La izquierda, entrando en los avatares de la democracia, luce indecisa y nerviosa, se muestra como si estuviera en una fiesta de cumpleaños, con el palo en las manos golpeando a una piñata. En política, los resultados satisfactorios se obtienen conociendo e interpretando correctamente la realidad objetiva, para ser aplicado, con creatividad e inteligencia, a una situación real y en movimiento.

A veces, pienso que lo quieren todo fácil, sin dar un golpe ni de karate; a pesar de eso, el buen juicio, tacto fino y desprendimiento, deben primar en sus decisiones. En democracia, para ganar espacio y tener poder de convocatoria, hay que atreverse sin miedo a cruzar el río, con todos los riesgos. Además, el ejercicio de la política no es igual a jugar un número en la banca de lotería de la esquina. Hay que insistir con fe y confianza en el porvenir..

Y es el aspecto que merece destacar ahora: nada, en política, llega fácil. Aparte del intenso trabajo a realizar para avanzar, hay que ir de las manos con los vaivenes que experimenta la realidad; no dejar sorpresa alguna, adelantase a ella, sin pasarse de los límites, pero con los ojos puestos en sus oscilaciones.

El mejor ejemplo lo tenemos en los triunfos electorales del progresismo, sectores democráticos y de izquierda, en América Latina. No se sorprendan, si descubren, que las victorias obtenidas no han sido el resultado de los votos, único y exclusivamente de los revolucionarios, sino de la combinación de un pragmatismo que ha sido capaz de aprovechar las contradicciones entre los sectores dominantes y ganar la confianza, con el trabajo constante, en una sociedad atormentada por el desastre impuesto.

Pero tampoco es el resultado de cuentos de camino, ni mucho menos inventando contradicciones para mantener e insistiendo en ataques desaforados, encubiertos y lacerantes, entre los miembros organizados e independientes. Es cierto que es imposible avanzar sin esclarecer las posiciones políticas, debates de ideas. La izquierda se fortalece en la medida que se le echa manos a la crítica y autocrítica, con espíritu de convencer y con el interés de curar al paciente.

La democracia es y ha sido un dolor de cabeza para la izquierda. Difícil de digerir. Están a tiro de hit, dándole "vueltas a la cabeza", desaprovechando buenos lanzamientos. En materia electoral hay que ser pragmático a la luz de una realidad que se mueve como pez debajo del agua.

En esta caricatura de democracia, los revolucionarios buscan avanzar lo más que se pueda, sin temor ni pavor a nada. Participar en ella implica ajustar el discurso, actuaciones prácticas y niveles organizativos que les sirva a los planes enmarcados dentro de los objetivos democráticos. De hacerlo así, avanza el proyecto alternativo; de lo contrario, los partidos conservadores, de derecha, y corruptos seguirán alternándose el poder, muertos de risas.

No se dan cuenta de que las movilizaciones reivindicativas que se realizan para enfrentar la incapacidad del gobierno de turno, es aprovechado por los conservadores y corruptos, con amplia experiencia al respecto. La izquierda no coge ni colita, porque no está en el globo electoral. Este déficit repetitivo de visión, debe ser extirpado de raíz para evitar que nos sigan tratando como a un bobo chorreao de avena.

Y aquí entramos en el meollo del asunto: participar en democracia con un instrumento unitario, progresista y de izquierda, o entrar a ella para empujar el carro de la derecha y de corruptos. El despertar y entusiasmo se siente, en las filas de los revolucionarios y el progresismo, en torno a la creación de un polo virtuoso, propuesta política alternativa, para participar en las elecciones del 2024. Se acabó el atajar para que otro enlace.

La democracia requiere, de urgencia, sustituir esta partidocracia incapaz que solo se preocupa en beneficiar al grupo social dominante y al poder extranjero. El curso de esta etapa democrática debe enderezarse, lo más rápido posible, para evitar que la avaricia rompa el saco.

En democracia los revolucionarios no deben perderse en el camino, con tantas luces, ni quedar atrapado en pendejadas, ni por decisiones rígidas e ilógicas. El norte está claro e invariable. Hay que ajustar, en el día a día, la táctica. Es la única manera de avanzar. El progresismo y la izquierda tienen que ganar, caminando unidos, su propio espacio, con identidad propia, rasgos y comportamiento que las diferencien de las demás.

¡Aliados nos hacemos fuertes!