Aun cuando no compartimos la definición dada por Jean Paul Sartre a la díada “izquierda-derecha”, nacida en los albores de la Revolución Francesa, sí conocemos lo que dio origen a dicha terminología. Decimos lo anterior porque hemos visto a muchos “izquierdistas” defender a Putin a capa y espada, como si éste fuera uno de los suyos. No lo es ni en su origen ni en el concepto, si nos acogemos a la definición más difundida, la de Norberto Bobbio. Lo que viene sucediendo después de la invasión de Putin a Ucrania, no es el enfrentamiento de occidente contra Rusia o de occidente contra el resto. Se trata de la soberanía de los Estados, de los pueblos, del respeto a las fronteras para no dominar al vecino, lo cual, debe preocupar a todo el mundo, tal como lo confirmó la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas. No se está luchando contra Rusia: se está defendiendo a Ucrania. Lo que significa defender el Orden Internacional basado en reglas, pactadas en la Carta de las Naciones Unidas. De lo contrario, prevalecerá la ley de la selva: la ley del más fuerte.
Putin no es ni será izquierdista, socialista o comunista, sino, por mucho, todo lo contrario. Es un plutócrata en busca de engrandecer su imagen y acumular grandes fortunas, sin ningún proyecto de equidad social para su pueblo ni para la comunidad internacional. Es un dictador, cabeza de un grupo mafioso, el cual le ha servido de testaferro en la repartición de todas y cada una de las empresas que antes pertenecían a la URSS y que, empezando por su mentor y después su protegido, Boris Yeltsin, ha convertido el antiguo régimen en una cleptocracia perfecta. Lo único que Putin ha conservado del anterior sistema, en su versión stalinista, es la dialéctica de la expansión, la cual consiste en llevar los tanques, masacrar un pueblo, cambiar de gobernante, poner un títere y, de esta manera, extender su poderío y área de influencia.
Los métodos del stalinismo, los sueños del zarismo y la “rusificación” como proyecto político-militar, se juntan en la figura de este “asesino intelectual en serie”, quien además de los métodos ya conocidos para eliminar sus opositores políticos en su propio país y en el extranjero, también lo delatan los horrendos crímenes cometidos en Chechenia (Grozni) y Siria (Alepo). Sí, así es, lo repetimos: Putin encarna la maldad y frialdad de la Mafia, los métodos de Stalin y la ambición de los Zares. Dentro de sus alegatos para perpetrar su invasión está “el incumplimiento de la expansión hacia el Este por parte de la OTAN” y la “desnazificación” de Ucrania. Antes de pasar a poner ésto en contexto, lo cual haremos en la tercera y última Entrega de este trabajo, debemos tener bien claro que nada justifica lo que Putin ha cometido y continúa cometiendo en Ucrania ¡Nada! Ni siquiera le importó que la humanidad estaba comenzando a salir de una pandemia!
En el siglo X, se dio una alianza entre vikingos y una población que había hecho una gran migración desde la estepa, llamado los eslavos, éstos a la vez, hicieron otra alianza con la “tribu de rus”. El nombre de esa alianza se llamó Rusia, estableciendo luego la “Rus de Kiev”, la primera de varias Rusias, la cual durará hasta la llegada de los Mongoles, quienes la destruyen y desaparecen totalmente. En lugar de reconstruir Kiev, lo que hace este pueblo de rus, es moverse hacia el nordeste y construir otra ciudad, doscientos años después, llamada Moscú. Lo que evidencia que el ucraniano y el ruso son dos pueblos distintos. Moscú seguirá ahí hasta la llegada de los Románov en el siglo XVII, comenzando así el desarrollo del imperio, donde aparecen personajes como Pedro el Grande, quien dice que si Rusia no se expande, Europa va a terminar en la puerta de Moscú. Esto le da motivo y “justificación” para salir hacia el Báltico, pasando por encima de Lituania, Letonia, Estonia y Finlandia, que eran reinos independientes; derrotan a Suecia en la Gran Guerra del Norte, estableciendo sobre los cadáveres de los suecos y en nombre de Pedro el Grande: la ciudad de San Petersburgo.
Es así como comienza y, bajo esta lógica debemos abordar para comprender, el proyecto expansionista e imperial de Putin y los gobernantes rusos a través de toda su historia, con la idea permanente de “crecer y separar, esto es, siempre entre mi potencial adversario y yo: el mar o un territorio que pueda ser consumido antes que acercarse a mí. Primero Pedro el Grande expande el imperio y lo saca al Báltico, empezando desde ese momento la “rusificación”, es decir, todos los pueblos que queden bajo el dominio del Imperio Zarista van a tener que “rusificarse”, incorporando el idioma y cultura rusa como sello distintivo. Luego Catalina la Grande, lo va a expandir hasta el mar Negro, sometiendo, anexando y “rusificando” cuantos pueblos encuentre, entre éstos, Ucrania, donde funda la ciudad de Odesa. Acaso no nos hemos detenido a pensar porqué Rusia es el país más grande del mundo y porqué se hablan docenas de lenguas diferentes. Cualquier semejanza entre Putin, Pedro y Catalina, es pura coincidencia. Para la época de Nicolás II, el imperio se ha extendido hacia el Asia, convirtiéndose en un imperio euroasiático, sintiéndose ya los herederos del imperio romano de oriente, comenzando a llamarse Zar, palabra rusa que significa César.