La mujer era parecida a la voz, como decía un relato de Borges: tímida, discreta, encantadora. Se llamaba Astrud Gilberto y acaba de morir el 5 de junio, en Filadelfia, Estados Unidos.

De ella quisiera hablar, aunque ignoraba muchas cosas de ella, por ejemplo que había nacido en Bahía, en marzo de 1940, bajo el nombre de Astrud Evangelina Weinert, tampoco sabía que siempre usó el apellido de su esposo, el músico y guitarrista Joao Gilberto, aunque su matrimonio fue efímero, a diferencia de su luz como cantante.

Ella, Astrud le dio vida en inglés a la canción que Tom Jobim y Vinicius de Moraes compusieron en honor a la alegre chica que caminaba, llena de gracia, rumbo al mar, en Ipanema. Sabemos que este par de artistas, junto a Joao Gilberto, nos regalaron la bossa nova para regocijo (universal y eterno) de todos.

Asrtud, la mujer parecida a la voz, nunca había cantado en público, hasta que gracias a su encantadora audacia, la fortuna la eligió para que lo hiciera en inglés. Ella  acompañaba a su esposo y a los músicos aludidos, quienes preparaban un disco en Nueva York, que llevaría por título Getz-Gilberto. Ese disco tenía la magia, la magia de su voz, que iba a brillar, por primera vez y para siempre, con la melodía The girl from Ipanema.

Obvio mencionar que el LP aludido fue un éxito. Sobre todo, gracias a la susurrante voz de Astrud, no obstante, Getz, el nefasto saxofonista, se encargó de que a ella no le tocaran regalías. Salvo los 120 dólares que le correspondieron por la jornada de grabación, mientras que a los otros les dieron un montón de plata. De esta manera la brasileña empezaba una carrera inolvidable en el canallesco y masculino mundo de la música.

Algún tiempo después, como lo he dicho, se alejó de su marido (y de su país, donde nunca la reconocieron) pero nunca de la composición ni del canto. No sólo empezó a vender discos y a presentarse en clubs de Manhattan, también participó en la banda sonora de muchas películas. Historias de espías, de complots internacionales y de Guerras Frías, eran endulzadas con canciones como Who needs forever, que se escucha en Deadly Affair de Sidney Lumet, que en español le pusieron Llamada para un muerto.

Más tarde, en los años setenta, cantaría a dúo con el trompetista Chet Baker otro clásico: Far away, que habla del gozo efímero del amor: «When love has died what more is there to say», se pregunta en un murmullo, la mujer que era parecida a la voz.

Es más, incluso George Michael quiso cantar un tema con ella: Desafinado. El británico organizaba un proyecto para obtener fondos en la lucha contra el Sida y no dudó en echar mano (¿echar voz?) de los éxitos de la bossa nova, con un toque de música electrónica y ecos del fin de siglo: Red, Hot & Rio se llamó este experimento sensacional.

En fin, la misteriosa cantante fue evasiva con la prensa durante mucho, mucho tiempo. Malinterpretan lo que digo, lo deforman o lo que es peor, sólo se interesan en mi vida íntima que a nadie atañe, decía con melodiosa razón, Astrud. Quién desea entrevistas cuando hay canciones.

La muerte, siempre inoportuna, la encontró tranquila y feliz en su hogar de Estados Unidos. En estos días, muchos han recordado a la mujer parecida a la voz, que resistió y brilló en un mundo lleno de lobos disfrazados de oveja, como solía llamar a los ineptos jefes del negocio musical que osaron controlarla…