Siempre hay una primera vez. Y, en consecuencia, es la primera vez que “me toca” presentar el libro de un historiador, consciente de que estoy metido en un berenjenal epistemológico, por lo tanto, lo que ustedes escucharán aquí es más forma que sustancia. Como crítico literario he investigado sobre la articulación de la historia en la literatura, debido a ese amancebamiento que existe entre estos dos discursos, sobre todo en la novela, que plantea la historia como “efecto de realidad” o como “efecto de verdad”. Hoy me toca recorrer el camino inverso: la articulación de la ficción en la historiografía, tal y como lo plantea San Miguel, siguiendo a Hyden White.

Pedro San Miguel es un historiador puertorriqueño por nacimiento, dominicano por aplatanamiento y mexicano por adopción. Profesor retirado de Historia de la Universidad de Puerto Rico, obtuvo un doctorado en historia en la Universidad de Columbia, Nueva York, y es autor de los siguientes libros: “Muchos Méxicos”: Imaginarios históricos sobre México en Estados Unidos, La Guerra Silenciosa: Las Luchas Sociales en La Ruralia Dominicana, Crónicas de un embrujo: Ensayos sobre historia y cultura del Caribe hispano, El mundo que creó el azúcar: Las haciendas en Vega Baja, 1800-1873, Los Campesinos del Cibao: Economía de Mercado y Transformación Agraria En La República Dominicana, 1880-1960, entre otros. El Catálogo Mundial (Worldcat) registra 20 libros publicados por San Miguel. y como su año más productivo, el 2005-2006, en que aparecen 30 publicaciones, entre libros, artículos y reseñas.
El libro del que les voy a hablar esta mañana es La isla imaginada: Historia, identidad y utopía en La Española, publicado por primera vez por Isla Negra y La Trinitaria en 1997 y reeditado por la Editorial Universitaria Bonó en Santo Domingo, República Dominicana, en 2022. ¿Qué decir de La isla imaginada que no haya sido ya dicho o escrito? (Deja dit o deja ecrit). Tal vez podría decir lo mismo, pero de manera diferente. Podría comenzar describiendo el contenido del libro, que consta de cuatro ensayos substanciales, acompañados por un prólogo del historiador dominicano Raymundo González, y un prefacio y un posfacio escritos por San Miguel. Los cuatro capítulos son los siguientes capítulos: “La colonia imaginada: Visiones históricas del Santo Domingo Colonial”, “Discurso racial e identidad nacional: Haití en el imaginario dominicano”, “La isla de senderos que se bifurcan: Jean Price-Mars y la historia de La Española”, y “Para “contar” la nación: Memoria, historia y narración en Juan Bosch”.
No voy a resumir ni a comentar cada uno de los capítulos, sino a aprehender dos ideas o tres, ya que como lector e interprete soy parte de la comprensión, si nos atenemos a que toda interpretación, para producir comprensión, debe tener comprendido lo que va a interpretar, al menos Heidegger dixit. En ese sentido, les hablaré de lo que ya había comprendido. Tanto en el “Prefacio” como en el “Posfacio”, San Miguel explica no sólo el origen del libro, sino también el marco teórico que utiliza. En sus propias palabras, “Esa lectura se fue matizando por las discusiones en las ciencias humanas, que propiciaron el surgimiento de los “estudios culturales”. Los cuatro ensayos que se incluyen en este libro son resultado de esa bifurcación” (17). Y, por supuesto, San Miguel articula imágenes y metáforas de textos literarios, como discursos privilegiados en los Estudios Culturales y en la historiografía como producción cultural. A continuación, desglosaré algunas ideas trabajadas por San Miguel en su libro.

Una de las tesis principales de San Miguel en este libro es la historiografía como “tragedia”. Siguiendo a White para quien las obras historiográficas reproducen “los arquetipos de la novela, la comedia, la tragedia y la sátira”, San Miguel examina la historiografía dominicana en su forma trágica. Roland Barthes ha considerado la dramatización como pathos, ligado a la memoria; aquello que no se dramatiza, no se recuerda. En ese sentido, la historia dominicana es “vivida” como drama en la escritura y lectura como recurso retórico y nemotécnico. Dicha tragedia está vinculada al carácter narrativo del discurso historiográfico.

San Miguel, no reduce, así como tampoco lo hace White, la historiografía a la ficción, sino que paradójicamente, a partir de autores tan admirados como Jorge Luis Borges, desvela la prefiguración de los historiadores dominicanos. Del título del cuento de Borges escoge la metáfora “El jardín de senderos que se bifurcan” para examinar el libro de Jean Price-Mars, La República de Haití y la República Dominicana. El jardín de Borges se convierte así en “La isla de senderos que se bifurcan” como título de dicho capítulo.
En el “Postacio”, refiere San Miguel que, en sus análisis, no sólo articula la filosofía, la teoría del conocimiento, los estudios literarios, sino también los textos literarios, propiamente dicho y, en una nota a pie de página, cita dos cuentos de Borges: “El jardín de senderos que se bifurcan” como alegoría de los tiempos históricos y “Funes, el memorioso” con referencia a la memoria, el olvido y el pensamiento, que, en palabras de San Miguel, son cuestiones centrales a la Historia (219).

 

Para San Miguel las propuestas de Borges acerca de la historia revierten el camino de la articulación de la historia en la ficción, por lo que tenemos aquí, la articulación de la ficción en el discurso metahistórico. Y para continuar con Borges, pienso en un cuento no menos alucinante que los dos citados anteriormente: “Pierre Menard, autor del Quijote”. En el cuento, se puede leer: “Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el “ingenio lego” Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe: ‘… la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir” (449). Cervantes o Cide Hamete Benengeli había escrito: “torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir” (Cervantes 46). La definición de historia está construida sobre el esquema de Cicerón, convertido en tópico: “Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis” [La Historia es verdaderamente testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la Antigüedad] (De oratore, II, IX, 36).

Continuará