Érase un país de los sueños en donde el arte de decir mucho y hacer poco se convirtió en una norma, y no estamos pensando en un país en donde nació un famoso pintor de origen español, que transcendió en todo el mundo y cuya obra principal fue el cuadro la Guernica: Pablo Picasso.

Estamos hablando de un país de 48 mil kilómetros cuadrados que hace frontera con el país mas pobre de las Américas y que sus habitantes a pesar de todas las dificultades entre ellas pandemias, guerras pandemias, crisis económicas y malas gestiones gubernamentales, tiene una capacidad insospechable para reponerse, a lo que algunos especialistas le suelen llamar resiliencia, pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, la tolerancia tiene su límite.

Nos referimos a un país cuyo gobierno del momento produce una gran emoción al dejar iniciadas obras, miles de picazos y hasta palasos, y ahí mismo le pone plazo para su inauguración, pero dos años después, al comparar lo realizado y lo soñado se produce un gran trecho y la desesperanza se hace creciente de quienes soñaban en que tendrían pronto una infraestructura que es una prioridad para ellos.

Las promesas de mejorías seguían y seguían haciendo, mientras las personas del pueblo común (llamados en un término de moda actual wawasa) no entendían porque se producía este déficit, porque si se decía que había tanta inversión cuando iban donde se decía que se estaban haciendo cosas, no se encontraban como se lo habían dicho unos personajes, por todos los medios posibles, que día a día y cada hora y hasta minuto, le anunciaban de esas infinitas inversiones que el gran protector del país estaba realizando.

Pero un señor, que en el barrio le dicen Guiguito, que estaba siempre pendiente a las noticias, para saber si algo positivo para el se anunciaba pensaba, -pero ahora yo estoy confundido, yo no entiendo, porque mientras gente del gobierno y afines dicen que las cosas están mejorando ayer fui a comprar una funda de cemento para  reparar el piso de mi casita y esta hace dos años me costaba en la ferretería 315 pesos y ahora pague 470 pesos, como era una persona informadas por las noticias que no se las perdía cada día.

También Guiguito se enteró que la materia prima principal que se utiliza para la fabricación de cemento, no se produce en Ucrania ni Rusia, sino en terrenos que eran del CEA (del Estado) y que los dueños de las cementeras los han arrendado a precios de vaca muerta, para extraer todo ese material y producir todo ese cemento que a los nuevos precios les produce una bonanza que nunca se soñaron iban a obtener en tan poco tiempo.

Entre picazo y picazo, los productores de arroz estaban con el grito al cielo, ya los molineros no le estaban recibiendo el arroz, se preguntaban y entonces que pasó con el programa de pignoración del arroz que le había garantizado durante más de 18 años  el productor le recibían en las factorías todo el arroz que producían (garantizado por un financiamiento a bajos intereses del banco del Estado) y el que no se consumía en el país se exportaba.  Se seguían preguntando qué pasó con los funcionarios del gobierno responsables del control entre producción y comercialización, para garantizar estabilidad en los precios a como se le compraba al productor y a como se le vendía al consumidor. Los productores estaban asustados por lo que presentían, por su experiencia, lo que iba a suceder.

Mientras todo esto sucedía los funcionarios acompañaban al mandamás del país, recorriendo sus 48 mil kilómetros cuadrados en intensas jornadas de picazos, palasos y muchas promesas de que lo mejor estaba por llegar.