Las  crisis financieras, sanitarias y bélicas desnudan con violencia al ser humano; devolviendolos  a la consciencia de su  fragilidad  y a la insignificancia de la existencia. El hombre se vuelve vulnerable como un perro asustado.

El coronavirus  es un ejemplo  didáctico de esta vivencia   y un reto para la ciencia,  la cual se ha encontrado con una pandemia sin precedentes y con muchas incertidumbres aún por resolver. Esta ha hecho aflorar a nivel global y  con toda su  aspereza  los sistemas   económicos y sociales basados en la desigualdad y la pobreza.  

Las guerras y las pandemias se convierten en crisis con consecuencias que afectan los pilares de los sistemas socioeconómicos. Decenas de campos de estudios y expertos en psicología social intentan vaticinar el futuro, los efectos secundarios,  las disparidades socioeconómicas y de salud físico-mental que pueden poner en peligro el bienestar democrático, la gobernanza civil, la cohesión social, las actitudes democráticas, el apoyo a partidos extremistas, la participación política y la confianza en las instituciones.

El lenguaje de los nuevos medios de comunicación y la tecnología de Silicon Valley han colocado al hombre postmoderno en un  utópico lugar de poder e invencibilidad los cuales se han  asentado en la memoria colectiva durante décadas,  permitiendo crear una falacia sobre la eternidad de la vida.

Para el filósofo Javier Gomá el ser humano tiene una desproporcionada fragilidad que  «Siempre habíamos sabido que la persona individual, hombre o mujer, está expuesta a peligros que pueden hacerla desaparecer en un soplo. Como dicen los dioses griegos, somos hojas caídas de un árbol en otoño que arrastra cualquier viento y desaparecen. Lo nuevo reside, tras la pandemia, en la fragilidad, que se ha hecho desnuda, de la humanidad en su conjunto», apunta. Y añade: «El hombre es precario, pero la especie humana, se decía, estaba destinada a la eternidad, a la realización del superhombre. Se nos prometía dar un salto en la evolución y convertirnos, si no en dioses, sí en semidioses. Ahora, en cambio, vemos a la humanidad como una especie en peligro de extinción, una especie protegida».

En tal sentido, es necesario recordar  que la especie humana  como cualquier otra especie es vulnerable.  El derecho que tenemos de ser frágiles puede llevarnos a plantearnos una nueva consciencia ante  la pérdida, el dolor, el sufrimiento y la muerte; plantearnos  la reconstrucción de un sistema económico y social  basado en la justicia y la equidad,  fomentando   el cuidado psicológico y espiritual  a través  de  una red de contención que nos sane y nos cure  ante eventos de pérdida y dolor debido a nuestra constitución radicalmente frágil de persona humana.