La atención a una de las principales vías de Santo Domingo nos permite observar varias transformaciones de la República Dominicana. Tanto las necesidades que fueron dictando su trazado, como los nombres con que se han ido denominando sus diferentes tramos nos ofrecen pistas para conocer las causas que han sido relevantes en cada momento.
Originalmente fue concebida como vía de rápida circulación en el extremo occidental de la ciudad de Santo Domingo por Moncito Báez López-Penha (1909-1995) nieto de Ramón Báez y quien desarrolló una trayectoria laboral con menos esplendor, pero de mayor servicio que la de su abuelo.
Con el paso del tiempo, esta primera línea recta evolucionó hasta dar la actual forma de herradura que empieza y termina en el mar. Respondiendo al crecimiento poblacional y económico, el trayecto que iba desde el mar hasta la actual avenida Kennedy se fue prolongando hasta incluir caminos que se usaban para movilizar ganado y luego hacer espacio para el tránsito hacia un aeropuerto (el de Herrera).
Los nombres de esta vía nos revelan las ideas y gestas que han sido importantes para la sociedad. La parte que hoy se llama “avenida Lincoln” honró sucesivamente a Cordel Hull, el senador norteamericano que firmó el documento que reconocía el fin de la deuda externa dominicana; a Fabré Geffrard, presidente haitiano que, por luchas en la sección occidental de la isla, apoyó a los actores de la restauración del sistema de república independiente y, finalmente, a Abraham Lincoln, el presidente norteamericano bajo cuyo mandato se abolió la esclavitud en los EEUU.
La continuación de su trazado en los años 50, en lo que es hoy su parte más al norte dentro de la ciudad, implicó el uso de una nomenclatura que probablemente fuera honrando a “los próceres” del Virreinato de Nueva Granada quienes idearon una relación diferente con la corona española. El tramo que en el año 1971 completó el diseño recibe su nombre en honor a Gregorio Luperón, un héroe de la restauración de la República Dominicana. Cada uno de estos nombres reconoce a figuras que desplegaron acciones que directa o indirectamente resultaron en mayor dignidad para los dominicanos.
Por otro lado, la evolución en la habilitación del espacio nos permite constatar el extraordinario crecimiento de la ciudad capital en tan solo cincuenta años. El antiguo seminario (actual sede de la Pontificia Universidad Católica de Santo Domingo) fue solicitado a mediados de los años cuarenta, pero fue sobre todo a partir de la década de 1970 que se erigieron en esta vía lo que en su momento fueron grandes edificaciones: la Funeraria Blandino, el Supermercado Nacional y el Colegio Saint George, todos con un diseño horizontal y que una década después fueron dando paso a edificios de varios pisos (Edificio Palic, Unicentro Plaza) hasta incluir edificaciones cada vez más altas:
De la abundancia del espacio en los años setenta hablan las costumbres del momento. En esos tiempos, en las mañanas de verano, los niños podían jugar béisbol. Y todo el año y a cualquier hora, jóvenes y adultos podían transitar a burro y a caballo, algunos vendiendo mercancías y otros por el simple placer de montar. Con la llegada de los años ochenta, las noches transformaron a esta avenida en lugar de carreras automovilísticas donde más de un joven perdió la vida. Los noventa trajeron la liberalización de los impuestos de importación a los vehículos y el consecuente congestionamiento actual del transporte. El desarrollo ha sido innegable y vertiginoso. Ahora le falta estar mejor coordinado.