Más que «un glosario político criollo de dichos y expresiones del campo a la ciudad», como subtitula José Miguel Ángel Soto Jiménez (Santiago de los Caballeros, 1956) su más reciente libro, «La fuñenda», se trata de una obra en la que convergen el análisis lingüístico de refranes, palabras, sentencias que provienen del folclor popular, muchos de los cuales corren el riesgo de perderse en el olvido por desuso, la historia, la sociología y la antropología cultural.
El autor maneja un escalpelo muy fino, de académico culto curtido en las vivencias de una trayectoria de acción, para analizar el origen y uso de términos dominicanos enraizados en la tradición y las costumbres, pero que muchos emplean sin un cabal conocimiento de su significado.
Poeta, historiador, lingüista y militar, los análisis de Soto Jiménez se enriquecen con un enfoque multidisciplinario de gran atractivo para el lector, a través de una prosa siempre amena que no decae nunca, didáctica a ratos, que va de lo culto a lo popular, de lo erudito a lo vulgar, de lo solemne a lo informal, salpicada de ejemplos siempre sugerentes y acertados.
Soto Jiménez, aunque a veces especula, por lo general reflexiona sobre sus hallazgos, y sabe acompañarse de buenos ejemplos y opiniones de los entendidos en la materia, desde Emilio Rodríguez Demorizi, historiador por antonomasia que abarcó todos los temas imaginables y al que cita con frecuencia, hasta las voces que recogen los diccionarios de términos criollos y expresiones campesinas.
Uno de los valores más sobresalientes de este novedoso libro, a mi entender, es el enfoque histórico del autor, quien revela su sólida formación y su búsqueda de un perfil de la dominicanidad y la idiosincrasia de nuestro pueblo. Hay definiciones en las que despliega todo un saber muy bien sedimentado acerca de los avatares de nuestro pueblo a lo largo de su devenir; sus luchas, sus pasiones, sus afanes de superación, sus mecanismos de defensa ante el engaño y las trampas de los poderosos. El autor maneja los hilos ocultos de muchos sucesos y episodios nacionales, y sabe contarlos con la gracia del costumbrista y la autoridad del académico.
«La fuñenda» no se queda en la enumeración pura y simple, en el ejemplo jocoso que nos hace sonreír y meditar, sino que penetra con ojo crítico en las realidades sociopolíticas del país, para desembocar en una aguda condena de sus falencias éticas, sus inveterados vicios, sus lacras insuperables, no solo de la vida civil, sino también de la política práctica y la cultura.
Este libro debería convertirse en un manual de estudio para nuestros políticos, faltos de lectura y aquejados de tantas deficiencias teóricas; para nuestros militares y policías, huérfanos de conceptos que les permitan conocer al pueblo a través de sus razonamientos y decires; y, en fin, para todo aquel que desee sumergirse en la mentalidad de las generaciones pasadas y presentes, porque muchos de los términos explicados en «La fuñenda» traspasan la barrera del tiempo para situarse en ese espacio intemporal de lo perdurable.