La Navidad es una importante celebración cristiana. Se conmemora la natividad o nacimiento de Jesucristo, lo que se interpreta entre cristianos como la venida de Dios, quien se presenta como hombre. Por lo que Jesucristo es llamado: el camino, la puerta, el verbo hecho carne, la verdad, la vida. Con él llega el evangelio o buena noticia de que existe la esperanza de trascender este plano existencial.

En la actualidad podemos apreciar que la Navidad principalmente se ha convertido en una fiesta social llena de tradiciones que se han transmitido de generaciones en generaciones, usualmente integrando elementos locales de las diferentes culturas a través del mundo. Es una gran oportunidad para compartir, relajarse, reencontrarse, dar y, en fin, ser felices. Porque la alegría es una de las intenciones inherentes a la temporada. Los cristianos procurarán mantenerse en el lado positivo de la vida y ser felices. Lamentablemente, puede ser una época de excesos en que podría deteriorarse la salud o perderse algunas vidas.

El 25 de diciembre se relaciona con el solsticio de invierno (cada año varía unos días), es el momento del año en que el día es más corto. Los pueblos de la antigüedad veían con preocupación que los días se acortaban progresivamente, porque estaban muy conscientes de que nuestra vida depende del sol; pero hacia el 25 de diciembre esto se revierte y comienza a “crecer el sol” (es decir a hacerse los días más largos). Al no conocerse con precisión la fecha de nacimiento de Jesús, se consideró que Jesucristo es la luz del mundo al igual que el sol es la luz y vida de nuestro planeta, por lo que se escogió esa fecha simbólica para la Navidad.

Esta adaptación acontece cuando los cristianos dejan de ser perseguidos por el imperio romano en el siglo IV D.C., convirtiéndose en la religión oficial del imperio. En Roma se celebraban las “Saturnales” eran unas fiestas paganas dedicadas al dios Saturno y era todo un carnaval en que se relajaban las costumbres, se permitían libertades hasta a los esclavos, se reunían e intercambiaban regalos. El mundo cristiano adopta esta celebración “bautizándola” o convirtiéndola a la nueva fe.

Para una parte de la humanidad, la Navidad celebra el nacimiento del mismo Dios, quien asume una personalidad humana y se manifiesta a nosotros para que podamos tener el mejor ejemplo posible de vida. Los que no lo consideran la encarnación divina, normalmente reconocen que fue un ser muy especial. Algunos pocos han intentado negar su nacimiento, y al hacerlo, resulta muy difícil explicar el fenómeno histórico, social y espiritual del cristianismo. De hecho, la historia la dividimos en antes y después de Cristo.

Además del aspecto festivo de la Navidad, conlleva un importante simbolismo individual digno de conocerse y de vivirse. Ciertamente los humanos nos caracterizamos por ser racionales (aunque no siempre lo suficiente), pero también por ser ritualistas, al punto de que uno de los elementos que nos permiten reconocer históricamente la hominización o antropogénesis (cuando comenzamos a ser algo más que animales), son los hallazgos de evidencias arqueológicas de rituales funerarios; porque estos rituales reflejan la creencia en algo más que la vida material. Cuando los grupos humanos comienzan a enterrar sus muertos considerando una posible vida futura, se constata que se están distanciando de los animales que sólo son conscientes de la realidad material. Como los animales manifiestan cierto grado de razonamiento, la espiritualidad podría ser la diferencia más notoria de la especie humana.

La Navidad conlleva un valor espiritual que conviene descubrir. Para los cristianos es una experiencia emocional que permite expresar gratitud y devoción a la persona de Jesucristo y todo lo que representa. Pero incluso para los no creyentes podría ser una experiencia valiosa, no sólo por lo festivo. Hablamos de celebrar un renacer, abrirse a nuevos horizontes, pasar la página o capítulo, reiniciar (“resetear”) nuestro sistema o consciencia, empezar de nuevo.

La misión de Jesucristo lamentablemente no es muy entendida por los cristianos, así algunos consideran que Dios viene al Mundo con fines de hacerles la vida fácil, para que no tengan que trabajar y simplemente constituirse en una especie de fans o admiradores de él (muchos creen que Dios tiene mucha necesidad de que lo alaben). Ser vagos o inútiles dista mucho del propósito de nuestra existencia. En todo momento el llamado que Cristo hace es a: asumir un nuevo estilo de vida, a caminar, usar los talentos personales, a servir, permitir que se manifieste un ser humano superior y trascendente, comprender que la existencia terrenal es una breve experiencia dado que somos inmortales e insistió en que “todo” lo que él había hecho, sus seguidores lo harían (Juan 14:12).

Evidentemente en el interior del cristiano debe ocurrir una navidad para que se manifieste su esencia superior (o divina) dormida y quien más la necesita es quien cree no necesitarlo. Es lo que durante milenios se ha presentado como el propósito terrenal de la existencia humana.