La necesidad de resolver carencias y mejorar la calidad de vida de sus familias y su entorno ha hecho que las mujeres se hayan integrado de manera muy activa a las juntas de vecinos, las redes de solidaridad y los trabajos comunitarios, lo que ha hecho que el gobierno local sea el mundo público más conocido por ellas y en el que tradicionalmente han logrado mayor participación.
El nivel de gobierno municipal es el que se encuentra más cercano y accesible a las mujeres aunque, paradójicamente, los puestos de mayor poder y responsabilidad son ocupados mayoritariamente por hombres.
Hoy día las poblaciones urbanas se están feminizando cada vez más y, al mismo tiempo, se pone de manifiesto el desfase entre lo que las mujeres aportan a la prosperidad de las ciudades, con trabajos remunerados y no, y lo que obtienen en materia de representación en la gobernanza local y de igualdad en el acceso al trabajo y al espacio público.
Aunque las localidades alojan a más mujeres que hombres, una amplia gama de factores frena que las mujeres actúen como motores integrales del desarrollo municipal sostenible, entre ellos su posición desfavorecida en el mercado laboral, su responsabilidad ante la agenda del cuidado y el mayor riesgo que corren de ser víctimas de actos de violencia de género.
Es por ello que se hace necesario liderar procesos locales donde se pongan en marcha iniciativas para compaginar el trabajo asalariado y el asistencial no remunerado, para el acceso a viviendas dignas, para garantizar un mínimo bienestar económico con emprendedurismo e innovación, para crear un desarrollo urbanístico que incorpore la seguridad y el libre disfrute en el acceso a los espacios públicos y para promover mayor participación política de las mujeres en los gobiernos locales.
Quiero señalar que aunque la violencia de género la determinan en gran medida las diferencias en las concepciones culturales de feminidad y masculinidad, también tiene mucho que ver con la falta de infraestructuras básicas y de acceso a los servicios, que incrementan la vulnerabilidad de las mujeres en las ciudades.
En todo el mundo, la agenda para lograr la igualdad de género ha registrado avances considerables. Ahora las mujeres tenemos un mejor acceso a los servicios básicos, participamos más en la gobernanza y somos más conscientes que nunca de nuestros derechos.
Las mujeres que están en posiciones de liderazgo en los gobiernos locales son las llamadas a tomar conciencia de su rol para promover los cambios que se requieren para seguir construyendo puentes hacia la igualdad, mediante transformaciones culturales, innovación y educación. Si colocamos la igualdad de género como prioridad en la agenda de los gobiernos locales, las ciudades pueden convertirse en el baluarte de la esperanza femenina.
La crisis que estamos viviendo producto de la COVID-19 nos coloca en un nuevo escenario donde mujeres de todo el mundo se están encontrando en situaciones nuevas y difíciles. Las legisladoras y las directivas sufren la misma discriminación de género que las vendedoras de comida en las calles. Si bien es cierto que las mujeres ya son propietarias de tierras, cabezas de familia, políticas, migrantes, empresarias, deportistas, profesionales, técnicas, ejecutivas, obreras, todas ellas se topan con la desigualdad de oportunidades.
El mundo nunca había asistido a un proceso de urbanización tan rápido ni a una transformación tan profunda de la forma de vida como la vivimos ante esta crisis sanitaria que paralizó todos los sectores productivos, económicos y sociales. Tampoco habíamos asistido a un cambio cultural y a una ruptura con la vida tradicional en tan corto tiempo y de modo tan abrupto.
Las mujeres hemos sido las más afectadas, por lo que retomar el ritmo de vida en las ciudades requerirá de una gobernanza local que estructure planes y políticas locales que garanticen la incorporación de las mujeres al aparato productivo y a la vida social, desde un nuevo equilibrio en la agenda del cuidado.
Mujer política: una experiencia personal
Me inicié en la política siendo muy joven, con menos de 20 años. Ahora y mirando en perspectiva puedo asegurarles que es fundamental que las mujeres fortalezcamos el asociativismo. Como leí hace un tiempo: las mujeres solas somos invisibles, juntas somos invencibles y confieso que esta frase que marcó.
Desde este espacio quiero decirles a las mujeres alcaldesas y regidoras, a las directoras de distritos y a las vocales, que promuevan el liderazgo femenino en la municipalidad como entes de poder para, desde el gobierno local, hacer de nuestras ciudades espacios donde se desarrollen las mujeres y los hombres en igualdad de oportunidades y en una cultura de derechos que garanticen la paz y la inclusión social.
Construir el poder para una mujer sigue siendo complejo, complicado y hasta rudo, pues se nos cuestiona nuestra capacidad para lograr y administrar poder desde una práctica continua y sobre todo teniendo en cuenta que la política ha sido un ejercicio con características muy masculinas, en el que las mujeres seguimos siendo vistas como intrusas.
Tanto así, que en América Latina los ámbitos de poder locales siguen siendo espacios de hombres y, de hecho, somos pocas las mujeres que logramos ser candidatas y menos aún las que ganan candidaturas a alcaldías y otros espacios de poder local.
Motivos hay suficientes para promover a más mujeres a cargos de dirección en los gobiernos locales. Debemos apostar a motivar, integrar y capacitarlas para que participen en el ejercicio de la política partidista y para que aspiren a alcaldesas, regidoras, a directoras locales, a vocales.
Formar y educar es una tarea que debemos tener siempre en nuestras agendas partidarias, por lo que creo firmemente que desde las organizaciones políticas debemos apostar a la creación de programas que fortalezcan y apalanquen a más mujeres en la gestión de liderazgos locales en nuestras ciudades.
Desarrollar el arte urbano, la cultura, los deportes, todo con enfoque de participación femenina, iniciativas donde ellas muestren sus diversas facetas y capacidades, son de las actividades que harán más visibles a más mujeres en el plano local.
En la transformación de nuestras ciudades, debemos fomentar la participación de las mujeres en la construcción de espacios más resilientes, urbes limpias, seguras y con un ambiente acogedor y confortable para ser disfrutado por toda la ciudadanía. Por ejemplo, fomentar rutas de murales, ferias comerciales fijas para mujeres, festivales artísticos, el desarrollo del cooperativismo, las mesas de negocios de mujeres, el reciclaje, espacios tecnológicos, entre otras iniciativas.
Como mujer, como política, como munícipe, se que existe un ideal de ciudad, villa o localidad y ese espacio público común, confortable y seguro, lo podemos construir juntos hombres y mujeres.