Haití sigue en las primeras paginas de la prensa dominicana y con toda la razón. Como bien alguien lo dijo, los dominicanos son los únicos que no se pueden permitir olvidar de la crisis en el país vecino, aunque no es la responsabilidad suya de resolverla. Por eso no es en vano que están en espera y miran con esperanza las decisiones de los organismos internacionales.

Hace tres días apareció la noticia que OEA abordará proyecto de resolución de apoyo a la transición democrática de Haití. El proyecto está lleno de buenas intenciones, pero parece absolutamente disfuncional desde punto de vista de su aplicación práctica. Todo se parece un escenario que ya conocemos por qué se ha jugado mas que una vez.

Vamos a ver qué es lo que prevé la resolución.

Primero, apoyo inmediato de los estados miembros a las fuerzas de seguridad de Haití para restablecer las condiciones de paz y estabilidad en ese país para facilitar el proceso hacia la transición democrática que necesita ese país.

Segundo, entrega urgente de ayuda humanitaria masiva y el respeto de los términos de la declaración del 11 de marzo de 2024 (el que prevé la conformación de un Consejo Presidencial y la condición de Ariel Henry para hacer efectiva su renuncia como primer ministro de Haití).

Tercero, instalación de un consejo de transición presidencial compuesto por representantes de diversos grupos políticos, la sociedad civil y el sector privado, que supervisará el proceso de transición, garantizará la continuidad de la gobernanza y la colaboración con socios internacionales, incluidos el despliegue acelerado de la Misión de Seguridad Multinacional

Cuarto, formación de Consejo Presidencial de Transición a que, una vez establecido de conformidad con los términos de la declaración del 11 de marzo de 2024, avance en el nombramiento de un primer ministro interino y de un consejo de ministros incluyente; a que establezca criterios de selección para un consejo electoral provisional representativo e imparcial, a fin de que pueda organizarse la celebración de elecciones legislativas y presidenciales inclusivas, libres, justas y creíbles en cuanto las condiciones de seguridad en el país lo permitan.

Quinto, se define el tipo de apoyo continuo que se requiere en Haití para su transición democrática: asistencia financiera, conocimientos técnicos y aportaciones a la MSS, así como el refuerzo técnico y de la infraestructura de la Oficina Nacional de Identificación de Haití, a través del Programa de Universalización de la Identidad Civil de la OEA (Puica), en preparación para las elecciones.

A ver cual de estas cosas no ha pasado hasta el momento y si hay alguna que ha dado resultados positivos.

Empezamos desde el primer punto. Desde el principio del siglo 20 hasta ahora, ha habido por lo menos tres grandes intervenciones militares dirigidas por los EEUU y la ONU. ¿Cuáles son los resultados? Un caos político cada vez mayor, reconocido de sus organizadores e investigadores.

¿Segundo y quinto, cuanta ayuda humanitaria se ha mandado a Haiti? No lo sabemos. Pero sabemos que, en ya en 2011, Aitor Zabalgogeazkoa, en aquel entonces director general de Medicos sin frontera, dijo que la falta de reacción eficaz a nivel político, la escasa experiencia y capacidad de algunas organizaciones, junto a los problemas de coordinación, ponen en cuestión todo el sistema de ayuda humanitaria en Haiti. Mas tenemos la triste experiencia de los Balcanes desde la época de las guerras desarrolladas en el territorio de la ex Yugoslavia: en vez de cumplir con lo que tenía que cumplir, la ayuda humanitaria solamente dio un empuje al mercado negro y la especula.

Tercero, ¿quien o que le entregaría la legitimidad a un consejo de transición presidencial compuesto por representantes de diversos grupos políticos, la sociedad civil y el sector privado, que supervisará el proceso de transición, garantizará la continuidad de la gobernanza y la colaboración con socios internacionales, ¿incluidos el despliegue acelerado de la Misión de Seguridad Multinacional? Señores, la sociedad haitiana no esta compuesta de grupos políticos, sino de clanes, en los cuales los miembros de las maras y del gobierno con frecuencia son los mismos; no hay sociedad civil, sino que comunidades de personas que viven con sus reglas parapolíticas; el poder presidencial no significa nada para ellos.

Cuarto, cada intervención militar pretende organizar elecciones transparentes y justas ¿y dónde estamos? allí de donde partimos: ni los EEUU ni la ONU puede mantener al poder a un presidente por carismático que sea si las pandillas quieren otra cosa.

El Frente Patriótico Popular, por populista que sea, lo acertó muy bien: la gente no quiere partidos porque no comprende qué cosa es un partido; el partido es fruto de la modernidad y los haitianos están lejos de esta. Para no hablar que los partidos haitianos son pandillas por sus mismas. ¿Cómo debería de ser compuesto el gobierno si no de partidos? Hay que estudiar los modos de representación política característicos para los haitianos; hay que respetarlas y seguirlas por primitivos que nos parezcan; hay que ver cuáles son las maneras viales de la vida popular que poco a poco se van a convertir o darán las bases de formas políticas modernas entendidas y aceptadas por la población.

Ademas, en el documento ni se dice ni una sola palabra de los poderes locales los estarían de suma importancia en un futuro proceso. Porque son los poderes locales los que van a dar el chance a la sociedad política a nacer. Son las comunidades locales donde tiene que empezar y ejecutarse el proceso de reconciliación – al igual como en Ruanda, aun que la diferencia es grande: en Ruanda hubo un conflicto étnico, y en Haití los poderes no públicos y criminales, encarnados en las pandillas, atacan las bases del estado incluso cuando solamente es un territorio y nada más. Si queremos, como comunidad internacional, hacer alguna cosa útil para los haitianos, que están sufriendo tantas desgracias, hay que dejar de escribir y pensar de Haití como de un estado moderno, donde se pueden aplicar las categorías de la ciencia política clásica. Así no llegaremos a ningún lugar – por lo menos no al lugar donde queremos.