El 4 de octubre de 2023, amanecimos con la noticia de que encontraron 6 cadáveres neonatales tirados en un cementerio. Borges habla de la muerte como un mundo creado por la imaginación sin los límites y sin la finitud de la existencia en el plano terrenal. La plantea cercano a una liberación y a mí siempre me ha parecido una visión con bastante sentido, si es asumida como final de destino. O sea, luego de un tránsito vital que haya permitido el ciclo de nacer, reproducirse (en la dimensión que hayas decidido la reproducción, no solo visto desde la descendencia) y luego, en un proceso de sabiduría, aceptar y asumir el fin, dejando a nuestro paso una estela, una marca, un aliento…

El 4 de octubre de 2023, una nueva vez, se rompe la posibilidad de asumir la esperanza como lo posible. Y te corre un balde de agua fría que te empapa y hace definitivo y cuasi irrevocable la amargura de aprehender un mundo cotidiano que deviene en perverso y cruel. Y sé, estoy bien consciente de que la primavera vuelve al alma. Pero Dios mío, no perdones a los seres humanos capaces de tanta inhumanidad. Dios mío, no perdones a quienes permiten y propician que en la República Dominicana haya cifras espeluznantes de mortalidad neonatal y que no genere escándalo. Para muestra recordemos los 72 neonatos muertos en tres meses en una sola maternidad[2], podrán compararla con la cantidad de nacimientos, podrán construir justificaciones; pero no, no hay explicación posible a tanta desidia, pereza, negligencia, descuido y aporofobia. Dios mío, no los perdones porque saben lo que hacen.

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué significa vivir? ¿Cuál es el sentido de la muerte? ¿Qué significa morir? Si conseguimos construir algún horizonte de sentido para la muerte, no se vincula a mortalidad neonatal y abandono de cadáveres en algún cementerio de una ciudad inhóspita con aires de grandilocuencia. Esa ciudad que se enoja y regurgita si le muestran su pobreza y se ufana con prepotencia cuando muestran su “mejor cara”, esa de “edificios altos y grandes carreteras” (como dice la canción); aunque esas grandes torres no tengan una adecuado sistema de drenaje para la disposición de las excretas y el agua de pozo para el consumo, surja de espacios tan cercanos a los pozos sépticos que produce estupor el pensarlo y entonces mejor no lo pensamos.

En este Santo Domingo querido, amado, añorado, salvaje, indolente y cruel en donde encontrar seis cadáveres de recién nacidos no nos produce más que un pavor y horror momentáneo, y rápidamente pasamos al próximo escándalo. Donde ni siquiera allantamos con golpes en el pecho por el dolor ajeno, que debería ser propio. En este Santo Domingo, pido que realicemos una oración de amor para esos seis nacidos y desechados de la manera más vil y degradante.

Estas seis criaturas recién nacidas, encontradas víctimas del hecho infame de profanar sus cuerpos y tirarlos en un cementerio, son la proclamación perfecta y la manifestación absoluta de la no vida, la negación del cosmos. Me cubre la desazón, la desilusión y el pesimismo, cuesta mucho creer en la posibilidad de la redención. En mi plegaria imploro que nos sea devuelta o nos sea entregada, si es que nunca hemos tenido capacidad de abrigarla, la capacidad de vivir desde el amor; por el descanso eterno de las almas de seis neonatos tirados en un cementerio; y porque logremos sacudir esta estructura infame en la que se está desarrollando la vida. Hoy no puedo “ir en paz”, duele el alma, el cuerpo y el país.

 

[1] Kent Leroy, canción Resucito: https://www.youtube.com/watch?v=Imdk04AO3so

[2] https://www.diariolibre.com/actualidad/salud/2023/04/18/en-tres-meses-mueren-72-bebes-en-la-maternidad-de-los-mina/2288775