Aquel día, ya hace 20 años, ese 11 de marzo del 2004, y que hoy recordamos por el infausto acontecimiento cuando 10 mochilas cargadas de explosivos fueron detonadas en cuatro trenes que viajaban dirección Cercanias de Madrid, abarrotados de pasajeros que se dirigían a sus diversas actividades y que resultaron en alrededor de 193 muertes y mas de 1800 heridos; sacudía a España y al mundo una vez más, en el que fuese el mayor atentado terrorista en toda la historia del país ibérico.
El avieso acontecimiento, sorprendió una nación que en cuestión de días se avocaría a las urnas para elegir entre el candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, quien aventajaba a Jose Luis Rodriguez Zapatero del PSOE. Jose María Aznar, el impresentable presidente del gobierno español, dejaría su cargo luego de 8 años en el poder. Con una popularidad casi en el piso, Aznar a contrapelo de la voluntad popular se unió junto a Toni Blair en su apoyo incondicional a la guerra contra el terrorismo encabezada por George W. Bush, quien en su cruzada en contra de Irak fundamento su discurso belicista en la especie falsa de que la nación árabe poesía armas nucleares que nunca fueron encontradas.
A pesar de las multitudinarias marchas en contra de la invasión, el arrogante Aznar no dio su brazo a torcer y por razones que hasta hoy desconocemos se unió en esta odiosa expedición militarista e imperial en contra del país árabe. A pesar de las amonestaciones de que retirara el apoyo a Washington, mismos que los yihadistas dieron a conocer y llegaron hasta sus oídos, Aznar se mantuvo firme en su apoyo a “occidente”.
Tras el trágico acontecimiento en suelo español y con el objetivo de deslindar los ataques de su participación en la llamada coalición en contra de Irak, Aznar y su sequito desarrollo todo un aparataje mediático en contra de la organización separatista ETA. Todos sabían que la organización separatista no contaba con el personal y sofisticación necesaria para llevar a cabo un ataque que a todas luces tenia el sello de los integristas islámicos de Al Qaeda. Pero en su desespero por limpiar su imagen, Aznar intento azuzar la población española implicando a ETA para que el voto del miedo beneficiara a la derecha representada en el candidato Mariano Rajoy.
El acorralado presidente saliente, se dedico el mismo a contactar a los principales medios noticiosos españoles diseminando la risible especie de que la autoría de los ataques era de origen vasco. La mayoría de los medios se replegaron ante las pretensiones de Aznar dando por buena y valida la especie de que fueron los vascos los responsables. Inclusive, todo el cuerpo diplomático fue amonestado que repitiese la simpática explicación oficial.
Según Aznar, ETA se había vinculado con una facción del integrismo islámico que todavía mantiene la idea de recuperar los territorios perdidos por los musulmanes en las guerras de las cruzadas. Que este atentado respondía a esos sueños quiméricos por parta del integrismo islámico. Sin embargo, Aznar no conto con la reacción colectiva de repudio que habría de enfrentar. Millones de ciudadanos españoles salieron a las calles a manifestarse en contra de la grosera manipulación de los hechos a la vista de todos. La sede del Partido Popular enfrento a cientos de miles de airados manifestantes quienes protestaron ante sus lideres viendo en estos un puro cinismo en su narrativa infame que pretendían esgrimir lo que provocó un vuelco espectacular que dio la victoria a Rodriguez Zapatero.
Pero Aznar y su grupo no desistieron aun después de la derrota. Toda una elaborada teoría de la conspiración para justificar su disparatada actuación en el manejo de la crisis fue tejida. Aznar continúo explotando el nacionalismo para justificar una cacería de carácter jurídico y militar hacia los independentistas vascos. También se dedicó sin pruebas a cuestionar la legitimidad de las elecciones en donde su candidato perdió en el 2004. Todo un montaje truculento e ideológico de manipulación de los hechos, que todavía hoy persiste en España.
Su prepotente actitud, a dos décadas del suceso, no ha cambiado. En un reciente editorial publicado por la fundación FAES que el mismo preside, tilda de “profesionales del embuste” a quienes le recuerdan su execrable comportamiento durante el fatídico suceso.
A veinte años del lamentable suceso y en un contexto global en donde la relectura de los hechos, la industria de la mentira y propagación de verdades alternativas incrementan la polarización social que hoy enfrentamos, en honor a las víctimas de dicha tragedia, se hace hoy más que nunca imperante denunciar y seguir condenando a estos actores que como Jose Maria Aznar y el PP de España no tuvieron reparo en mentir a la sociedad de manera burda mediante la narrativa infame que se esforzaron diseminar.