada, necesidad se reclama no solo en una Europa convulsa, sino, fundamentalmente, en las naciones emergentes y en las de regímenes democráticos incipientes o en fase de fortalecimiento.

Montesquieu en su libro L´Esprit des lois lo reduce a tres formas de gobierno -tiranía, monarquía y republica- incluyéndole inmediatamente una observación totalmente nueva. “Il y a cette différence entre la nature du gouverment et son príncipe que san ature est ce qui le fait être tel, et son príncipe ce qui le fait agir “ (III,1).

Y, ciertamente, las acciones concretas de cada gobernante y de los ciudadanos que viven bajo sus formas de gobierno, hoy en día no pueden explicarse solo con los pilares conceptuales de las definiciones acostumbradas del poder.

Hoy, el concepto de nueva política no es una concepción ideológica, tampoco es una receta de marketing. Es una noción que se aparta de las prácticas antidemocráticas de los viejos esquemas, un camino hacia la confianza ciudadana que promueve cercanía.

Aunque se confunda este término tan reciente, a falta de una “definición” o de nociones que delimiten su alcance y contenido, si la nueva política es solamente la negación de lo malo, corrupto y criticable de la política tradicional, entonces es tan vieja como la política misma.

La nueva política, por la que abogamos desde diversas posturas y posiciones políticas, representa un cambio paradigmático en la forma en que los gobiernos y lideres políticos interactúan con los ciudadanos y gestionan sus recursos públicos. Es una praxis, un hacer, que en la medida en que se nutre de una serie de principios, modifica la esencia misma de la política.

Si el objetivo es construir sociedades más justas, resilientes y equitativas, entonces la nueva política debe centrar su enfoque en la innovación, sostenibilidad, la participación, inclusión y transparencia, pues son principios que fortalecen la democracia y contribuyen a enfrentar de manera efectiva los desafíos del siglo XXI.

¿Se puede hacer nueva política desde cualquier posición ideológica? Entendemos que sí. Aunque a algunos les dé resultados a corto plazo el hacer “política de audiencia”, con la mirada del nuevo liderazgo, la nueva política ofrece un enfoque contemporáneo de gobernanza, con diversas perspectivas, que todas apuntan al rescate de la confianza de la gente en la política como actividad pública y en los políticos como actores sociales de primer orden.

En este siglo XXI la política enfrenta retos sin precedentes a causa de la digitalización, el empoderamiento ciudadano y la globalización; obligando al liderazgo político a responder ante las demandas de la ciudadanía, estableciendo con ello las bases sólidas para restaurar la confianza y participación.

Otros factores importantes de estos tiempos son el desencanto de la política (y de la democracia misma), el populismo de signo diverso, la crisis de las ideologías tradicionales y las recesiones democráticas que se observan a todas las latitudes, así como una recomposición del balance de poder internacional.

La transparencia en la actividad política -partidaria o no- implica que las decisiones, acciones y procesos gubernamentales sean accesibles y comprensibles. Este principio no solo contribuye a reducir la corrupción, sino que también fomenta una cultura de confianza y responsabilidad ciudadana. En la nueva política, estos componentes del quehacer político son sumamente importantes en un mundo que parece unidimensional (Marcuse), por lo menos desde el punto de vista de los sistemas económicos.

Cuando los ciudadanos tienen acceso a la información clara y veraz la confianza en las instituciones y los actores del ecosistema político se incrementa, fortaleciendo la cohesión social y la actividad política misma. La transparencia equilibrada, respetuosa de los datos, expone las acciones y nos invita a la vigilancia pública y el hacking cívico.

Para nosotros, como dijimos, la nueva política constituye una nueva forma de ejercer el deber ciudadano de participar en la vida política, fomentando la participación, la transparencia y una representación cada vez más democrática de sectores tradicionalmente excluidos de la toma de las decisiones que les afectan.

Y, como apuntamos, modificar la praxis política, reencauzándola por sendos de una participación mucho más plena, abierta y honesta, va a modificar la esencia misma de la política, su contenido, su noúmeno (Kant).

Eso y no otra cosa es la nueva política: hacer política completamente alejada del criterio de que “el poder es para usarlo” -con los abusos y la corrupción que esta concepción siempre ha producido- para centrarlo en la gente, en el ciudadano, y en la necesidad inaplazable, de convertirlos en verdaderos participes de la toma de decisiones que los afectan, en sujetos y actores de su progreso y destino.