Al colapsar la URSS, esta se convierte en la Federación Rusa. Su presidente, Boris Yeltsin, reconoce la independencia de los países Bálticos: Lituania, Letonia y Estonia, pasando luego a independizarse todos los demás. En ese momento histórico se hacen una serie de pactos y se llega a diferentes tipos de acuerdos, pues la caída de la URSS debe llevar consigo, además del fin de la guerra fría, el desarme nuclear, esto es, abandonar la estrategia del terror atómico como forma de disuasión, en la cual se amenace con el uso de armas nucleares. La Organización del Atlántico Norte (OTAN), se formó en 1949 como respuesta a la amenaza del poder soviético. Luego los países o repúblicas soviéticas, crearon el “Pacto de Varsovia” en 1955, ambas, organizaciones militares. Durante los más de cuarenta años que duró la guerra fría, la humanidad siempre vivió bajo la amenaza de un holocausto nuclear. Al terminar ésta, se esperaba todo lo contrario. La pregunta que nos hacemos es, si cayó la Unión Soviética y se abolió el Pacto de Varsovia, cuál es la razón para la existencia de la OTAN.
Resulta, que de los pactos y acuerdos que se dieron al desintegrarse la URSS, se encontraba uno que establecía que la OTAN no se iba a expandir al área de influencia de la Federación Rusa, es decir, hacia el Este. De ésto no aparece un solo papelito jurídicamente vinculante. Algunos dicen que fue un “Pacto de caballeros”. Lo que sí existe es el “Memorándum de Budapest” de 1994, mediante el cual, Ucrania entregó a Rusia: el tercer arsenal nuclear más grande del mundo, bajo la condición de nunca ser invadida ¡Craso error! Claro, mientras gobernara en Ucrania, al igual que en Bielorrusia, un títere de Moscú, esto nunca iba a suceder. Desde que el pueblo ucraniano expresó su voluntad de pertenecer a la Unión Europea (UE) y ser miembro de la OTAN, cosa que nunca iba a ocurrir, inmediatamente comenzaron las amenazas de una potencial invasión. El punto álgido entre estas dos naciones llegó en 2013 cuando Rusia impidió que Ucrania se “aliara” con la Unión Europea, lo que provocó una serie de protestas conocidas como Euromaidán y que provocaron a la postre la destitución del presidente ucraniano prorruso, Víktor Yanukóvich, mientras se incrementaban las tensiones en Crimea, Donetsk y Lugansk. En 2014, tras el derrocamiento de Yanukóvich, Rusia lanzó una intervención militar en Crimea, una península cuyo territorio pertenecía a Ucrania desde 1954. La invasión rusa fue “para salvaguardar a los prorrusos de Crimea”, pretexto sin ningún fundamento legal, en franca violación al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe el recurso unilateral y preventivo de agresión armada. En marzo de ese mismo año, hubo un referéndum en donde las autoridades prorrusas reconocieron la adhesión de Crimea a la Federación Rusa. Este proceso de adhesión no es reconocido por Ucrania, que lo considera ilegal e ilegítimo.
En el tercer párrafo de la primera entrega de este trabajo, dijimos que íbamos a poner en contexto los alegatos de Putin que dieron lugar a la invasión a Ucrania, lo que él ha denominado “operación militar especial”. En efecto, Putin justifica la invasión debido al “incumplimiento de la OTAN de expandirse hacia el Este” y, a la “desnazificación” de Ucrania. En cuanto a este último pretexto, solo nos limitaremos a decir que el presidente Zelenski es de origen judío y sus ancestros sufrieron los horrores del nazismo; además, el hecho de que dentro de los militares ucranianos, algunos se identifiquen con el nacional socialismo alemán, ésto, en modo alguno, significa que el ejército en su conjunto sea nazista. Más aún, no fue Rusia, con la inmensa ayuda en armamento, por parte de los EE.UU., que ganó la guerra contra los nazis, fue la URSS, compuesta por varias repúblicas, dentro de las cuales estaba Ucrania, la cual pagó un alto precio en vidas y en bienes, con alrededor de ocho millones de muertos, caídos enfrentando a los nazis.
Somos de opinión que el estigma “desnazificación” viene del “Holodomor”, conocido como el “Genocidio Ucraniano”. Es decir, debido a la colectivización llevada a cabo por Stalin durante los años 1932-1933, que originó, además de grandes abusos, despojos y humillaciones: una hambruna que mandó a la tumba alrededor de diez millones de ucranianos. Fue tan grande y cruel el maltrato (muchos historiadores lo llaman Holocausto), que varios años después, durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania invadió Ucrania (URSS) y, muchos ucranianos los recibieron como “libertadores”, por causa de la férrea e inhumana dictadura a la que fue sometido ese pueblo.
En cuanto al “incumplimiento de la expansión hacia el Este por parte de la OTAN” y, la supuesta entrada de Ucrania a la misma: “Rusia no tenía otra opción que defenderse de una amenaza creciente”, expresó Putin el pasado lunes 9 cuando celebraba el “Día de la Victoria”, con lo cual tergiversa la historia. Asimismo añadió que “Rusia buscó un acuerdo razonable, pero los países de la OTAN no quisieron escucharnos”, reclamando su condición de víctima y fabricar otra teoría de la conspiración para justificar su invasión “no provocada por Rusia”. Ante todas estas distorsiones, es necesario recordar que, en 2008, William Burns, actual jefe de la CIA, era embajador de EE.UU. en Ucrania y, por “WikiLeaks”, se supo de los telegramas que enviaba al Departamento de Estado, en los cuales decía que “el ingreso de Ucrania a la OTAN puede dividir en dos al país, producir violencia e incluso una guerra civil y crearía las condiciones para una intervención rusa”. Esto lo decía el embajador Burns en febrero de 2008, en abril del mismo año, la OTAN celebró la “Cumbre de Bucarest”, donde se planteó el ingreso de Ucrania y Georgia a la Organización, el cual, fue rechazado. Los argumentos de Putin, desde todo punto de vista, son insostenibles.
La OTAN no decidió, así no más, ampliar su influencia, sino que países que pertenecían a la desaparecida URSS, solicitaban, y aún siguen solicitando, ser miembros de la Unión Europea y la OTAN, expresando su disposición de hacer todos los cambios que fuesen necesarios para ser admitidos. Como vemos, a diferencia del “Pacto de Varsovia” cuya membresía era obligatoria para los países de la órbita soviética; la entrada a la OTAN es facultativa: decisión soberana de los Estados, a los cuales solo se les exige el cumplimiento de ciertos estándares democráticos.
Ahora bien, la pregunta que nos hacemos y pasamos a contestar es: qué realmente quiere ocultar Putin detrás de sus baladíes pretextos: 1) La preocupación geopolítica. Putin quiere una esfera de influencia en el espacio postsoviético y Ucrania es una parte muy importante de esa esfera, por eso intentó recuperarla con la penetración de su ejército a Kiev, el cual no logró su objetivo; no se limitó, como dejó entrever antes de la invasión, a darle apoyo a las “repúblicas” separatistas del Donbas. Esto lo confirma el hecho que, ante un mismo “peligro”, reacciona ante Finlandia de forma diametralmente diferente; además, no debemos olvidar la famosa declaración de Zbigniew Brzezinski, muy bien presente y recordada por todos los líderes rusos: “sin Ucrania, Rusia es un Estado más; con Ucrania, Rusia es un imperio”; 2) La preocupación por política interna. Para el Kremlin, una Ucrania democrática de orientación occidental y con éxito económico sería una pesadilla, ya que podría llevar a los rusos a preguntarse ¿por qué no podemos tener la misma participación política y los mismos derechos democráticos que tienen los ucranianos?; y 3) Razones egocéntricas de Putin. Es muy emocional con todo lo que tiene que ver con Ucrania, hasta llegar, de modo extraño, a enfadarse, como si se tratara de un asunto personal. Resulta obvio que occidente subestimó el grado de antipatía que tenía Putin hacia la OTAN. Putin, a partir de su invasión, ha elaborado una lista de agravios por parte de occidente, de los que nunca habló en los últimos 20 años, lo que pone en evidencia la creación de un guion, para confundir la opinión pública nacional y extranjera.