
Elena Poniatowska entró gratamente en mi pila de libros de la mesa de noche gracias a Angélica Noboa y sus ensoñaciones malva hechas luz y sonido.
Desde entonces el personaje Leonora Carrington me llenó de curiosidad, parcialmente satisfecha de la mano de una Elena Poniatowska, con su novela basada en hechos reales que se titula “Leonora”.
Ésta no es una novela biográfica pura y simple, en mi opinión es el homenaje literario a una mujer que encarnó la independencia, el arte de su tiempo, y el feminismo.
Siento que Elena Poniatowska utilizó esta magnífica obra literaria, para expresarse contra el poder, la sociedad patriarcal y la guerra. Sin embargo, para nada estamos enfrente de un libro panfletario. Elena utiliza la misma inteligencia de Cervantes para criticar a su sociedad, sin sacrificar en nada la belleza y la riqueza literaria, con una historia ágil y hermosa.
Elena nos transporta al mundo de una Leonora Carrington irreverente, contradictoria, humana, en lucha constante por su liberación.
Me luce que la narración que hace Elena tiene varias influencias. Noto por ejemplo que cuando nos cuenta sobre la niñez y adolescencia de Leonora, está influenciada por las novelas de Jane Austin, precursora de ideas feministas en su tiempo. Los paisajes bucólicos de una Inglaterra de otros tiempos, la vida acomodada de las mansiones y palacios, el clima, la nannie, y la protagonista que no se conforma con lo establecido.
El conflicto principal de la novela es en torno a la relación de Leonora y su padre, Harold Carrington.
Confieso que en medio de la lectura, me dediqué a buscar en la red sobre la vida de esta mujer singular, Leonora Carrington, y encontré muchos videos, tanto de Elena Poniatowska presentando su libro, como de Leonora Carrington conversando sobre su obra.
Ágilmente, apenas percibiendo el final de un capítulo y el inicio de otro, Poniatowska nos sumerge con su lenguaje preciso en el mundo de Leonora Carrington recién llegada a París en los años 30s, especialmente del grupo surrealista en la ciudad de Paris.
Así nos transporta con “Lenora” a la Ciudad Luz de los años 30 y las tertulias en el Café Flore. Es en Paris Leonora reclama su libertad, la convivencia y complicidades con André Breton y su esposa Jacqueline Lamba, Joan Miro, René Margritte, Benjamin Peret, Paul Elouard, Pablo Picasso, Oscar Domínguez y especialmente con Max Ernst, quien sería su amante y maestro.

La tensión disruptiva en la vida de Leonora se va notando en la narración, mientras se acerca el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y comienza la tirantez entre franceses y alemanes, ocasionando el apresamiento en dos ocasiones de Max Ernst.
Elena no dispendia recursos literarios y lenguaje para dejar claro que Leonora Carrington tiene que combatir permanentemente por su arte y su independencia, entre breves lapsos de realización y felicidad. Probablemente el episodio más dramático de esta lucha existencial de Leonora se recoge en los capítulos relativos a su crisis de salud mental.
En mi opinión es la parte más perturbadora de toda la novela. La Leonora de Elena encarna la lucha contra el “poder establecido” (encarnado por su padre Harold Carrington). Me recuerda esa descripción que hace Foucault del manicomio, como manera de “separar de la sociedad” a aquellos que el “poder establecido” considera “locos”. Leonora es encerrada en un manicomio, aparentemente por vociferar que Hitler destruirá al mundo, y realmente por desafiar a su poderoso y millonario padre. Para el mundo ella era la loca. Elena narra este episodio con una intensidad que cala hondamente en el alma.
Poniatowska no desperdicia oportunidad narrativa para describir cómo Leonora Carrington viviría intensamente una historia de México, sin alcanzar adaptarse nunca a este país tan distinto al suyo, tan soleado.
En el lenguaje se trasluce el cariño de Elena por su México, especialmente en el capítulo dedicado a la matanza de estudiantes en Tlatelolco. Nos coloca en la carne de tantas madres afligidas por la suerte de sus hijos, muertos, desaparecidos, perseguidos durante el final de los años 60s y años 70s, bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz en México, y cómo ella opta por el autoexilio.
Poniatowska deja establecido que el ser humano es capaz de causarse daño inconmensurable, sin importar latitudes ni cultura. En Europa como en México el horror sucedió. Intersea recordar que Elena dedicó “La noche de Tlatelolco” en el 1971 a narrar la horrenda matanza, una próxima y necesaria lectura.
Carl Jung estudió y publicó sus escritos sobre el inconsciente humano en los años 30s; estudios que incidieron hondamente en el ánimo de los artistas surrealistas; ellos afirmaban que sus obras no eran reproducción de lo externo, sino que provenían de su interior y sus sueños. Afirmó Leonora que los personajes imposibles difuminados en color y formas vivieron en su interior.
Con “Leonora” caminamos también el mundo interior de una mujer especialmente talentosa, independiente y original. Nos adentramos a la conciencia de Poniatowska sobre las situaciones injustas vividas por Leonora Carrington, y cómo se sobrepuso a todas ellas, incluso con su condición especial de salud mental, gracias a su amistad con otras mujeres como la artista Remedios Varo, a su arte, y al amor a sus hijos. Les invito a leer esta obra fantástica.