En la serie de la última semana sobre la fusión del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) con el Ministerio de Educación (MINERD), se ha resaltado la  preocupación por el efecto que tal medida puede tener sobre la institucionalidad de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), desde el punto de vista de su articulación como parte del Sistema Nacional de Innovación (SNI). Se han resaltado dos cuestiones  fundamentales.   En primer lugar, el imperativo que supone para el país el desarrollo de un marco institucional de políticas de CTI que contribuya con el desarrollo productivo, la inclusión y la sustentabilidad. El racional detrás de este punto es que, como lo ha indicado el informe reciente del Banco Mundial, la economía dominicana se acerca a los límites de su potencial de crecimiento económico, lo que se traduce en que estamos atrapados en la trampa de la renta media (de hecho, llevamos más de una década como economía de renta media), con dificultades en lo relativo al crecimiento de la productividad, la calidad del talento humano y las limitadas capacidades innovadoras de la economía. En segundo lugar y relacionado con lo anterior,  que el espacio natural de las políticas de CTI es el SNI, basado en el desarrollo de capacidades científico-tecnológicas y de cuya articulación depende el potencial de transformación de las bases productivas del modelo de crecimiento.  A todo lo anterior, se suma la problemática ambiental y el efecto del cambio climático, lo que implica la construcción de un fuerte foco de resiliencia climática en las nuevas bases y motores de crecimiento de la economía dominicana.

Entendiendo los sistemas nacionales de innovación

Comencemos por explicar qué es un SNI, que en un primer momento se  puede ser entendido como el arreglo de instituciones (entendidas como las regla del juego, el marco legal y el sistemas de incentivos) y organizaciones (actores públicos, privados, universidades y centros de investigación, entre otros), así como sus interacciones, estructuradas en torno a la producción y diseminación de conocimiento en la sociedad y en los sectores productivos. De modo que los principales resultados de un SNI son el conocimiento (básico o aplicado) y la innovación a través del esfuerzo en Investigación y Desarrollo (I+D), que, entre otras cosas, se puede traducir en propiedad intelectual (patentes, modelos de utilidad, diseños industriales y marcas individuales y colectivas y un largo etcétera).  La innovación como tal, también abarca los servicios, los  procesos, la mejora continua, la calidad y la inclusión social por medio del emprendimiento. Pero también un SNI provee capital humano y capacidades científico-tecnológicas de alto nivel que permiten hacer frente a retos  como la degradación ambiental o la adaptación al cambio climático.  Por consiguiente,  la noción de SNI conduce a la construcción de un enfoque sistémico de la innovación, lo que implica la noción de componentes, así como la calidad de sus interacciones.

En lo que respecta a los componentes de un SNI, los básicos están ahí: el marco legal, las universidades, las empresas, el sector público y otros actores incluyendo la sociedad civil. En lo que respecta a sus  funciones se destacan:  la creación de nuevo conocimiento por medio de la provisión de I+D (no me siento cómodo añadiendo la i porque es redundante e innecesaria ya que además subraya el modelo lineal de innovación); la construcción de capacidades por medio de la provisión de educación superior y capacitación; sistemas de calidad y metrología para la competitividad (Haití ya ha comenzado solicitar reglas de etiquetado de productos dominicanos, una típica barrera técnica no arancelaria), fomento de la incubación de actividades, empresas y oportunidades de negocio de base tecnológica, entre otras funciones.

La perspectiva anterior, conduce a refinar aún más la noción de SNI como un conjunto de instituciones para crear, almacenar y transferir los conocimientos, habilidades y artefactos que definen las oportunidades tecnológicas. Dicho de otro modo, las interacciones entre los distintos componentes del SNI puede condicionar sus límites y de modo particular el rendimiento innovador de las empresas, así como la capacidad de la sociedad para incorporar y utilizar el conocimiento para el abordaje de sus grandes retos sociales.  Por lo anterior, el SNI permite interpretar los procesos económicos desatados por el cambio tecnológico, la generación y transferencia de conocimientos y por las interacciones entre actores.  Conceptos como los modelos tripe-hélice, cuádruple o quíntuple hélices, son asimilables a la noción de SNI, pero no equivalentes.

Ahora bien, la presencia de los elementos de un SNI en una determinada sociedad, (leyes, organizaciones públicas y privadas, universidades, centros o institutos de investigación), no significa que se cuente con un SNI, dado que una de las dimensiones críticas es su gobernanza y  uno de los aspectos críticos de la misma, son las fallas de coordinación que pueden afectarlo. El reto de la gobernanza de los SNI  es mayor en países con bajas capacidades científico-tecnológicas, con una limitada tradición de política científica,  con un bajo perfil en materia de innovación y con serias fallas institucionales de coordinación y con problemas de agencia. En economías con SNI desarticulados o de muy baja articulación, los elementos que lo integran operan de manera atomizada, aislada y desconectados de la demanda de conocimiento para procesos de transformación productiva o para el abordaje de los grandes retos nacionales.  Finalmente, los SNI operan como estructuras complejas multi-escala y multinivel, de modo que se puede hablar de sistemas sectoriales (agropecuario, industrial, de salud, etc.) y regionales o locales, los cuales a su vez interactúan entre sí. La savia que fluye por la vasos conductores del xilema del árbol de la innovación es el conocimiento, al que contribuyen con sus interacciones los actores del SNI.

Los desafíos de gobernanza y coordinación

En estos días estuvimos de práctica externa con los alumnos de postgrado del curso de Metodología de la investigación, acompañados de dos de mis alumnas de doctorado como tutoras del grupo. Fuimos de visita al Museo Nacional de Historia Natural  “Prof. Eugenio de Jesús Marcano”, como siempre una grata experiencia.  Rememoramos la firma del acuerdo interinstitucional que motivado en su momento,  para que el Museo se incorporara  con sus fondos (colecciones), al Programa de Doctorado en Ciencias Ambientales del INTEC, junto con otras instituciones del quehacer científico nacional, una práctica habitual en los Estados Unidos y Europa y en  los países más avanzados de América latina.  Es simple: si universidades del nivel de Columbia, Cornell o NYU entre otras, eran capaces de unificar recursos formando un consorcio para el nivel de doctorado con el Museo de Historia Natural de New York, por qué no hacerlo en dominicana. En esa misma tesitura  se inspiró la iniciativa posterior del doctorado  interinstitucional en matemáticas de la UASD, el INTEC y la PUCMM, primero de su tipo en el país y que contó con el apoyo del MESCYT y que pudo servir como un faro en el camino para otros programas en biotecnología o desarrollo industrial, en los que se pudiera combinar capacidades y recursos existentes con financiamiento.

Por un segundo, fue posible imaginar la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña como gestora de un portal de conocimiento que diera acceso a las instituciones del SNI Dominicano al “core collection” del science direct, entre otros repositorios similares que acogen las corrientes principales del conocimeinto científico-tecnológico a nivel internacional. ¿Cómo avanzaremos en la actualización curricular, en la calidad de la educación superior y en la investigación científica sin acceso a tales recursos?  También fue posible imaginar una red avanzada de investigación y educación superior conectada a la Red Clara  de América Latina, que integra redes nacionales como la RENATA de Colombia, la RNP de Brasil, a la CUDI de México, entre otras, inspiradas en la Internet2 de los Estados Unidos, la red avanzada que conecta las universidades  norteamericanas o en la GEANT europea. Imaginemos el impacto de conectar el sistema a la red global Eduroam, para que todas la universidades, sus profesores, investigadores y estudiantes avancen en la integración tanto interna como externa del sistema y en el uso de infraestructuras tecnológicas compartidas.   Este tipo de iniciativas le darían integración y articulación al SNI y pudieran ser asumidas con el apoyo del INDOTEL a través del Fondo General de Telecomunicaciones.

En fin, que los espacios de la Plaza de la Cultura se convirtieran en un lugar de articulación y creación de conocimiento y construcción de capacidades mediante programas avanzados de postgrado e investigación científica en sus respectivos campos.  Esto le permitiría contar al país con dos grandes hubs o territorios de conocimiento e innovación: uno en la región norte y otro en Santo Domingo, conectados por la autopista Duarte, transformada en un eje de conexión de capacidades y recursos competitivos.  Durante esos minutos de abstracción, fue posible pensar en el LAVECEN (Laboratorio Veterinario Central),  en las estaciones experimentales del Ministerio de Agricultura, en el IDIAF,  en el Laboratorio Nacional Dr. Defilló, en el IIBI, entre otras muchas instituciones, así como  en los retos que confrontan los productores de arroz con el DR-CAFTA o en los desafíos en adaptación climática del turismo dominicano, o en la degradación ambiental de los ecosistemas costero-marinos, o en los  retos de la deforestación y erosión de suelos en la Cordillera Central o en la Sierra de Bahoruco.  Al despertar del ensueño, quedó claro que Dominicana cuenta con los elementos de un SNI, pero con muy bajos niveles de articulación institucional, un desafío que puede superarse de forma gradual con la consolidación de un marco institucional que de forma a los vasos comunicantes que permitan que  las empresas, las universidades y el sector público generen sinergias en lugar de disinergias. Que colaboren, con los engranajes lubricados de un SNI que gradualmente gane eficiencia y consolide capacidades científico-tecnológicas para la innovación, la inclusión y la transformación productiva.

Avanzado hacia el futuro con los esfuerzos del presente

Como parte de la reformas en discusión, la República Dominicana necesita una ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyo objeto sería asegurar la buena gobernanza del SNI, dotarlo de coherencia elevando su nivel de articulación y lógica de sistema. Como parte de esa ley debe definirse con claridad la figura responsable de la administración del sistema,  sea esta un Ministerio o un Consejo con la debida jerarquía y capacidades institucionales, preservando los avances a la fecha.    ¿Cómo financiar el sistema? La financiación de la CTI y del SNI no tiene porqué descansar en el 4% que se otorga para la educación pre-universitaria. Es posible que, si se atienden los desafíos aún pendientes en materia de calidad y cobertura de la educación pre-universitaria, el 4% quede corto. El argumento de financiar la educación superior por esa vía no es el mejor, aunque se puede entender la legítima preocupación de ciertos sectores por la cuestión de la eficiencia y eficacia del gasto público en la educación pre-universitaria, pero un problema no se resuelve creando otro problema.   En todo caso, si el afán de la reforma es el ahorro, el estado dominicano puede crear un Ministerio de Inclusión y Políticas Sociales, que le ofrezca cobertura política a instituciones existentes como el Ministerio de la Juventud, el de la Mujer, al SIUBEN, al Plan Social de la Presidencia, entre otras instituciones que representan la política social del Estado.

La CTI y el SNI dominicano, se pueden financiar por otras vías, como puede ser el royalty minero (regalías) de la explotación de recursos  no-renovables (de modo que el país pueda desarrollar las capacidades que en una generación sustituyan el aporte que hace la explotación de recursos no-renovables a la economía). Esto además elevaría  el sentido de equidad intergeneracional asociado con la explotación de recursos no-renovables. Mirémonos en el caso de Venezuela, un típico caso de la maldición de los recursos, también conocida como la paradoja de la abundancia.  Un país hermano, que no aprovechó como es debido la explotación  de sus cuantiosos recursos no-renovables para construir y consolidar capacidades científico-tecnológicas y que más bien,  las ya construidas las ha desmantelado drásticamente incluyendo una fuga sin precedentes de talento y capital humano. La minería de metales preciosos es a dominicana lo que el petróleo a Venezuela, por lo que se trata de un don de la naturaleza que debe ser aprovechado de forma  sabia, creando las capacidades que lo sustituirán en el futuro.

La CTI y el SNI dominicano se pueden financiar a través de contribuciones del FONPER (Fondo Patrimonial de las Empresas Reformadas) o por una tasa impositiva a los juegos de azar (ya que se tiene una banca de apuestas en cada esquina de este país que sirvan para algo). Igual el financiamiento del sistema puede ser el resultado de un policy-mix de todo lo anterior, de modo que se puedan desarrollar no sólo las infraestructuras científico-tecnológicas, sino también el talento humano avanzado, los mecanismos  e incentivos para atraer talento científico al país y promover la producción y transferencia de conocimiento.  Esto cambiaría en el mediano plazo el rostro de la sociedad dominicana y su perfil productivo,  que estaría más orientado a la innovación e impactaría en una educación superior de mayor calidad con efecto de derrame en todo el sistema, haciendo el país más atractivo a la inversión extranjera directa de base tecnológica.

Para concluir, en esta serie de tres trabajos, el foco ha sido el fortalecimiento del SNI y el reto de la articulación de las políticas de CTI. La discusión de transferir a la educación superior al MINERD, debe  mirarse con mucho cuidado considerando el papel de las universidades  como agentes centrales del sistema y el riesgo que supondría poner en peligro los modestos avances en el desarrollo de una cultura científica y de innovación. El MINERD por su propia naturaleza más bien reforzaría el modelo docentista de la educación superior.  En caso de que la idea de la fusión  prospere, tendría sentido sólo y sí se asegura un espacio de plena autonomía universitaria en la forma de un mecanismo parecido al antiguo CONES, que no ponga en peligro la articulación de las universidades con el SNI. De lo contrario, el Estado debe sopesar los costes y beneficios de una medida cuyos efectos pueden ser contraproducentes. Al margen de lo anterior, con fusión o sin ella, debe reforzarse la institucionalidad de la CTI y un primer paso es dotar al país  de una ley integral de ciencia, tecnología e innovación.

Artículos de Víctor Gómez Valenzuela