Según el poeta griego Simónides de Ceos, “la pintura es poesía silente". Y ésta es la ékfrasis que se propone el pintor mexicano Alejandro Arango en su pintura Cortés y la Malinche: “contar una historia llena de lirismo”. En este caso, la historia de Cortés y la Malinche, en el contexto de la invasión española a México. Pero ¿quién fue la Malinche? Existe poca documentación acerca de esta legendaria mujer. En pocas palabras, Doña Marina, Malintzin, Malinal o más conocida como la Malinche, fue hija de un cacique azteca; vendida como esclava por su madre y, luego, regalada a Hernán Cortés, fue convertida en amante, guía e intérprete. Su hijo, Martín Cortés Malitzin, deviene, según algunos historiadores, el primer mestizo de México. Con respecto a la Malinche, la académica Cordelia Candelaria asegura que “Su principal valor para los españoles no era meramente lingüístico… Era una intérprete/enlace que servía de guía en la región, como asesora de las costumbres y creencias nativas y como competente estratega. Parece que su papel menos importante para Cortés era el que más se esperaba de las mujeres: su función de amante”. En los últimos años, la Malinche ha sido reivindicada por algunas críticas feministas, que ven ella no a la traidora, sino a una mujer con agencia propia.
En la pintura Cortés y la Malinche, Alejandro Arango cuenta una historia a través de los cuerpos: “Me gusta contar historias. A partir de una imagen, se desarrolla una historia, e inconscientemente capto un momento que quiero contar en el lienzo”. Cortés, invertebrado en color rosa, y la Malinche, estatuilla azteca, cuentan su historia, pero una historia diferente a la romantización o la victimización que hace la historiografía tradicional de estos dos sujetos históricos. En este cuadro, Arango se propone, en sus propias palabras: “una revalorización del cuerpo, ya que mi tema es el ser humano, apelando a un nuevo renacimiento que representa al hombre como individuo pleno”.
El cuadro Cortés y la Malinche formó parte de la exposición individual titulada “La Conquista”, exhibida en la Galería de Arte Contemporáneo (OMR) en la Ciudad de México en 1986. El 18 de febrero de 2022, tuve la oportunidad de asistir a la exposición “Traidora, Sobreviviente e Icono: El Legado de La Malinche” en el Museo de Arte de Denver, Colorado. Entre más de 50 piezas de arte exhibidas, me llamó la atención este cuadro, no sólo por los colores, sino también por las figuras distorsionadas, parecidas a las tiras cómicas, en el contexto del figurativismo neomexicano, que tiene como objetivo revalorar y reinterpretar la historia de México. Este cuadro también me recordó algunas de las figuras de los murales de Diego Rivera y la distorsión neofigurativista de los cuadros de Picasso.
La figura de Cortés ocupa un 40% de la parte inferior izquierda de la cuadrícula de la Regla de Tercios, mientras que la Malinche se sitúa en la zona áurea (centro de la cuadrícula) y en la parte inferior. Encontré dos puntos focales, siguiendo una línea de arriba abajo, que cruza el ojo de Cortés con la mano de Martín (la figura chagalliana de la parte superior). Los colores predominantes son el rosa, el rojo, el verde y el azul. El color rosa chocante de Cortés desnudo contrasta con el gris moteado por puntos blancos y negros de la Malinche (¿contagiada de varicela?), representada como un ídolo precolombino o una diosa de la fertilidad. El cuerpo de Cortés está delineado en rojo, sugiriendo la violencia de la invasión (del cuerpo y la nación). La textura de la pintura es granulada, en algunas zonas, y el cuerpo de Cortés muestra fuertes pinceladas de derecha a izquierda y de arriba abajo. Sobre ambos, y debajo de Martín, hay una franja oscura con estrellas, que sugiere el cosmos (¿la raza cósmica?).
Si la pequeña estatua de la Malinche tiene formas redondeadas, también lo tiene el cuerpo de Cortés, a partir de ondulaciones en una dimensión mayor que abarcan al ídolo, y un movimiento que parece abrazar a la Malinche: la mano sobresale del cuerpo de la Malinche hacia la izquierda. El entorno es sombrío a causa de los colores oscuros, generados por la violencia y el triste, fatal encuentro. La expresión de la Malinche, más que de amor, es de rabia como expresión de la violación y de la presencia invasiva. Cortés y la Malinche ocupan el 90% del cuadro. Arriba, en una forma onírica y ondulada que parece moverse, aparece su hijo Martín, cuya mano toca al padre, pero no a la madre, lo que parece indicar el linaje paterno, aislando así a la mujer de la sociedad y la cultura.
En Cortés y la Malinche, Alejandro Arango logra que los cuerpos de la pareja y su hijo cuenten su propia historia, revalorizando, desmitificando la representación de Cortés como el Gran Conquistador y la Malinche como Traductora/Traidora de los aztecas. Arango apela, en sus propias palabras, “a un nuevo renacimiento que representa al hombre como individuo pleno”. El Cortés rosado, invertebrado, blando y sin agencia difiere del Cortés de la historia oficial y la Malinche, objetivada como ídolo precolombino o diosa de la fertilidad dista mucho de la amante traidora, madre de los “hijos de la chingada”.