Pedro Mendoza, meritorio maestro de la medicina cibaeña, acaba de aportarnos un manual de enorme importancia médico-social, su obra Infidelidad conyugal. Sus mil caras.  La  trascendencia del libro no solo viene avalada por la reconocida capacidad  del maestro Mendoza, sino por lo necesario que es para nuestra sociedad debatir desde el ámbito científico y social este tema, tendente a coadyuvar a la solución de diferencias entre parejas matrimoniales, amantes o sencillamente enamorados. Desavenencias que en los últimos tiempos de modo muy deplorable nos reportan graves conflictos de parejas, con resultados funestos como los muy aciagos feminicidios.

La obra de casi 600 páginas es de fácil lectura por su lenguaje llano, que nos introduce con avidez en un tema científico de permanente actualidad. El autor parte de la historia de esta entidad patógena, con la recolección e interpretación de múltiples casos clínicos, las consultas de textos compatibles y la experiencia particular en su consultorio, con una enorme cantidad de pacientes evaluados sobre este tema vital, que a todos nos atañe. Como muy bien acota el reconocido psiquiatra José Dunker en el prólogo de Infidelidad Conyugal. Sus mil caras: “Más que un libro, el lector tiene ante sí una enciclopedia sobre infidelidad […].

Dunker subraya que esta obra no es una simple revisión de casos clínicos en el consultorio del terapeuta familiar, sino que constituye la exposición para fines correctivos de toda su experiencia en esa difícil labor, enfatiza que:

“En los veinticuatro capítulos de esta obra el autor revisa diversos aspectos sobre el tema de la infidelidad, para lo cual se vale no solo de la literatura de ficción, historiográfica y ensayística, sino de su propia experiencia en el consultorio como terapeuta familiar, de todo lo cual resulta una obra voluminosa, de varios centenares de páginas, en un relato fácil de leer y de comprender”.

Mendoza primero se desempeñó por largos años como internista e intensivista y luego ingresó a la especialidad de terapeuta familiar. Me socorre la convicción (aunque no lo he consultado con el ilustre colega) que en sus vivencias como intensivista fue que asumió tan profundo interés por esa área. En los hospitales, es uno de los lugares menos inesperados donde se podría pensar se pueden descubrir o destapar esos errores maritales con pacientes graves (como los que les correspondían a Mendoza) y se registran, por suerte quizás no muy frecuentes, cuando coinciden y se conocen amantes y los médicos de repente tienen que servir de mediadores.

En nuestro caso, en las tres décadas que laboré en el área de urgencias del Hospital Infantil Robert Reid Cabral, en ocasiones se presentaban en diferentes salas (y todavía ocurre) una de las variantes de infidelidad a nivel hospitalario pediátrico, en los casos de anemia falciforme. Es necesario que ambos padres sean portadores (generalmente asintomáticos) del gen falcemico (que pueden transmitir a una parte de sus hijos) y en algunas situaciones cuando llegan los resultados de los  análisis de falcemia está ausente el susodicho gen falcemico, obligatorio desde el ámbito genético en padres de pacientes homocigotos.

Cuando nos adentramos en el libro de Mendoza, observamos la maestría como él nos explica todas esas situaciones conflictivas que hasta en el hospital, la iglesia y la cárcel se detectan en la relación patógena de parejas.

El autor denomina «llaga» a la infidelidad conyugal, y nos dice que de modo deliberado rara vez utiliza el término  «adulterio», dado el evidente rechazo social que tiene este concepto. Obviamente su propósito es arrojar luz, no leña a la candela de un asunto tan preocupante para la sociedad.

Acentúa un elemento decisivo provocado por el hecho infiel, el desarrollo de una asfixia emocional, que en muchos casos embarga todo el pensamiento humano y puede conducirnos a decisiones equivocadas.

De igual modo, personalidad poco sociable, venganza, adiciones y curiosidad entre otras.  Resalta las fases de una mala relación, que pueden proyectarse desde el noviazgo, aunque advierte que en esta etapa la pareja se tolera más y acusa menos, diríamos es como “una paz de temporada”. Este que debe ser un proceso de observación estricta del comportamiento de la pareja para un compromiso definitivo, es soslayado en la generalidad de los casos que resultan tóxicos. Apuntando que tras ese lapso, ya en el matrimonio, puede aparecer el fenómeno de resistencia al convencimiento, por donde empiezan los celos y se inicia la disparidad en las parejas.

Insiste en como los conyugues deben abocarse a explotar el potencial de los puntos de afinidad matrimonial. Realiza una vehemente exhortación a cuidarse de los excesos en la infidelidad, y no imponer actitudes autoritarias:

“Nadie debería ignorar que la fidelidad «limpiecita», sin una sola motita de polvo que la empañe o manche, ni siquiera una pequeñísima muesca en cualquiera de sus bordes, es solo un ideal «digan lo que digan los  demás», como pregona el estribillo de la popular canción de Rafael Martos”.

Al relatar sus experiencias en el consultorio de terapeuta, nos dice que además de los conflictos primarios que afectan la relación matrimonial, tales como insatisfacción en el lecho matrimonial, violencia física y psicológica, poca sociabilidad conyugal, venganza, adicciones, modelamiento familiar, curiosidad, perdida de estatus socioeconómico, pueden aflorar otras dificultades que en su experiencia ha advertido y que son no menos importantes, como:

Un viejo amor latente reaparecido desde un lejano pasado.

El comportamiento narcisista.

Mezquindad afectiva.

Reclamo de atención no correspondido.

Intento de provocar un golpe de efecto para llenar una necesidad de comparación social.

Le dedica su espacio a un aspecto que ha fomentado muchas adversidades catastróficas, que denomina «síndrome de la cuerda sangrienta». Se refiere a la actitud burlesca que asumen ciertas personas, de manera “ingenua” sin tomar en cuenta que esto puede ser la génesis de una lamentable desgracia. Con mucha propiedad cita el caso del vallenato venezolano El venao y como ha sido usado de modo imprudente, no deja atrás en otra sección los llamados “teteos”.

El tema constituye un dilema muy complejo, solo la experiencia diaria en contacto con estos asuntos nos puede ofrecer respuestas como la que nos brinda Mendoza, en base a la evaluación de múltiples casos. Siempre procurando que la contradicción no alcance un grado más encendido, por eso nos explica la delicadeza que se debe apreciar con los términos:

“Durante el desarrollo de cada capítulo se trata a la infidelidad no como un pecado ni afrenta oral ni como una canallada, sino como un comportamiento «no santo» generador de expectativas hedónicas difícil de reprimir […]

Procurando hacer conciencia en torno a las graves desavenencias de la infidelidad, asume la tesis que compara este proceso como un periodo de duelo. Estas son de las múltiples estadísticas que nos brinda su experiencia:

“En el hombre la duración de ese duelo normal no debería ser mayor a seis meses. En la mujer es más largo y suele extenderse de seis meses a un año, aunque no siempre. Téngase presente que en la sociedad estadounidense es frecuente que la esposa engañada o el esposo vivan un periodo de duelo mucho más breve, tan breve que no es sorprendente que solo dure una semana. Sin embargo, en la Republica Dominicana se observa que hasta en un 10% de los maridos engañados el duelo supera la duración de un año y a menudo llega a dos […]

Reiteramos la obra es de fácil lectura y primordial interés para las parejas no solo en conflicto, sino de modo preventivo en aquellas que desarrollen normal convivencia. Excelente edición de la Editorial Opus, coordinada por el médico y escritor Piero Espinal Estévez, impreso en los Talleres de Editora Búho. Está a la disposición de todos en la Librería Cuesta, en sus sedes de Santiago y Santo Domingo.