En 1989 desperté de un terrible sueño. El socialismo había sido un inmenso y muchísimas veces trágico castillo de papel en el que yo pensaba podía darle sentido a gestos como abrazar, amar, compartir, ser en todo lo blanco y lo oscuro del ser.
Desde entonces los diccionarios se han vuelto una catástrofe. Hay palabras que van perdiendo el brillo hasta oxidarse. La más cara de ella: “la izquierda”.
Me explico: la “izquierda” era algo así como un grupete de boys scouts tratando de no regresar a sus casas. Era la ilusión de un mundo de seres justos, comunitarios, algo así como si los Rollings Stones se pasaran la vida celebrando después de cualquier concierto.
Los izquierdistas eran seres que más brillo no podían tener. Fidel y el Ché bajando de la Sierra, Narciso como el Séptimo Ángel denunciando algún plan en su contra mientras que Lulú guayaba la yuca para traer el pan a la casa, los compañeros y compañerazos oyendo como gatos desesperados lo último de Quilapayún o Silvio mientras Fafa nos convencía de una Revolución inminente que algunos pensaba era en verdad inmanente a la que vez que los compañeritos regresaban monos de la campaña de alfabetización de Nicaragua.
Teníamos un Secretario General del Partido de los Trabajadores que nunca dio un golpe. (Sí, gran Gordo Oviedo, y tanto que te reías cuando te lo recordaba).
A partir de 1978, con el ascenso del PRD al gobierno, las izquierdas comenzaron a explotar, como mosquitos barritos por raqueta china. La teta de la que chupaban -las ongs y los puestecitos universitarios- ya no fueron suficientes, de manera que tuvieron que pactar. “El enemigo” desapareció. “El imperialismo y la oligarquía local” se desinflaron en los discursos. De “la reacción local”, ni hablar. La Era dejó de parir un corazón. Ya el tiempo no estaba para los pequeños. Ya Nicaragua y El Salvador… ¡Hasta el unicornio finalmente desapareció! Se acabaron las becas para Cuba. Hasta la hermosísima palabra-susurro se esfumó: ¡se nos fue la URSS, como Remedios la Bella!
Los izquierdistas tuvieron que comenzar a trabajar.
¡Se esfumó la izquierda! ¡Nos quedamos mancos! ¡Por Dios!