Luego de la caída de la URSS, EEUU emergió como la única potencia mundial, inaugurando un orden mundial unipolar, cimentado en una superioridad militar, económica y política, cuasi absoluta. A fin de consolidar y extender su dominio mundial, los EEUU impusieron la globalización de la economía, del comercio y la inversión, aprovechando su supremacía científica y tecnológica de entonces.

Como parte de esa globalización, y en interés de acelerar sus ganancias, exportó hacia China y a otras naciones en desarrollo, una buena parte de la producción industrial y manufacturera, capitalizando para sí, la mano de obra barata de esas naciones.  

Por su parte, Rusia quedó postrada, y debilitada por la crisis económica y política que terminó con la URSS y por el caos propio de la transición a un modelo económico de mercado. Además, por la pérdida de gran parte de su esfera de influencia incluso, viendo como muchas de las naciones que durante décadas estuvieron bajo su dominio y control, ahora no sólo adquirían su independencia, sino además, se tornaban adversarias. 

Aprovechando la debilidad de Rusia, la OTAN inició su expansión militar hacia el Este de Europa, incorporando a las antiguas repúblicas soviéticas reduciendo,  de manera muy significativa, la capacidad de maniobra geográfica y de sobrevivencia militar de Rusia. 

Dos décadas después la situación comenzó a dar un giro sin precedentes. China creció económicamente en forma tan sostenida y acelerada, que se convirtió en la segunda economía del mundo. Y gracias a un extraordinario desarrollo científico y tecnológico, pronto comenzó a rivalizar con la potencia hegemónica, amenazando su control unipolar. 

Como resultado de una competencia cada vez más abierta, China ha logrado extender su influencia a escala mundial, reduciendo la tradicional influencia de USA en la mayoría de los continentes. A tal grado ha crecido esta competencia y desafío, que a la parte estadounidense no le ha quedado otra que desatar una guerra tecnológica y comercial, cada vez más abierta y agresiva. Bajo diferentes pretextos y excusas, los últimos gobiernos de USA han aplicado una política de sanciones económicas a China, en un interno por frenar su avance científico y tecnológico, así como su expansión en el mercado mundial.  

Estamos en presencia de una guerra por la supremacía tecnológica entre las dos potencias que se disputan el control global de la inversión, la producción y el comercio. Esta nueva guerra, a diferencia de las dos grandes anteriores, no ha llegado al enfrentamiento militar, porque ambas naciones poseen armas nucleares que podrían provocar una catástrofe mundial sin precedentes. Pero, aun así, no se descarta, debido a la intensidad del avance y del bloqueo.  

La pérdida de la ventaja comparativa de los Estados Unidos, ha continuado acentuándose en la última década, obligando a eliminar la globalización, bajo la consigna de American First. El mundo presencia una crisis occidental tan profunda que está socavando los cimientos del neoliberalismo. Ahora, para poder sostener el viejo orden mundial unipolar, y evitar la emergencia de un nuevo orden multipolar, basado en una nueva competencia entre las potencias tecnológicas más avanzadas, se impone una creciente política proteccionista, rechazada durante décadas, con una participación muy activa y desordenada del Estado en el mercado y en la economía. 

Esta resistencia feroz ha obligado a EEUU a contradecir una de las reglas de oro de la historia de la humanidad: el desarrollo libre y progresivo de las fuerzas productivas, gracias al avance de la ciencia y la tecnología, como la máxima expresión de la creatividad e innovación humanas. Una de las vertientes más dañinas de la resistencia al cambio hacia un nuevo orden mundial multipolar es el bloqueo, por todos los medios posibles, del avance de la ciencia y la tecnología de la potencia emergente. 

Los obstáculos al desarrollo de la tecnología 5G y ahora de la 6G, de los semiconductores de última generación, así como a los cambios derivados de la irrupción masiva de la inteligencia artificial, son solo algunos ejemplos del entorpecimiento del avance tecnológico en general. La historia continúa su curso inexorable: los revolucionarios de ayer, terminan siendo los decadentes y reaccionarios de hoy. 

 Dos décadas después, Rusia luce recuperada económica y militarmente, volviendo a ser una potencia militar de primer orden, rivalizando con los Estados Unidos. Según ha trascendido, Rusia cuenta con armas hipersónicas únicas, dotadas de misiles nucleares de  alcance intercontinental que, en cuestión de minutos, pueden impactar con precisión en las principales ciudades de EEUU, pudiendo destruir sus puntos estratégicos más vitales. 

Desde luego, EEUU también cuenta con armas nucleares, con igual o mayor capacidad destructiva contra Rusia y contra China. Este equilibrio relativo, de carácter disuasivo, constituye una esperanza y una garantía relativa, que podría evitar o limitar una escalada bélica nuclear, ampliamente destructiva, como dicen “donde todos seríamos perdedores”. 

Dada la superioridad de China en el campo científico y tecnológico en las principales áreas de punta, su estrategia consiste en evitar enfrentamientos militares con EEUU, sin dejarse amedrentar, consciente de que el desenlace final de este enfrentamiento dependerá, más de la guerra tecnológica, que de una conflagración militar frontal y generalizada. Desde luego, ello no excluye, acciones desesperadas para conservar el viejo orden mundial. Ante el curso inevitable de la historia, lo más probable y deseable, es que ambas potencias terminen repartiéndose las áreas de influencia, en un orden bipolar. 

La estrategia norteamericana en pos de preservar su hegemonía mundial consiste en imponer políticas proteccionistas para evitar la competencia en las áreas estratégicas donde China le supera, y estimular guerras y conflictos militares focalizados, para debilitar a sus adversarios y consolidar sus mercados. Ahí está el situación de Taiwán.    

En un esfuerzo desesperado por imponer su autoridad, EEUU ha utilizado al dólar como una poderosa arma de persuasión y de guerra, estableciendo sanciones económicas, comerciales y financieras; y congelando cuentas bancarias y reservas internacionales, a todos los países que no aceptan sus directrices y/o a aquellos que amenacen directamente sus políticas e intereses. Ahí están los antecedentes de Fidel Castro, Allende, Sadam Hussein, Gadhafi, Chávez, y Maduro, entre otros 

Resulta evidente la decadencia y pérdida relativa de poder e influencia de Norteamérica a escala mundial, como resultado de sus decisiones imperialistas, de su rezago tecnológico, y del uso del dólar como una arma de dominación y castigo. USA ha perdido una buena parte de su influencia hegemónica en los países del Medio Oriente, donde Rusia y China lucen dominantes. También ha declinado de manera notoria entre los países y líderes africanos y, además, entre la gran mayoría de las naciones de América Latina. Ya no inspira ni la admiración ni el temor de las décadas de su mayor esplendor y dominio.  

Estados Unidos ha perdido un aliado estratégico tan fundamental como Arabia Saudita, una potencia petrolera de primer orden que, durante largas décadas, fue el soporte indiscutible de su dominio unipolar basado en el Petrodólar. Vale la pena destacar la creciente influencia de los países que integran el BRICS, y su tendencia a continuar expandiendo su membrecía e influencia mundial durante las próximas décadas. 

Ante este panorama mundial, bastante preocupante, Estados Unidos está obligado, sí o sí, a preservar su hegemonía en Europa, frenando la creciente influencia de China y cortando los estrechos vínculos comerciales y energéticos de Rusia con el viejo Continente, empujándola a una guerra para debilitarla y aislarla del resto de Europa. 

Es ahí donde entra en juego la guerra de Ucrania. EEUU no puede darse el lujo de perder el control de Europa, ya que esa es la única zona donde todavía puede ser la potencia dominante. Necesita, sí o sí contener a China y a Rusia. Para ello ha implementado una estrategia de provocar el mayor distanciamiento posible entre Rusia y Alemania. Necesita debilitar a Alemania eliminando o reduciendo su rol como la locomotora de Europa. Y además, privándola del gas barato destruyendo el acceso al gas ruso varado a través de los Nord Stream 1 y 2. 

Ucrania no es más que un peón, el medio más eficaz en este momento, para generar un conflicto militar entre Rusia y la OTAN, arrastrando a Alemania a un distanciamiento y enfrentamiento con Rusia. La voladura de los oleoductos Nord Stream 1 y 2, constituye la mejor expresión de la concreción del objetivo de EEUU en Europa, destruidos para contener movilizaciones de los alemanes demandando su reapertura.          . 

El objetivo primordial no es eliminar a Rusia, tarea por demás deseable, pero que ni siquiera Napoleón ni Hitler lograron. El objetivo real, el primordial, es aislar y cortar toda su influencia sobre Europa. Además, debilitar la competencia de Alemania, para reducir su rol y liderazgo. Igual, en un segundo plano, es la política frente a Francia. De esta forma, la potencia del norte se asegura el control total de Europa, por ser en este momento el único continente donde todavía mantiene un liderazgo económico y militar predominante.

Los intereses estratégicos de China están alineados con el curso natural de la historia como encarnación del desarrollo de las fuerzas productivas. No le interesa la guerra, rechaza el proteccionismo y las sanciones. En su cómodo rol de fuerza emergente e innovadora puede darse el lujo de presentarse como la abanderada de la paz mundial, de los derechos de las naciones, incluso de las pequeñas. Aprovecha y capitaliza la creciente imagen de EEUU como una potencia imperialista, prepotente, belicista, intolerante y con doble moral. Finalmente, actualmente hay tantos privilegios y riquezas centenarias en juego, que todo es posible.