Durante los últimos meses, hemos escrito dos artículos abordando el tema de la inflación; en ambos trabajos analizamos las causas o bases de los elementos inflacionarios de este fenómeno que afecta la vida de los pobres en cada lugar del mundo donde se produce. Un análisis de costos nos puede ilustrar muy bien estadística y didácticamente cómo se produce una inflación. Pero casi nadie plantea que en una inflación pueden existir, y esto ocurre con más frecuencia de lo imaginable, elementos especulativos, de ambiciones humanas, que aumentan los precios, caprichosamente.

La secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, ha planteado su preocupación por el aumento de la tasa de variación de los índices de precios. Plantea su temor de que la persistencia de las presiones inflacionarias pueda quedarse con nosotros. La alta ejecutiva de ese importante organismo internacional ha presentado un informe que recoge las economías de América Latina y el Caribe, en el cual plantea que la República Dominicana fue el segundo país del área donde más aumentaron los precios entre el mes de agosto 2020 y el mismo mes en el 2021.

La incertidumbre planteada por la señora Bárcena, experta de la Cepal, nos debe llenar de preocupación también a nosotros, dado el hecho de que nuestro país está marcado por un viejo hábito en que los precios se aumentan por voluntad de los dueños de los negocios. Esto ha sido así desde hace décadas. Por esa razón, los dominicanos de bajos ingresos, hace tiempo, perdieron su capacidad de ahorro. Es casi como si en los negocios te sacaran el dinero de los bolsillos. Y quien escribe estas líneas es quien, casi siempre, compra todo lo concerniente a los productos de la canasta familiar en el supermercado y otros lugares de expendio de alimentos.

En muchos de nuestros países, y eso lo hemos comprobado durante décadas, y es normal que así sea, tú puedes encontrar un producto con un precio, volver en la misma fecha del próximo año y encontrarás que conserva su precio de mercado. En este país es sencillamente imposible ver un caso como el descrito. Llevo en mi imagen mental, como si fuera una cámara de filmación, decenas de productos a los cuales vi desde hace muchos años cambiar sus precios con nuevos steackers o sellos cada semana, quincena, mes, hasta verlo a un precio inalcanzable, por las nubes, como se dice popularmente en el lenguaje coloquial de nuestro pueblo.

Después de todos estos planteamientos realizados en este trabajo, la pregunta que se haría la gente del pueblo, los de a pie, es a qué precio estarán los productos de consumo masivo, cuándo ya, por suerte, no tengamos la pandemia ni el problema de la cadena de suministro y de energía con nosotros. Por supuesto, que todos tenemos la duda de cuáles serán los precios colgados a futuro en las estanterías de aquellos artículos de los lugares de venta que, desde muy temprano, nos reciben para vendernos lo que necesitamos para "vivir". Independientemente de que la inflación de hoy en el mundo, tiene sus causas en una situación internacional impuesta por la pandemia, el caso dominicano se produce, además, sobre un sistema o modelo ausente de un verdadero control precios.