En esta semana, Altagracia Salazar, en su programa de YouTube, mostraba la foto de una de sus seguidoras en que aparecía con una blusa de unas mangas, no largas, pero no de hombritos y que no la dejaron entrar al Hospital Ney Arias Lora. Parece que si alguien se enferma debe de buscar una blusa mangas largas para poder ser atendida.

Hace muchos años, mi hijo y yo fuimos a la Suprema Corte de Justicia a buscar unos papeles de una sentencia de mi casa, para poder poner el título a mi propiedad. Tuve tan mala suerte de que fui con una blusa sin mangas y no me dejaron pasar, pero el portero muy acostumbrado a esa situación, tenía un trapo que prestaba para que se pudiera entrar.

Contaba la misma Altagracia que en una ocasión ella fue al Congreso con una blusa sin mangas y la detuvieron en la puerta, tampoco pudo entrar.

Cuenta mi amiga Idalia que hace muchos años ella fue a una escuela de Villa Mella a buscar unos papeles, su trabajo quedaba al otro extremo, tuvo que pedir permiso y al llegar a dicha escuela la fila era inmensa para buscar el documento, cuando llegó su turno no la dejaron pasar porque estaba sin mangas. Se quedó rondando y salió una empleada con unos pantalones blancos transparentes, ella reclamó porque parece que las reglas eran para los visitantes.

En otra oportunidad fueron ella y su hija al Distrito y no pudieron subir donde la directora, que había sido compañera de ellas, porque no tenían blusas con mangas.

En la Catedral, por lo menos, cuando yo salía, nadie podía entrar con pantalones tipo bermudas, ni blusas sin mangas. Suerte que a alguien se le ocurrió poner su negocio de alquiler de faldas y chaquetas. No entiendo, porque ni en Notre Dame en París, ni en ninguna iglesia de Madrid, Santiago de Chile, Buenos Aires, ni San Patricio en Nueva York, andan acechando a la gente para darle paso según el tipo de ropa que tengan. Creo que lo único que restringen es el uso de shorts y blusitas con escotes pronunciados o tiritas, esto porque se trata de un recinto sagrado.

Pero lo último me sucedió este jueves pasado. Detrás de mi casa está la escuela Padre Billini en San Miguel, Zona Colonial. El parqueo de mi casa no lo respetan muchas veces ni las profesoras, ni los padres que van a esa escuela, ni los funcionarios del Ministerio de Educación dejando su carro todo el tiempo que les parezca. Cuando mis hijos llegan no tienen dónde dejar sus carros. El parqueo está ocupado.

Toda persona educada llama a mi casa, pide permiso y me dice en dónde va a estar por si llegan mis hijos. No tengo ningún problema.

Ese día venían a traerme un material de construcción y como necesitaba el espacio fui a la escuela, los porteros me dijeron que buscarían a la dueña, pero no se movían, les dije que me dejaran pasar, como estaba en mi casa mi ropa era unas bermudas y un suéter sin manga, por lo que no era posible que pasara, fui a la casa, me puse una falda larga y una blusa con mangas al codo, habían cerrado la puerta, toqué y fui a la dirección, que dicho sea de paso, la directora no se identificó, pues había un grupo de maestras en “chercha”, le planteé la situación y le pedí que por favor le comunicara a todo su personal  que buscaran otro parqueo.

La dueña de la linda yipeta que estaba parqueada en la puerta de mi casa, ni siquiera por educación me miró a la cara, ni pidió excusas, además de estar con unos pantalones de jean que más ajustados no podían estar. He sentido pena, porque si así son las personas que están formando a nuestros niños, diré como decía el Padre Avelino, “Que Dios nos coja confesados”