Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, canalla es todo aquel ser ruin, despreciable, abominable. A la generación peledeista que gobernó a este país podíamos endilgarle todos estos adjetivos, con la desventaja de que nos quedaríamos cortos.
Sabíamos que la corrupción era hiperbólica, que las arcas del Estado habían estado creando una generación de canallas adinerados; pero no sabíamos que eran capaces de llegar tan lejos como hemos visto en estos últimos dos años.
Y hablan con el desparpajo de los santos inocentes; y piensan que pueden sacar ventajas a una crisis que si ellos estuvieran al mando sería mucho más grave
El caso Medusa ha colmado la capacidad de asombro de esta sociedad; es que es inverosímil el modo en que operaba este grupo de canallas, con un pobre diablo a la cabeza llamado Jean Alain Rodríguez. Y decimos pobre diablo, porque hay que ser muy pobre y muy diablo para hacer todo lo que el Ministerio Público le atribuye. Es que estamos ante un caso que Netflix debiera aprovechar para hacer una serie documental no solo sobre la corrupción pública sino sobre la locura y la ambición humana.
Esa generación canalla a la que pertenece Jean Alain Rodríguez deambula por las calles de nuestro país disfrutando de la gran vida que le granjeó el hecho de pertenecer a un conglomerado político desprovisto de la más mínima pizca de vergüenza, de honestidad y escrúpulos.
A estas alturas, podemos afirmar, sin riesgo de equivocarnos, que si esa generación canalla se hubiese dedicado a gobernar con decencia hoy tendríamos otra sociedad; pero por al contrario, nos encontramos con todo tipo de males acumulados, que han venido creciendo de la misma forma en que aumentaba la fortuna de quienes convirtieron al Estado en una empresa mafiosa; que convirtieron a nuestro país en un estercolero en el cual por dondequiera que se pisa se le ensucian los zapatos de mierda a uno. Fue que hundieron a la sociedad dominicana en una profunda crisis moral que nos tomará tiempo y sudor para superar.
Y anda, esta generación canalla, intentando retomar el poder. Quieren acabar con los males que ellos mismos crearon o ayudaron a aumentar enormemente. Y hablan con el desparpajo de los santos inocentes; y piensan que pueden sacar ventajas a una crisis que si ellos estuvieran al mando sería mucho más grave, porque esa generación canalla hubiese seguido depredando las arcas públicas en connivencia con sus camorras policiales, militares y empresariales.