No le valió presentar a sus dirigentes como los gurúes de la política criolla, venderlos como los mejores estrategas de la comunicación política. Como quiera se fueron a pique. Ahora sólo les queda intentar achicar la taza de rechazo.

Pero recuperar la confianza requiere de mucho tiempo. Tiempo combinado con buenas estrategias de comunicación. Eso, precisamente, es lo que le falta a la Fuerza del Pueblo. No tiene tiempo. Cuentan, solamente, con tres años y un chin más. En ese breve espacio la FUPU tiene que ponerse a hacer su tarea. Es decir, a consumar la estructura orgánica del partido.

Con una estructura orgánica robusta podría ser pan comido lograr el objetivo de que el León vuelva a rugir. Mientras tanto, él tendrá que conformarse con maullar como si fuera un gatito.

Recuperación soñada

La Fuerza del Pueblo, un partido tan joven como viejo, se fundó en 2019, participó en las elecciones de 2020 y tuvo un buen desempeño. Pero se quedó por debajo de las expectativas que ellos crearon. Ahora se empecinan en un enfrentamiento con el gobierno a todas luces extemporáneo.

En el mejor de los casos, la agrupación política del León debió —pasadas las elecciones de 2020— emplearse a fondo en armar el engranaje organizacional. Aprovechar, además, todos los recursos conquistados en el proceso electoral.

Pero hicieron todo lo contrario. Al día siguiente de las elecciones arrancaron a hacer campaña, con el sueño de que en 2024 Leonel recuperaría la silla de alfileres. Craso error.

Para lograr el ascenso se enfocaron en un pleito de patio. El propósito fue, era y sigue siendo, heredar las hordas moradas. El maestro, líder y guía, ni siquiera imaginó que muy pronto iba a necesitar los peledeístas para poder escalar. Hacer leña del árbol caído nunca ha sido un buen consejo.

En ese ínterin les llegó el 2024 cargado de elecciones. La militancia política votó en las municipales y luego en las presidenciales. Con los resultados de estos sufragios varios pronósticos se fueron a pique, entre ellos algunos de los míos. Al León, por ejemplo, le fue excelente en números de votos.

No obstante, las elecciones no son voto solamente. Sobre todo, cuando un porcentaje de los sufragios a favor probablemente sean prestados.  Pero sobre votos prestados hablaremos en otra ocasión.

El peso específico de la acumulación de votos en unas elecciones depende de que el partido beneficiario hiciera bien su tarea para aprovechar los resultados. Y se derivará también de lo que hagan después de las elecciones.

Partiendo de lo anterior, la Fuerza del Pueblo se alzó con el segundo lugar a nivel presidencial en las elecciones pasadas. Logró un aproximado de 27% de los sufragios. A sabiendas de que fue el partido más votado después del PRM. Teniendo claro que desplazó del segundo puesto al PLD —el partido más fuerte a nivel de estructura. El porcentaje logrado resulta importantísimo.

Ahora bien, si se parte de que los leonelistas apostaron a todo o nada. Que vendieron la idea de una segunda vuelta y que en el ballotage el León recuperaría la melena perdida en el 2012. Que los resultados finales dicen que el PRM ganó las elecciones mucho a poquito, con cerca del 60%, que dobló a la FUPU en cantidad votos y porcentaje.

En un escenario como el anterior, el expresidente Leonel Fernández debería estar proponiendo —a estas alturas— una evaluación a profundidad del proceso electoral. En vez de estar haciendo oposición extemporánea, deberían estar trabajando en la organización del proceso evaluativo.

En otra vertiente, deberían organizar un congreso interno. Un congreso para trazar las líneas de construcción de las estructuras del partido. Por el contrario, parece que están repitiendo lo mismo del 2020, le darán de lado a la tarea fundamental.

Pero es que el tres veces presidente no coje cabeza. Leonel se contenta con triunfos inflados con helio, un gas noble que no intoxica, pero asfixia.

Leonel Fernández, y por derivación la débil Fuerza del Pueblo y sus líderes deberían ponerse en lo suyo. En caso contrario, que se olviden del 2028.