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Lo primero que nos asalta de la obra La imagen de la primera intervención militar de los Estados Unidos en la literatura dominicana (1916-1924) es lo bien escrita y estructurada que está, teniendo como base una investigación exhaustiva del tema. Sin embargo, al leer la biografía del autor, nacido en Villa Jaragua, Bahoruco, nos damos cuenta que se ajusta a su enorme intelecto. Intelecto que, según el Premio Nacional de Literatura 2015, Roberto Marcallé Abreu, es de lo más sólido del país, adherido a la persistente formación académica de Alex y su incansable dedicación a los asuntos del saber. Alex Ferreras, con un poco más de medio siglo de existencia, ha publicado numerosos libros de poemas, ensayos, cuentos, novelas y antologías. Y como amante del saber, ha realizado múltiples cursos y estudios universitarios, entre los cuales se destacan, licenciado en inglés, maestría en literatura comparada y doctorado en Estudios del Español: Lingüística y Literatura. Precisamente del texto que hablaré hoy es un resumen de su tesis doctoral.

La imagen de la primera intervención militar de los Estados Unidos en la literatura dominicana está compuesta por un prólogo, siete capítulos, conclusiones, bibliografía general y fuentes e índice onomástico. En total tiene 374 páginas, se imprimió en noviembre de 2022, siendo el volumen número 449 del importantísimo trabajo educativo que a través del Archivo vienen realizando los gobiernos dominicanos. La obra está dedicada al italiano y hombre de letras (Ph.D. McGill University), Giovanni Di Pietro, primero en leer toda la producción novelística y un tanto la poética y el teatro criollos y publicar la crítica más completa sobre la literatura dominicana. Di Pietro le pasó su antorcha crítica a Alex Ferreras, su alumno más aventajado.

Alex Ferreras.

Continuando con el texto, al decir del autor, en él se analizan y se examinan las obras literarias y documentos de los escritores dominicanos, tanto de los que vivieron el acontecimiento, como de los que no. El capítulo inicial, como se expresa en el título, Naturaleza de la investigación, «constituye la naturaleza de la investigación del presente estudio». La invasión de los Estados Unidos avispó el nacionalismo criollo, en especial el de los pequeños burgueses con acceso a la cultura. En la época ejercían una influencia determinante en ellos, el modernismo de Rubén Darío; el positivismo de Eugenio María de Hostos; las ideas del uruguayo José Enrique Rodó; las del argentino José Ingenieros; las del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre; las del mexicano José Vasconcelos y en menor escala, las del judío-alemán Carlos Marx.

Los marines impusieron una férrea censura cultural, que incluía naturalmente a la prensa, hecho que determinó que las obras de teatro que se escribieron y se llevaron a las tablas no aparecieron en la historiografía nacional. Quizás sí en los archivos de los Estados Unidos. El cuento fue otro género de publicación escasa. Después de la salida de los yanquis, José Rijo escribiría uno titulado Chito, que retrataba de algún modo los abusos que se cometieron contra los pobladores. De los intelectuales que tuvieron problemas con las autoridades militares debido a sus luchas por la soberanía nacional, sobresalen, 1) Federico García Godoy, a quien no sólo le prohibieron publicar el texto histórico El derrumbe porque desenmascaraba a los marines y denunciaba las torturas que le infligieron al patriota Cayo Báez, sino que además incineraron los textos que salieron de la editora. Por fortuna, pudieron salvarse algunos ejemplares, lo cual permitió la reedición  en 1975 a cargo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con prólogo del profesor Juan Bosch; 2) Francisco Prats-Ramírez, a quien apresaron, lo mismo que a otros intelectuales como al historiador Américo Lugo y al poeta Fabio Fiallo, a quien pasearon por las calles de Santo Domingo vistiendo el uniforme rayado de preso, realidad que le multiplicaría su honra y dignidad; y el poeta Moreno Jimenes, a quien agredieron cuando se dirigía a su casa en Villa Francisca.

Moreno Jimenes, por encima de la censura, en 1921, fundó El Postumismo, la primera escuela poética vanguardista dominicana que revolucionaría la lírica vernácula validando lo autóctono, dejando de lado la métrica y las palabras exóticas del modernismo. Aunque no escribió poemas políticos, con el solo hecho de mostrar en los versos las raíces del pueblo, implícitamente estaba combatiendo la cultura del invasor. Alex Ferreras también nos habla de otro postumista, Andrés Avelino, que escribió un solo poema político, nacionalista, Irrupción. Igualmente menciona al Cantor de La Barranquita, Juan de Jesús Reyes, acaso el maeño más ilustre de toda la historia de la provincia Valverde. Su poema Acción de La Barranquita, que describe la batalla de los patriotas maeños contra los marines en el cerro La Barranquita de Guayacanes, consta de 11 sonetos, y están analizados uno a uno en el texto de marras.

Alex nos afirma que su obra, además, está relacionada con el concepto de la literatura testimonial. Añade: Nuestra investigación reivindica la idea de que la literatura testimonial es parte intrínseca de cualquier literatura. Por tanto, al capítulo II lo titula, La literatura como testimonio. En él aspira a explicar los orígenes del testimonio como género literario, que en América Latina se remonta a los tiempos de la colonia española, cuyos autores testimoniales fueron los cronistas de Indias que denunciaron la explotación contra los aborígenes. Los escritores testimoniales resurgirían en el decenio de los sesenta, en la época de la Revolución Cubana y continuarían en la década de los ochenta en Nicaragua y Guatemala, entre otros países latinoamericanos. Alex nos abunda sobre el novelista criollo Rafael Damirón y su obra, ¡Ay de los vencidos! (1925); y de Horacio Read y Los Civilizadores (1924). En cuanto a las obras testimoniales de otros países, nos habla acerca de la de Rigoberta Menchú y Elizabeth Burgos, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983), en la que se denuncia la explotación y opresión a que fue sometida la raza indígena en Guatemala. Asimismo, nos comenta el brillante testimonio, La montaa es algo más que una inmensa estepa verde (1982), del comandante sandinista, Omar Cabeza de Nicaragua, que describe de forma desgarradora su lucha contra la dictadura de Somoza. Finalmente, nos hace mención de otras obras testimoniales, de las cuales nos llama la atención, Los gavilleros del Este: una epopeya calumniada (1976), de Félix Servio Ducoudray, porque reivindica y enaltece la resistencia de nuestros campesinos contra el invasor, que los había despojado de sus tierras. Resistencia epopéyica no reconocida por los escritores de aquella época y poca estimada por los actuales.

En el capítulo III, titulado, Trasfondo histórico de la intervención militar norteamericana de 1916 en la República Dominicana, el autor busca colocar el fenómeno de la intervención en una perspectiva histórica a partir de la experiencia del patrón de otras intervenciones gringas en el continente. Pretende también presentar cómo se reflejaron estas intervenciones en los escritos de los poetas y cronistas del momento, así como el influjo que ejercieron algunos de ellos en otros intelectuales latinoamericanos. Norteamérica, siendo ya un imperio en propiedad, intervino en México entre los años 1846 y 1848, y se adueñó de más de la mitad de su territorio, rico en oro negro. A Colombia le segregó la provincia de Panamá para construir un canal interoceánico que resultaría vital para su expansión. En definitiva, en estas tierras de Simón Bolívar, San Martín y Máximo Gómez, sustituyó como imperio a España. Escritores preclaros como el apóstol cubano José Martí, el uruguayo José Enrique Rodó, antes mencionado, y el poeta nicaragüense Rubén Darío, no vieron con buenos ojos el surgimiento de este nuevo amo y en sus obras empezaron a denunciarlo como un enemigo peligroso tanto en lo económico y en lo militar, como en lo cultural. Respecto a nuestro país, ajusticiado el dictador Ulises Heureaux en 1899, la sociedad dominicana vivía su etapa precapitalista caracterizada por la lucha interoligarca debido a la ausencia en el gobierno de una burguesía nacional que mantuviera una dictadura constante sobre los sectores no burgueses. Este desorden político-militar impedía el desarrollo del capital norteamericano, especialmente el de la producción y comercialización del azúcar, una de las causas de su invasión en 1916, a partir de la cual convertiría la república en una colonia azucarera.

En el capítulo IV, titulado La intervención militar norteamericana desde la óptica de la memoria de escritores dominicanos que la vivieron, el autor se aproxima a los intelectuales que comunicaron sus ideas, sentimientos y pasiones sobre los acontecimientos. Es el caso de Luis F. Mejía, quien dejó plasmado su testimonio en el texto De Lilís a Trujillo: Historia contemporánea de la República Dominicana (1944). De esta obra, nos llama la atención que, la foto del mártir campesino ya mencionado, Cayo Báez, en la cual aparece con la piel desgarrada producto de las torturas infligidas por el invasor, fuera tomada por el doctor Heriberto Pieter a petición de Luis F. Mejía. La imagen, que se publicaría en numerosos periódicos del mundo, sería clave para denunciar los atropellos y los abusos a que fueron sometidos los pobladores dominicanos. Alex nos menciona otras obras como la de Víctor Garrido, En la ruta de mi vida (1970), y la del tristemente célebre Joaquín Balaguer, Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo (1988).

En el capítulo V, titulado Crítica general sobre los efectos culturales de la intervención militar en la República Dominicana, el autor afirma que salta a la vista la escasez de textos de esa índole en nuestra cultura sobre la ocupación. Y a continuación analiza El impacto cultural de la primera ocupación militar norteamericana en la República Dominicana (2016), de Diógenes Céspedes, acaso el intelectual dominicano más sólido de la actualidad. Asegura que es la única obra crítica que ha publicado los efectos culturales en términos generales que provocó la invasión. Céspedes, con pruebas documentales, hace hincapié en que la falta de una conciencia política y de una conciencia nacional, es una de las razones que precipita en el contexto político nacional de la época, la ocupación del territorio dominicano por parte de Estados Unidos. Y hace una revelación llamativa: no se explica el súbito respaldo colectivo (refiriéndose, sobre todo, según nuestras consideraciones, a los intelectuales que defendieron la soberanía nacional) de la sociedad dominicana al régimen de Trujillo tras combatir al imperialismo. A nuestro entender, el grueso de la intelectualidad dominicana, con su apoyo al despotismo más cruel y malvado que haya conocido el continente, demostró que su dignidad, ética y simpatías hacia las ideas más avanzadas de la época, no eran más que quimeras propias de la juventud pequeña burguesa del momento, lo que no quiere decir, de ninguna manera, que no les agradeciéramos sus aportes a la cultura nacional. Pero como bien expresara Juan Isidro Jimenes Grullón, pudiendo hacer algo por el pueblo, perdieron el tiempo en sueños y teorías y lo dejaron postrado en la semibarbarie.

En el capítulo VI, titulado Análisis e interpretación de las obras nacionalistas dominicanas de los tiempos de la intervención norteamericana de 1916, el autor asegura, con razón, que es la parte fundamental de su obra, pues analiza e interpreta detalladamente la imagen de la intervención en la literatura dominicana. Para él, la poesía fue de las que más se destacó, junto a los artículos, ensayos, proclamas, cartas y otros escritos en prosa. El gobierno militar no le aplicó la censura con la misma severidad que al teatro. Para nosotros, no la aplicó porque el pueblo analfabeto era incapaz de leer poesías, en cambio podía escuchar los diálogos de las escenas de teatro e interpretar las actuaciones. Alex, exhibiendo la antorcha crítica que le pasó Di Pietro, examinó las tendencias poéticas en vigor, los versos patrióticos, artículos que se escribieron y sus autores y los textos como Los yanquis en Santo Domingo: la verdad de los hechos comprobada por datos y documentos oficiales (1929), de Max Henríquez Ureña y Los intelectuales y la intervención militar norteamericana (2017), de Alejandro Paulino Ramos.

Y en el capítulo VII, titulado La imagen de los «gavilleros» en textos dominicanos y en uno norteamericano sobre la ocupación militar, el autor aborda la imagen de los guerrilleros nacionalistas del Este en el transcurso de la intervención. Habla sobre cinco textos, entre ellos, de nuevo, el de Los «gavilleros» del Este: una epopeya calumniada (1976), de Félix Servio Ducoudray, y El impacto de la intervención: la República Dominicana durante la ocupación norteamericana (2014), de Bruce Calder. En el primero, como es sabido, se les restituye a los luchadores el justo adjetivo de guerrilleros, en vez de los nombres bandidos y gavilleros, tales los estigmatizaron los yanquis. A sugerencia de Ferreras, si hubiese sido después de la mitad del siglo XX, lo hubiesen llamado comunistas y ahora terroristas. El segundo texto, el del autor gringo, por igual, él le reivindica la imagen histórica de patriotas a los guerrilleros del Este.

A modo de conclusión, Alex Ferreras nos expresa que con todo el valor que espera acuse el presente estudio, el esfuerzo que ha emprendido para materializarlo, entiende que se ha de continuar investigando. Y nosotros estamos de acuerdo porque siempre la investigación arroja nuevas verdades. Lo que dudamos es que una nueva obra sobre este tema nos vaya a satisfacer tanto como La imagen de la primera intervención militar de los Estados Unidos en la literatura dominicana (1916-1924).

Edwin Disla, 9 de marzo de 2023. El autor es Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván 2007 y 2022.