Historiar el odio no es nuevo en los hangares occidentales. Fue trabajado por Freud en su texto el Malestar de la Cultura y por Lacan en el Seminario 1. El primero, lo trató como el odio al padre y la instauración de la cultura; sostenía que la pulsión aumenta con el devenir de la represión, porque de lo contrario se abocará a la muerte y la agresión como acto. El otro discípulo, lo trabajó con el sentido del narcisismo; consideró al odioso como el gran envidioso, es decir  aquel que el sentimiento de agresión, lo expresa y acciona contra otro sujeto, porque esa persona representa penínsulas de algo que el envidioso desea y no posee.

El odio en su marco psíquico, no solo es una expresión que está contenida para el individuo,  también se observa en las masas. Los psicoanalistas usan  el mismo modelo para explicar tales comportamientos colectivos. Exponen que es una estructura que se encuentra en los orígenes y conformación de la cultura. Las masas muchas veces tratan de identificar, a un supuesto enemigo, que tiene eso que “ellos desean”. Y que se constituye en una obsesión de bordes demenciales, de los cuales se crean e inventan memorias.

Es la moldura de la cultura, la que  expresa el sentido de lo colectivo. Y es ese carácter de la pulsión de destrucción en la que se desnudan, los sentimientos y enunciados que se transforman en palabras, agresiones e injurias. Por eso una y otra vez, se envuelve en la repetición de atacar y perseguir al objeto de su deseo. Es esta la pregunta del amante: si te importó, porque me persigues y agredes. En el psicoanálisis, la respuesta es clara, la falta; es una geografía del desamparo.

En el acto mismo del acoso persecutorio,  el obseso envidioso establece sus deseos. Y uno de esos deseos es establecer la diferencia del otro, a partir de destruir el objeto que desea para llenar su falta.

El odio es la expresión psíquica de querer lo del otro, de los tipos de ataque y persecución del  proceso del rencor y la destrucción.

El plan de poseer, de poseer lo que no se tiene, se evidencia en las maquinaciones de destrucción del otro, anclado por su esencia en la mentira, no en los hechos. Estos actos resultan repugnantes, intolerantes, denigrantes. Estos no se pueden reconocer a sí mismos.

La República Dominicana tiene muchas leyes, pero nosotros necesitamos legislar para evitar tales grupillos que quieren presentarte como los sacrosantos que merecen que se les permita salir a odiar y atacar a personas, tan solo por no ser negros y haitianos.

En ese marco, la psiquis se evidencia carente. Los fundamentos de los odios étnicos, de los acosos, de la antipatía, del prejuicio, evidencian solo la inseguridad y el terror que Goya plasmará como el sueño de la razón producen monstruos. Monstruos, que estos carentes se desvelan por hacerles parir su intimidación, su morbo de la violencia, su discriminación, su deshumanización, con lo que perniciosamente medrar el alma de las naciones; como explícito a la extrema derecha de la polarización política norteamericana.

Resaltan, casos conocidos como el antisemitismo, el racismo, el colonialismo, las persecuciones a las personas LGBTQIA+ y los migrantes haitianos o cualquier otra nación.

La semana pasada se prohibió una actividad pública, a un grupo que se consideran “los salvadores de la patria”. Se fundamentó esta decisión en el oportuno tecnicismo de carencia de permiso para instalar una tarima, la realidad podría ser más compleja en el marco de lo ético y lo legal. A estos se le dio un permiso para realizar una protesta pacífica sobre sus demandas de expulsión de los ciudadanos haitianos indocumentados, aunque seamos honestos, realmente claman contra todos nacionales haitianos, según sus propias narrativas. Nunca les ha escuchado pedir reclamar el rigor migratorio hacia otros indocumentados, menos aún rubios, “ojos azules”.  Ellos estaban uniformados de negros, copiando a los viejos camisas negras italianos o las camisas pardas alemanes en la década de los años veinte. Esas milicias voluntarias formaban parte de la seguridad nacional de los estados fascistas. Que yo sepa este país es democrático. Hoy días, Alemania prohíbe tales uniformes e inclusos los saludos y parafernalia nazi, ni mucho menos permiten esas manifestaciones de odio, uniformados como milicias patriotiqueras, so pena de ser multados y apresados por violación a las leyes. Parafernalia, que en nuestro país parece irse gradualmente normalizando, regularizando y aceptando como diálogo realmente un monólogo que no respeta ni al otro, ni a lo humano.

La República Dominicana tiene muchas leyes, pero nosotros necesitamos legislar para evitar tales grupillos que quieren presentarte como los sacrosantos que merecen que se les permita salir a odiar y atacar a personas, tan solo por no ser negros y haitianos. No es posible que se les permita salir a la calle a personas con un lenguaje de odio étnico, sean de derecha o de izquierda. Necesitamos legislar para evitar historias odiosas que le ha costado al mundo, millones de muertos, pérdidas considerables económicas y dolores profundos del alma.

Todo proceso de reorganizar a los inmigrantes indocumentados se tiene que mantener en un orden de respeto de sus derechos humanos. Entiendo que todo Estado necesita crear las bases de su seguridad. El Estado dominicano tiene que desarrollar un eficiente control migratorio para que se eviten los problemas que tenemos con esas odiosas deportaciones que irrespetan los derechos humanos.

Toda política migratoria debe adecuarse a los lineamientos de respetar los derechos, evaluar las personas que tienen sus papeles en reglas, ponerse de acuerdo con los empleadores para que a estos se le exijan sacar los permisos migratorios, tal como lo requiere las leyes migratorias de este país. Creo en lo personal que la actitud de la Ministra de Interior y Policía fue correcta, no se puede permitir que grupillos de amigotes puedan andar como quieran y desafiando hasta el propio presidente. Hasta donde entiendo, este es un país que se rige por las leyes democráticas. Gracias por tu lucido civismo democrático, Faride.