Con Gaza en el corazón
Muchas personas dicen tener una teoría para explicar todo tipo de patologías y alteraciones del comportamiento. Sin embargo, están expandiendo conceptos que son mentiras, o mentiras al cuadrado, sin una base de sustentación científica. Es decir, propagan humo, difunden una esperanza falsa.
En la consulta, cada día veo dolor y frustración en grados insospechados. Enfermar no es fácil y aceptarlo es aún más duro. Ese océano de dudas, negación y resistencia al destino marcado por la genética, los hábitos nocivos o el desconocimiento del origen de la enfermedad los profesionales de la Medicina debemos gestionarlo con pedagogía y educación básica para la salud. Así, insistimos en que los fármacos no son veneno si los prescribe un médico colegiado o en que es necesario entrar en un circuito con protocolos sanitarios homologados. Sin embargo, el atractivo de la mentira anticientífica reside en el envoltorio, en la solución mágica a todo, en prometer la felicidad en “siete sencillos pasos” o en remitir al supuesto profesional que tiene la solución a lo que te sucede. En esa neblina de expectativas navegamos todos los días.
La necesidad de algunas personas de saber y conocer el pronóstico les hace acudir a fuentes no profesionales. La información sin formación no vale de nada porque se reducen a mínimos insólitos situaciones complejas, con citas supuestamente científicas de fuentes inexistentes. Es tal la inconsistencia y la desesperación del consumidor, porque actualmente todos somos consumidores de algo, ya sea de un bien intangible como la formación o de información anticientífica, que siempre existirá una población cautiva de estos engaños.
Por ello, la peor de las enfermedades es la ignorancia, que hace que nadie se considere ignorante y todos seamos expertos cualificados. Es tan potente el ruido de la mentira anticientífica que incluso en muchas revisiones bibliográficas vemos inconsistencias en teorías e investigaciones que no arrojan ningún tipo de luz y solo retrasan el inicio de una intervención en condiciones adecuadas.
Todo se ha comercializado, incluso los conceptos. En función del enfoque y del empaque, lo más importante es la forma de transmitir, utilizando recursos atractivos para decir lo que todos quieren escuchar: que con una fórmula mágica todo se va a solucionar, que la felicidad está a un solo clic, que siguiendo a este experto todos tus problemas se resolverán… Ya en las películas del Oeste de nuestra infancia veíamos a los vendedores de esperanza o los cazadores de sueños ofreciendo en botellas las fórmulas mágicas que quitarían las penas….
Ese espejismo de esperanza parte de la idealización de un interior particular, especial y único que no se exhibe y de la impronta individual de cada uno de nosotros. Pero, por más que te digan que lo importante es tu interior, es la mentira contemporánea más grande; siempre será lo que se ve, lo externo, el envoltorio del producto. Es una dinámica mercantilizada y tan enormemente atractiva que es muy difícil liberarse de este engaño. La mentira anticientífica está por todas partes.
Desde luego, hay otra opción, otro camino. Existen fuentes con un sustento que cumplen los mínimos aceptados de metodología científica, con años de estudios e investigación rigurosa… que no te dirán lo que quieres escuchar, pero te aproximarán de forma seria a la situación que deseas solucionar.