Siempre o casi siempre ha sido así: la mejor literatura no es la que suena a literatura, sino la que no suena a literatura; es decir: la que suena a verdad. Toda literatura genuina es antiliteratura”. Javier Cercas.

El maestro Onetti rehuye  constantemente adentrarse en la maleza y la falsedad del lenguaje, del insustancial adorno, pues la literatura en mayúsculas es, en el fondo y sobretodo, pura "antiliteratura" No todo el mundo logra acercarse a este concepto que, al menos a mi modo de entender, posee una claridad diáfana y sin embargo al mismo tiempo ante ojos ingenuos se hace oscuridad. Y es que, como ya he  dicho en otras ocasiones, el diálogo genuino obvia todo artificio; reniega de la floritura y del vago decir, ese método tan recurrente y efectivo en los políticos de girar y girar alrededor de un mismo tema sin descender jamás a zonas de profundidad. De igual manera muchos escritores están aquejados de "literatosis" y practican a menudo la gárgara verbal sin asomarse, ni remotamente, al límite del abismo. Y es que la verdadera comunicación es caminar al borde de la cuerda floja, con pudor velado y al mismo tiempo siempre dispuesto a  tocar llagas ocultas si es preciso hacerlo.  En ese sentido Juan Carlos Onetti es un maestro del lenguaje. Sus cuentos son pura economía de circunloquio innecesario. Onetti te acerca un drama desprovisto de excusas y mirándote a los ojos. Un cuento como Bienvenido  Bob, afirma sin ambages “es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob"

 

El autor nos introduce sin preámbulo ninguno en el universo de derrota de un hombre que se resiste a aceptar la vida tal cual es en muchos de los casos, un absoluto y rotundo absurdo. Él -Bob- crea falsos mundos alternativos que logran reconciliarle de algún modo con ese otro mundo "real" que le escinde por completo y le convierte en un paria. Un ser que se miente a sí mismo construyendo victorias en su interior. ¿Pero no será tal vez que la vida para ser contada nos obliga -en un descenso directo- al infierno tan temido? Onetti reclama, en un mundo futuro, un narrador autentico: …" siempre sobrevivirá en algún lugar de la tierra un hombre distraído que dedique más horas al ensueño que al sueño o al trabajo y que no tenga otro remedio para no perecer como ser humano que el de inventar y contar historias. (…) Y será imprescindible -lo vaticinamos con la seguridad de que nunca oiremos ser desmentidos- que ese supuesto sobreviviente preferirá hablar con la mayor claridad que le sea posible de la absurda aventura que significa el paso de la gente sobre la tierra. Y que evitará, también dentro de lo posible, mortificar a sus oyentes con literatosis."

 

Es ese "infierno" de la palabra precisa el que rehuyen en su mayoría los escritores poco arriesgados, aquellos que pretenden mantenerse siempre en perfecta armonía con el sistema. El gran poeta y pensador António Fernández Spencer, en su ensayo sobre la poesía de Franklin Mieses Burgos en breves líneas sintetiza este pensamiento. "Todo poeta verdadero es en el fondo un Edipo que coloca su planta poética peligrosamente en el lugar prohibido. Por eso las gentes tratan de no escucharlos, y se vuelven complacidas hacía poetas menos ásperos y menos trágicos, inventados a la medida que aplaca el miedo, y que, además, no nos sumerge de repente en la visión del naufragio que es el vivir humano"

 

Es entonces, mientras leemos a escritores como Onetti, cuando nos damos por enterados de que en el hecho de contar hay implícita una prolongada pendiente de peldaños resbalosos  y que no todo el mundo tiene la valentía, ni las agallas suficientes, para caminar sin sentirse atenazado por el miedo. Ya otros lo han dicho antes y con evidente maestría, escribir es un riesgo. En algunos casos casi un suicidio y no todo el mundo está dispuesto a morir en ese intento. Es por tanto preferible girar y girar alrededor de la perdiz sin decir, valga decir, nada nuevo.