Introducción

Como ya es sabido, el tema de la religión, la iglesia, la amenaza comunista y el Concordato se constituyeron en  elementos de álgido debate durante la campaña electoral del año 1962, hasta el punto que a ley de días para la celebración de los comicios, Juan Bosch manifestó públicamente que el PRD no comparecería a los mismos, alegando, entre otras razones, que no serían  democráticos, toda vez que, conforme su criterio, no había libertad física ni legal como tampoco libertad absoluta de conciencia para el ejercicio del sufragio.

La carencia de libertad de conciencia la justificaba en el hecho de que “a cientos de miles de personas se les ha amenazado con castigo del cielo si votan por nosotros; de manera que todas esas personas se ven bajo presión espiritual, que les obliga a votar por otros partidos que no le gustaban y que no les siguen gustando; y se ven obligados porque en este país, como en muchos países, abundan la gente que les tienen más miedo al infierno que a un tiro en la cabeza, y ese miedo les impide actuar con libertad”.

Un año después del golpe, en “Crisis de la democracia de América en la República Dominicana”,  Bosch se quejaría de que, en contra de su gobierno,  “sacerdotes dominicanos más viejos – o extranjeros avecindados en el país de hacía muchos años-, actuaron como miembros de la casta de “primera” y de la alta clase media”.

Refería, específicamente, el caso de Monseñor Reilly, entonces Prelado de San Juan Maguana, quien a través del New York Times dio aquiescencia a la fabulación propagada por el Dr. Viriato Fiallo y agentes de la Unión Cívica Nacional en Miami, conforme la cual, el gobierno dominicano estaba organizando una milicia oculta de cuarenta mil hombres para destruir a las fuerzas armadas.

Y, de igual manera, se refirió a otro grupo de sacerdotes, “el más pequeño pero más activo”, el cual “se dedicó a conspirar con toda el alma”, entre los cuáles se encontraba un cura criollo a quien denominó “el instrumento oculto, el Rasputín del golpe de estado del  25 de septiembre”, el cual “había dedicado gran parte de su vida de pastor a servir funciones públicas a la orden de Trujillo”.

Cabe colegir, por la descripción precitada, que se refería al culto presbítero Oscar Robles Toledano, pues el Padre Marcial Silva, que tan beligerante postura mantuvo contra el gobierno de Bosch, recibió su ordenación sacerdotal pocos años antes de la muerte de Trujillo.

1.- El Dr. Viriato Fiallo y el Concordato durante la campaña electoral de 1962

Uno de los aspectos  de la relación Iglesia- Estado que alcanzó más relevancia durante la campaña electoral de 1962, lo fue el referente al Concordato.

La voz cantante en este tema- con posiciones que fueron variando a lo largo de la campaña- la llevaría el Doctor Viriato Alberto Fiallo, candidato de la Unión Cívica Nacional, representante de lo que podría denominarse la centro derecha y quien se reputaba como convencido católico, condición a la cual se refirió en varias ocasiones, con lo cual procuraba identificarse con la población católica, mayoritaria en el país.

En el caso de Bosch, por el contrario, fue extremadamente prudente durante la campaña electoral, obviando referirse a temas eclesiales y especialmente al Concordato, aunque sí lo haría públicamente ya en su condición de gobernante, y especialmente tras la consumación del golpe.

En la noche del 22 de abril de 1962, el Dr. Fiallo  compareció al programa “Ante la Prensa”, en Radio Santo Domingo Televisión, siendo entrevistado, entre otros, por el Doctor Freddy Gatón Arce, Rafael Bonilla Aybar, César Cruz Mordán, Héctor Pérez Reyes, José Estrella Jacobo, Fabio Herrera Miniño y Poncio Pou Saleta.

El entonces joven periodista Virgilio Alcántara, del periódico “El Caribe”,  se encargaría de reseñar en una importante nota las incidencias principales de la referida comparecencia.

Al ser cuestionado respecto a su opinión sobre el Concordato, afirmaría el Dr. Fiallo que el referido instrumento internacional debía ser abolido por ser “un instrumento creado por la pasada dictadura”.

Conforme su criterio, el Concordato fue un instrumento llevado por el dictador al Vaticano y que el mismo “cuando se haga un plebiscito será rechazado por el pueblo, no por el documento en sí, sino por ser creación del sátrapa”.

A mediados de noviembre de 1962, Fiallo inició una gira tanto a Puerto Rico como a Costa Rica, donde gobernaban dos de los líderes que encarnaban el liderazgo democrático latinoamericano, Luis Muñoz Marín y José Figueres.

Durante su visita a Puerto Rico, invitado por el Partido Popular Democrático, el periódico, el prestigioso periódico “El Mundo” se hizo eco de unas importantes declaraciones de Fiallo en torno al Concordato, quien  esta vez, ya no  planteaba su “abolición”, sino su reforma, alegando que el mismo acusaba ciertos puntos débiles, entre los que destacaba “el derecho de los sacerdotes a ofrecer títulos en las escuelas sin supervisión del Estado”.

En su criterio “aunque el 98 por ciento del pueblo dominicano es católico, está seguro que aceptaría las reformas del Concordato”.

Posteriormente, y faltando apenas una semana para las elecciones del 20 de diciembre de 1962, la posición de Viriato en torno al Concordato fue completamente distinta a las  defendidas anteriormente.

Esta vez, en el programa radial de Unión Cívica correspondiente al 6 de diciembre de 1962,  no proponía abolición ni reforma sino su disposición a renovar el mismo.

En la ocasión, recurrió Viriato a su formación filosófica para sustentar sus argumentos. Hizo gala de sus conocimientos de axiología  para distinguir entre valores lógicos, estéticos y morales, esto para concluir diciendo, no obstante la importancia de los primeros,  que  había un valor que escapaba a toda clasificación; que estaba “más allá de los otros” y ese era “el valor religioso”.

Conforme su argumentación, si para los anteriores valores era suficiente la simple captación, en lo concerniente al valor religioso “domina el corazón y el pensamiento en un sentido proceso de afirmación” para sostener, al propio tiempo, que “uno de los pueblos más religiosos del mundo es el pueblo dominicano, que tiene por predominante religión la Católica, Apostólica y Romana”.

Y como forma de enfrentar a Bosch, afirmaba: “cualquier ideología o toma de posición que tienda a desvirtuar su fe, su acendrada fe católica, está destinada a un absoluto fracaso y a un total e inequívoco repudio”.

Y luego de estas consideraciones, se referiría nueva vez al Concordato:

“Hemos emitido esos conceptos para declarar y aclarar, una vez más, nuestra opinión acerca del Concordato, el convenio intervenido entre el Vaticano y el Gobierno de la Republica.

Lo dijimos en abril, en el programa “Ante la Prensa” y lo hemos repetido en diversas ocasiones: el pueblo dominicano repudia en ese documento la firma de Rafael L. Trujillo, el espurio suscribiente de ese sagrado convenio.

El pueblo dominicano  vería con agrado que se procediera a sustituir el actual por un nuevo tratado con la Iglesia Católica, para mejorarlo, y desde luego, porque así desaparecería la causa de su repudio, la firma del tirano ajusticiado.

Yo, personalmente, soy católico, apostólico y romano y me llenaría de contento el hecho de que, en un Gobierno de Unión Cívica Nacional, un nuevo Concordato pudiera ser convenido, mejorando el actual y en el cual, por supuesto, había de desaparecer la firma de quien es motivo del más firme repudio de todo un pueblo, el noble y sufrido pueblo dominicano”.

Cuatro días después, entrevistado por el periódico “La Nación”, y en momentos en que ya el tema religioso trascendía por su relevancia en el debate electoral, Fiallo destacaría lo que consideraba como “los beneficios sociales del Concordato”, entre los que resaltaba “ la ayuda de la iglesia a los servicios de asistencia social del Estado, tales como en los hospitales y orfanatos; la integración de la familia, base de la sociedad, por medio del matrimonio y la educación cultural de nuestro pueblo”.

Cuestionado en torno si el Concordato tenía plena vigencia, respondió: “Sí. Mientras no sea modificado el presente Concordato está en pleno vigor en todas sus partes”…además de su aspecto espiritual…es un tratado internacional especial que asegura una fecunda colaboración entre la Iglesia Católica y el Estado dominicano, que nuestra República, respetuosa de los acuerdos de este género, debe cumplir”.

Respecto a una posible modificación del mismo, sentaría el criterio de que para ello era preciso que “por mutuo consentimiento y prevía consulta así lo acordasen las altas partes que lo firmaron y, desde luego, en lo que a nosotros concierne, con la aprobación del Congreso Nacional, genuina representación del pueblo dominicano”.

Destacó, además, en este aspecto que “cualquier modificación sería  para que redundara en beneficio tanto de la iglesia católica como para coadyuvar al logro del mayor bienestar y material del “noble y sufrido pueblo dominicano”.

No desaprovecharía la ocasión para destacar su condición de católico, esto con el marcado propósito de demarcarse de su principal oponente, el profesor Bosch, a quien ya una campaña tan sutil como aviesa le colocaba como defensor del comunismo y, por ende, como enemigo de Dios y de la Iglesia.

A este respecto, afirmaría Fiallo:

“Como ferviente católico que soy… ,creyente,  y como parte de esa enorme mayoría del pueblo dominicano que ha hecho de la religión católica y romana su fe, nos indigna recordar cómo Trujillo violó continuamente el Concordato, vejó la iglesia católica y la hizo blanco de sus ataques debido a la noble actitud asumida por los Obispos en defensa de nuestro pueblo, al escribir aquella memorable pastoral de enero de 1960. Siento que la presencia de la firma de Trujillo en ese documento es irritante y esta situación, por tanto, puede remediarse”.

2.- La jerarquía católica y sus posiciones  durante la campaña electoral de 1962

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Monseñor Tomás F. Reilly, prelado de San Juan de la Maguana.

Durante la campaña electoral de 1962, la jerarquía católica se refirió al proceso electoral. En dos documentos fundamentales, entre otros, fijó posición en aspectos referentes a la campaña, nos referimos específicamente a la Carta  Colectiva del 15 de noviembre de 1962 y a la Declaración del 15 de diciembre del mismo año.

En ambos documentos se reconocía como necesaria la “existencia de diversos partidos políticos”; que para los fieles católicos la participación en política constituía “un deber verdadero y propio” y que los fieles “deben inscribirse en partidos que defiendan una auténtica política nacional”.

Hasta aquí ambos documentos parecían ir muy bien y estaban hasta cierto punto libres de sospecha, pero los mismos  cambiarían de tono cuando,  más adelante, al referirse a que “los católicos tienen el deber de votar en bien de la sociedad, especialmente en las actuales circunstancias y que el mismo constituye un deber de conciencia”,  se especificaba taxativamente, y al propio tiempo, una exigencia y era la de  que los católicos al ejercer el sufragio:

“… sólo deben votar por personas honestas que ofrezcan garantía para el futuro de la Patria y de la Iglesia” y que “los católicos no pueden votar por partidos que atenten contra el orden cristiano, como son los partidos marxista-comunista”.

¿ ¡No era este un sutil pero claro llamamiento a los católicos a no sufragar por Bosch y el PRD, cuando ya comenzaba a tomar cuerpo la aviesa campaña que les colocaba en dicho espectro ideológico, asunto que sería objeto  del histórico debate sostenido entre Bosch y el sacerdote jesuita e historiador Láutico García faltando apenas tres días para las elecciones?

El mismo Bosch, en “Crisis de la democracia de América en la República Dominicana”, referiría que ya presidente electo,  antes de tomar posesión, específicamente el 18 de febrero de 1963, le visitó el  entonces Nuncio de Su Santidad en la República Dominicana, Monseñor Enmanuele Clarizio, a fines de solicitarle su intervención ante la Asamblea Revisora a fines de que en la nueva Constitución se incluyera el artículo referente al Concordato.

En el mismo texto, Bosch refiere la respuesta que dio entonces al representante Pontificio, a saber:

“Monseñor, Usted sabe lo que es una democracia; una democracia no es un régimen gobernado por un solo hombre, como lo era el de Trujillo. Yo no tengo ninguna clase de autoridad legal sobre los Diputados Constituyentes, pero Usted sabe que ellos han estado cediendo en muchos puntos; vaya a ver al Presidente de la Asamblea, el doctor Rafael Molina Ureña, hable con él, mueva amigos. Ayúdenos a crear la democracia dominicana haciendo funcionar las instituciones con el combustible de la opinión pública”.

3.- El gobierno de Bosch, el Concordato y la Constitución de 1963

Durante el gobierno de Bosch- y especialmente en el contexto de los trabajos de la recién electa Asamblea Constituyente que trabajaba en el texto de la nueva Constitución, el tema de la Iglesia y el Concordato sería nueva vez objeto de especial debate público e intensos debates.

Cabe recordar al respecto, los pronunciamientos de Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, quien durante el régimen de Trujillo había ocupado la posición de Senador y en representación de la Iglesia Católica había formado parte del Consejo de Estado.

Sostuvo una dura polémica con la senadora Thelma Frías, tras manifestar pública preocupación respecto a los iniciados trabajos de la Constituyente, dado que conforme a su criterio,  se realizan aprestos para instituir: “una educación laicista a la manera de Hostos y un concepto exótico de matrimonio y familia…un atentado de lesa patria”.

Un hito importante en la fijación de posiciones públicas por parte de la jerarquía católica en torno al tema, fue la carta que el 31 de marzo de 1963, dirigiera a Bosch el entonces Prelado de San Juan, Monseñor Tomás F. Reilly, mostrando su preocupación por “el problema de la Constituyente, el atraso y la descomposición social reinante”.

En su respuesta a dicha carta, remitida el 16 de abril de 1963, Bosch refería a Reilly que él mismo- y así lo había consignado a uno de los constituyentes presencia del Embajador Bartlow Martín,  había experimentado desazón debido “ a la forma confusa, y mejor diría ambigua, que se le está dando a la nueva Constitución”, consignado como un ejemplo de lo expuesto el hecho de no entender por qué decir en la nueva Constitución que “ nuestro pueblo es fundamentalmente cristiano cuando lo cierto es que es mayoritariamente católico”.

No obstante lo cual, referiría a Reilly en la indicada misiva,  lo que, en similiares término, había expresado meses antes al Nuncio papal Monseñor Clarizio:

“…Usted pensará que si de la Constituyente sale una Carta Fundamental impropia yo tendré responsabilidad en ello. Pero es lo cierto que no la tendré.

No mantengo contacto alguno con los constituyentes porque creo que ellos forman un poder soberano, y además, porque entiendo que crear la democracia es un deber de todos los dominicanos y por tanto cada uno debe cargar con su responsabilidad. Un hombre solo no puede construir y mantener un régimen democrático.

Para concluir: “me parece, Monseñor, que la tarea de construir aquí un régimen democrático está afectada por el hábito de nuestro pueblo a depender de un sólo hombre ; y usted y yo y todos los que sabemos que ese hábito es malsano, debemos colaborar en la obra de ir señalando la responsabilidad de todos en lo que debe ser obra de todos”.