A la izquierda dominicana le pesa demasiado su condición de clase, pequeña burguesa, para lidiar con el ambiente político encabezado por los tres grandes partidos dominantes en las últimas décadas. Podría impulsar iniciativas progresistas y democráticas, pero necesitaría una visión ajustada de la sociedad, métodos de trabajo, disciplina y mística, y un liderazgo incuestionable.

Nada de lo señalado anteriormente, es imposible de alcanzar. El profesor Juan Bosch lo logró con el PLD, y varios ejemplos en América Latina y el Caribe sirven de experiencias, respetando su realidad concreta, para enderezar el rumbo de una izquierda que todavía sigue extraviada. Y sobre la pequeña burguesía, no es un delito ser… En países como el nuestro, su presencia es un motor que puede mover el curso de la historia. El quid del asunto es cuando arrastran sus vicios e inestabilidad para torpedear y retrasar el proceso revolucionario.

Con esas características, son contadas la presencia en el escenario político de entidades de la izquierda y del progresismo que hacen el esfuerzo por ocupar su espacio desplazado. Lo lamentable, del caso, es que no le dan continuidad práctica al trabajo planificado, para caer en una rutina repetitiva, improductiva y frustrante. Provocando, a la hora de la verdad, escogen el camino más fácil, pensando en que mañana va a llover.

La izquierda dominicana la da rienda suelta a la espontaneidad por encima de un marco creativo y metodológico; a lo rápido en vez de despacio y conveniente, evitar precipitarse. Le cuesta mucho pensar y actuar acorde con el principio, aquel de ir de lo pequeño a lo grande. Los proyectos políticos, a corto, mediano y largo plazo, requieren de claridad en el pensamiento; sin dejarse contaminar, métodos de trabajo, persistencia en las labores asignadas y firmeza en alcanzar los objetivos planificados.

El gran desafío es trabajar intensamente con el objetivo de crear bases sociales, políticas, organizativas; sin importar apreciar los frutos enseguida. Ni caer en los brazos indebidos de la desesperación por alcanzar una curul en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos. Total, en la mayoría de los casos, ha terminado como un logro personal alcanzado, sin mucho esfuerzo, y con un triste final, sin penas ni gloria.

¿Qué ha conseguido, de manera individual y de grupo, la izquierda y el progresismo en sus alianzas con la derecha? Cargos electivos en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos. Sin olvidar, los nombramientos del Poder Ejecutivo. Del programa de gobierno, puro aguaje electorero.

En la alianza del PTD-PRD de 1994-1998, se obtienen la senaduría de José Gonzáles Espinoza y la diputación de Esteban Díaz Jáquez, jefes del PTD. Desde entonces, varios dirigentes y militantes de la izquierda y el progresismo llegan al Congreso y a los ayuntamientos, de las manos con sectores de derecha. En materia de votos electorales, influencia en la sociedad y crecimiento de los partidos, son muy pocas, las cosas que se pueden exhibir de esas travesuras. Por el contrario, muchos disminuyeron, en subsiguientes periodos comiciales, la cantidad de sufragios obtenida, y otros cayeron, alegres y muertos de risas, en los brazos de un conservadurismo satisfechos por el trabajo realizado.

La izquierda y el progresismo parten del principio del menor esfuerzo, craso error. En política y asuntos electorales, para conseguir los objetivos esperados hay que trabajar duro, con inteligencia, creatividad y destreza, y enfocado en el cumplimiento de las actividades planificado, para darle continuidad y supervisión. Es la única forma de poder avanzar y coronar en un terreno minado por la propaganda ideológica y política de una clase dominante que no pierde su norte.

Al desaprovechar la oportunidad para colocarse en el mismo trayecto del sol: Unos, prefieren la sombra para caer en la encrucijada de escoger entre ellos, al supuesto menos malo; y otros, cruzarse de brazos. Sin duda alguna, tenemos una derecha que sabes manejar a su antojo, una izquierda y un progresismo que les da trabajo aprender.