El volumen de agua en el planeta ha sido el mismo desde hace unos cinco billones de años y debido a la forma en que la misma se ha mantenido circulado es muy probable que podamos afirmar que hoy consumimos la misma agua que consumieron los dinosaurios hace unos sesenta y cinco millones de años. Sin embargo, la escasez de agua potable, provocada principalmente por el impacto humano sobre la naturaleza, así como por otros factores menos importantes, ha generado numerosos conflictos entre Estados que comparten acceso a fuentes acuíferas. Ese es el caso de República Dominicana y Haití, situación que he venido advirtiendo desde hace ya unos años, por considerar que es ahí donde se encuentra la fuente del más peligroso de los conflictos entre las dos naciones limítrofes.
Para nadie es un secreto que Haití enfrenta un serio problema en lo que respecta a disponibilidad de agua para el consumo humano, siendo considerado actualmente entre los países de la región con menor acceso a agua. De acuerdo con un estudio publicado por “Interactive Country Fiches”, un proyecto patrocinado por la Comisión Europea y el Capítulo Ambiental de la organización de las Naciones Unidas, tan solo 15% de la población urbana del país vecino se encuentra conectada a fuentes de distribución de agua; 44% de la población rural consume agua de ríos, arroyos, etc. y en tales circunstancias se ha generado un mercado privado de distribución, sin regulación de ninguna especie, que cobra a los ciudadanos el acceso al agua potable.
El problema del agua en Haití es el resultado de una historia de prácticas depredadoras, como son: la deforestación; sobre población y urbanización; así como la agricultura de subsistencia; todos unidos a escasa, por no decir inexistente administración y gobernanza del recurso. La combinación de todo lo anteriormente expuesto ha dejado a los haitianos con la disponibilidad de tan solo 1090 o 1300 m3 de agua disponible para cada persona en el año; según estudios de hace ya unos 20 años.
En cambio, otro es el panorama de la República Dominicana, donde hay fuentes de agua suficientes y el problema existente es la incapacidad de los gobiernos para asegurar saneamiento adecuado (recolección y tratamiento de aguas residuales); lo que indica que con un plan de infraestructura apropiado para enfrentar la contaminación y posterior distribución del agua, estaríamos mejorando sustancialmente el acceso de los dominicanos al líquido.
Ante esta realidad Haití construyó un canal sobre el río Masacre, el cual fue concluido y puesto en operación el pasado 27 de marzo, afectando inmediatamente a los agricultores de las comunidades de Carbonera, Los Socías y la Reserva de Vida Silvestre de Laguna Saladillo. La respuesta del gobierno dominicano no se hizo esperar y las autoridades del sector hídrico del país procedieron a poner en operación un sistema de bombeo del agua del río en el poblado de La Vigía, Dajabón; lo que dio al traste con el inicio del escurrimiento total del agua en el canal haitiano, el cual en unos días quedará inoperable, de acuerdo con las declaraciones de los representantes del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos de la República Dominicana.
Entendemos que con este tema no se puede cantar victoria y muy por el contrario, hay que aprovechar la experiencia que ofrece este evento para delimitar un plan nacional a largo plazo que nos prepare para enfrentar los problemas que se avecinan.
Los conflictos por el agua no son privativos de República Dominicana y Haití; actualmente hay conflictos derivados de acceso al agua entre varios países en el mundo, como es el caso de la disputa entre Etiopia, Egipto y Sudán, por intereses derivados de la distribución del agua en la cuenca del río Nilo; Turquía, Siria e Iraq, por alteraciones al flujo del Éufrates y el Tigris o el famoso caso de las violentas protestas a que dio lugar la privatización del agua en Cochabamba, Bolivia, que tuvo como resultado de al menos nueve víctimas mortales, en el año 2000.
El acceso al agua es un tema tan crítico, que actualmente hay conflictos entre diversos Estados dentro de Estados Unidos, los cuales incluso han sido llevados al más alto tribunal de la nación. La Suprema Corte de Justicia ha tenido que intervenir en conflictos por distribución de agua entre Texas, Nuevo Méjico y Colorado, por cuotas de agua de la cuenca del río Colorado; así como entre Misisipi y Tennessee; y el interminable conflicto entre Florida, Alabama y Georgia, por el uso de las aguas del Apalachicola-Chattahoochee-Flint y el Alabama-Coosa-Tallapoosa, los cuales sirven las necesidades de agua para el consumo humano, generación de energía, agricultura, acuicultura, navegación y recreación de los Estados que comparten los referidos sistemas.
Los dominicanos somos muy dados a tener un tema diario de predilección y darle las espaldas a temas que son de vital importancia para el país. Tal como cantaleteamos todos los días el tema de la migración haitiana, deberíamos hacer una pausa, analizar las experiencias internacionales y buscar alternativas reales para enfrentar la presión que nos genera la creciente necesidad de agua de Haití; país que, como hemos ya indicado, producto de prácticas depredadoras de sus recursos naturales, se encuentra en estado de emergencia en lo que se refiere a disponibilidad de agua para el consumo humano y en consecuencia, va a continuar pretendiendo acceso irracional a los recursos disponibles para el uso de los dominicanos. La defensa de la integridad del territorio no debe estar circunscrita a la detección y repatriación de inmigrantes indocumentados; sino también, a defender los recursos naturales que son necesarios para sostener la vida, economía y recreación de nuestros nacionales.