Ayer en una conversación casual donde varias partes argumentaban diferentes puntos de vista, incluyéndome, me tocó defender el mío bajo la proclama de “soy una persona justa”, a lo que uno de los presentes respondió: – Pues entonces eres feliz, porque hay una frase de nuestro patricio Juan Pablo Duarte que reza…”Sed justos lo primero si queréis ser felices”.  De lo anterior dicho, las palabras felicidad y justicia quedaron gravitando en mi cabeza.

Si bien estos conceptos que están relacionados a emociones, sentimientos y perspectivas que los hacen ser subjetivos, personalmente no considero que ser justo te convierta en alguien feliz en un mundo como en el que hoy vivimos. Ser justo, te puede dar paz en el corazón, dormir con una consciencia tranquila, sentir que estas cumpliendo con Dios como buen cristiano o con la fuerza espiritual positiva con la que usted comulgue.

Los griegos padres de la filosofía, Platón, Aristóteles y Sócrates, bien discurrieron sobre la justicia como virtud. Platón estableció que el alma justa y el hombre justo vivirán bien con dicha y felicidad, siendo el injusto infeliz y desgraciado. Aristóteles desde su óptica vio la justicia como una de las virtudes más completas, importantes y admirables, siendo el vértice de otras como la prudencia, fortaleza y temperancia. La justicia según Sócrates está asociada a los hechos, al conocimiento y finalmente a la verdad, y la justicia como virtud debe llevar a la perfección moral del individuo. ¿Será acaso esa perfección, parte de la felicidad?

Ciertamente quienes practican la injusticia con consciencia, es decir, con premeditación y alevosía como dirían los abogados, hacen infelices a otros y se convierten en seres malvados, degradándose y deshumanizándose frente a sus pares en este plano y espiritualmente frente a la divinidad. Retomo mi cuestionante, ¿podemos los justos ser felices en un mundo tan convulso?; hoy donde las personas parecen vivir en cuerpos sin almas, donde el fin justifica los medios, donde es un quítate tu al costo que sea para ponerme yo, donde no hay amor, no hay respeto, no hay gratitud, ¿Puede un alma justa experimentar la felicidad teniendo que tolerar tantas situaciones mezquinas, aun así practique la justicia? Para los que creemos en Cristo y en la Biblia o sagradas escrituras, la justicia es una ley divina inmutable que nos hace responsable de las acciones buenas y malas que ejecutamos en este mundo, recibiendo bendiciones cuando obedecemos los mandamientos aun así fuésemos objeto de las maldades de otros. Es como el karma y el dharma en el que creen los budistas y otras religiones orientales, donde el karma te hace regresar a ti lo que envías a otros, y el dharma es la protección que recibes por tus buenas acciones. Yo lo resumo en lo que siembras, cosechas. Esto también lo dice la Biblia. Causa y efecto.

Si los justos servimos con amor a los demás, y sin miramientos egoístas, es probable que en alguna parte del camino, a pesar de las innobles acciones a las que estemos expuestos, logremos la felicidad, la plenitud, la sonrisa del alma, más allá de la paz de una consciencia tranquila.