Son enchufes, cosas que metes en un sobre, que tiras en algún molde.

Porque andamos en una película que nosotros mismos estamos filmando, proyectándose en pantallas infinitas al fondo del zaguán: que si los exigentes, los exitosos, los buenos, los que se levantan sobre los rostros y cuerpos de los otros, porque siempre hay que tener algo en la mano, porque alguna vez tendrás que ser bendecido por alguna luz divina.

Esas horas en las que tres palabras podrían aliviarte pero quince amistades tuyas no cogen el teléfono. Es la canción de Dire Straits, es otra canción de Fito Páez, son muchas canciones de Silvio Rodríguez, para quedarnos sólo en el área de las canciones: que si los cables a tierra, que a dónde van.

Conducen, parquean, escriben la obra que será un super palo según el Times Literary Supplement, están en alguna reunión, perdiendo carbohidratos, o durmiendo, o subiendo por la Lincoln, o sin señal en Tetuán o por la Línea 5, llegando a Montmartre, o seguramente por Hackensack, porque ahí tampoco habrá señal. Es el planeta de "Lost in the Space". Es el ejército cada vez más ruidoso en tu directorio telefónico porque cada está más silente.

Le llamamos procrastinación, el déjalo para mañana, el no le des mente, el “Miguel sí jode”, el “pero cógelo suave”.

Vale. Todo bien. Tranquilo. Tampoco hay que exagerar. Le damos. Tampoco hay que ser tan duros. Pero me aligero de todos modos. Ya tengo quince rostros más flotando en esa zona del in between, en la maleta de las urgencias, porque “tampoco hay que exagerar”.

El Súper siempre coge mis llamadas. Por eso es el Súper. Les recomiendo a todos que traten de tener uno, aunque se me dificulta ofrecer más detalles sobre la persona en cuestión.

Me oye, hay una disposición a sacar espejos y dejar que las luchas choquen y nos exageren o distorsionen, porque la mejor idea cae en medio de esas carcajadas necesarias.

Claro, tampoco hay que exagerar.