El football americano es una de las prácticas deportivas que más problemas neurológicos provoca. El más temido de estos traumas es la encefalopatía traumática crónica (ETC), que está considerada una lesión cerebral irreversible que reduce la vida a quienes la sufren como consecuencia de los constantes golpes sufridos durante las prácticas y los juegos.
Uno de los eventos deportivos de mayos connotación no solo en los Estados Unidos, sino en el mundo es el Super Bowl. Sin lugar a equivocarse, es un espectáculo que paraliza hasta aquellos que no son aficionados a este juego. Las principales marcas hacen lo “imposible” para captar la atención de nuevos consumidores, los artistas compiten para ser seleccionados a participar entreteniendo al público en el “Half Time Show”.
Por encima de todo este aparataje, existe un problema que crece a lo interno de la NFL (National Football League), por sus siglas en inglés) y son las lesiones cerebrales sufridas durante la vida deportivamente activa de los jugadores. Si bien es cierto que en la mayoría de los deportes existen altos niveles de riesgos para sus competidores.
Llevándolos a la muerte, a padecer parálisis, alteración mental y otras deficiencias. Por ejemplo, En el 2002 Mike “Iron” Webster murio de un ataque al corazón, Aaron Hernández se colgó en su celda en el 2017, así como también Dave Duerson quien se pegó un tiro en el pecho en el 2011, por solo citar algunos ejemplos.
Las investigaciones sobre el ETC fueron gracias al Dr. Nigeriano Bennett Omula y quien inspiro la película protagonizada por Will Smith “La Verdad Oculta”. Las conclusiones del galeno fueron un aporte transcendental para llamar la atención a los médicos especialistas en esta condición degenerativa y por supuesto, a la NFL.
Sus investigaciones encontraron respuesta al “extraño comportamiento” mostrado por cientos de deportistas dentro y fuera del terreno de juego. Desafortunadamente, sus conclusiones fueron ignoradas por uno de los emporios deportivos más exitosos del mundo.
Que “en promedio, las 32 franquicias de la NFL acumulan un total de casi 46 billones de dólares”.
El asunto radica en que mientras cada año los norteamericanos se desviven por la magia del Super bowl, cada vez más padres están tomando conciencia sobre si beneficiarse de la fama de un hijo que desea formar parte de esta multimillonaria empresa o cuidar de por vida a una persona con problemas de degeneración mental de por vida.
Recientemente, la franquicia deportiva anuncio que donaba un millón de dólares a los equipos médicos que estudian los efectos del cannabis en el control del dolor por conmoción cerebral. Ya que muchos exjugadores consumen esta sustancia para mitigar los efectos asociados a dichos signos cerebrales. Puesto que muchos exatletas presumen de sus bondades terapéuticas y son quienes están consumiendo este producto.
Esa donación, es insignificante para que se investigue los efectos del producto, cuando desde hace años la comunidad científica ha alertado sobre los efectos del trauma en jugadores y de las serias consecuencias del ETC. Lo importante es reconocer que esta importante entidad deportiva aún no ha sido honesta al reconocer los problemas que realmente experimentan sus atletas.
Y que más que la inversión que se hace cada año para culminar con el evento deportivo del súper bowl, dicha franquicia debería invertir en investigaciones científicas para mitigar los efectos de la encefalopatía traumática crónica (TCE) y que dichas investigaciones se puedan crear tecnologías que incluya a universidades y para mejorar las condiciones de atletas y exdeportivistas.
Pero no es así, ya que el bienestar y la gran cantidad de recursos que mueve este emporio; menos desean invertir en el recurso más relevante de la franquicia que son sus jugadores. Esta celebración debe ser un canto a las investigaciones y la generación de conciencia.