De acuerdo a Marc Sageman: “La yihad global salafista es un nuevo desarrollo en los anales del terrorismo. Combina el fanatismo, en su sentido original de “excesivo entusiasmo en las creencias religiosas” (Taylor, 1991), con el terrorismo contra un “enemigo lejano”, un objetivo global para realizar una utopía. Este fanatismo abarca un afán de morir y matar por la causa. Esta glorificación de la noción de shahada (literalmente el testimonio de fe, pero que ahora también significa martirio) es un aspecto inherente a esta nueva forma de terrorismo global, y solo puede entenderse en su contexto religioso”.
Existen factores psicosociales que facilitan el vínculo con los movimientos islámicos radicales, como son el resentimiento, la frustración, la atracción y el disfrute de la violencia, los deseos de venganza, la ignorancia, la fascinación por el riesgo, el afán de reconocimiento y notoriedad, el deseo de ser respetado o temido, la pobreza y exclusión social, la sustitución simbólica e idealizada de la figura paterna, la necesidad de pertenencia hacia un grupo que comparta los mismos intereses y motivaciones, el sometimiento instrumentalizado por las presiones de grupo…; propiciando estas variables las dinámicas de las redes terroristas a través del adoctrinamiento ideológico, la propaganda y la retribución de la lealtad hacia el líder supremo.
De acuerdo a los estudios realizados por el sociólogo Sergio García Magariño; otro de los aspectos psicosociales, que viabilizan la radicalización del comportamiento son:
“factores identitarios especialmente relevantes para aquellas personas que han sufrido cierto desarraigo: inmigrantes sin familia, personas no integradas, encarcelados, individuos procedentes de familias desestructuradas… Las células terroristas normalmente adoptan la forma de grupos pequeños, muy íntimos, cercanos a la persona que satisfacen esa necesidad de pertenencia y generan vínculos de lealtad particularmente fuertes. Además, los grupos islamistas radicales ofrecen otro sentido de pertenencia más amplio, ya que existe una identidad transnacional de supuestos muyahidines que luchan juntos por establecer la Umma, la gran mancomunidad islámica. Estas fuerzas son bastante peligrosas porque, cuando se exacerban, deshumanizan fácilmente a los otros que no son parte del grupo, facilitando el recurso a la violencia”.
Conviven, con los perfiles psicosociales del terrorismo radical y las ideologias supremacistas, otros factores comunes para la glorificación del sacrificio y la inmolación: el “lavado de cerebro” ( hostigamiento y reeducación ideológica mediante el aislamiento, la intimidación o la coerción), adoctrinamiento sistémico a través de las narrativas propagandísticas de “liberación” o “el despertar de una conciencia supranacional”, la descontextualización de textos religiosos y filosóficos, así como su re interpretación para la instrumentalización de las emociones, la construcción y eliminación del enemigo (el “otro” se estigmatiza como causa de desgracias), la instrumentalización política del racismo y la discriminación, la naturaleza de la elección de la población- objetivo (niños (as), jóvenes) en condiciones vulnerables, sin madurez cognitiva, conocimiento o educación formal, que los hacen fácilmente manipulables.
El Estado dominicano deberá realizar un seguimiento sostenido a la implementación de políticas y estrategias para la prevención, detección y combate al terrorismo, estableciendo mecanismos de participación social, para el diseño y elaboración de leyes, proyectos y programas direccionados hacia la protección y educación de niños (as) y adolescentes; cuyos marcos jurídicos ya están referenciados en la constitución de la República Dominicana, leyes sustantivas institucionales, marcos normativos transversales y convenios internacionales.
Incentivemos la educación, la cooperación, el crecimiento económico, las tecnologías, así como la cultura, las artes y las ciencias; para fortalecer el desarrollo integral de nuestros niños (as), adolescente y jóvenes del siglo XXI.
*Libro recomendado: Los Fanáticos de Max Gallo