La izquierda es la única opción política saludable que le queda al pueblo dominicano. Una alternativa impregnada en su corazón, pero sus lazos umbilicales son muy mal manejados. Las preciosas oportunidades, que ha tenido, se desperdiciaron por no comprender ni ir acorde con el ritmo histórico. El que no aprende a enfrentar las dificultades, no logra aprovechar la coyuntura que vive, en cambio, permanente.
La resiliencia es la capacidad para adaptarse a las situaciones desfavorables con resultados beneficiosos; resistir a los vaivenes de las debilidades intrínsecas, pero venciendo los obstáculos que impiden alcanzar el éxito. Desde la década de 1960 la izquierda dominicana vive contrariada ante una realidad que no logra conectarse, con ella, para incorporarse en el carril, hacia el poder.
No es una, son varias oportunidades desaprovechadas para colocarse en el tablero político de la sociedad y jugar su papel protagónico en el devenir histórico. El gran problema de la izquierda, es desconocer o ignorar la etapa democrática del sistema capitalista, por consiguiente, dándole la espalda a los procesos electorales: preparándose para la insurrección armada, o, porque las elecciones son amañadas, contaminadas por la oligarquía y el poder norteamericano.
Es preciso destacar el papel estelar desempeñado por la izquierda en la Revolución de Abril de 1965. Sus objetivos eran, el regreso a la presidencia de la República del profesor Juan Bosch, derrocado el 25 de septiembre de 1963, y vuelta a la constitucionalidad, con la puesta en vigencia de la Carta Sustantiva de 1963. La grosera intervención militar norteamericana, para impedir el proceso democrático, fue enfrentado por un pueblo en armas, ocupando sus primeras filas, mujeres y hombres de izquierda.
En dictadura o en “democracia”, la clase o grupo social dominante imponen su voluntad, estoy claro en eso. Pero las oportunidades no son iguales, y los métodos de luchas, también son distintos. La “apertura democrática” que registra América Latina y el Caribe, es aprovechada con inteligencia y creatividad por la izquierda de la región, con triunfos electorales y la instalación de gobiernos progresistas.
Esa izquierda hermana ha sabido reconocer sus limitaciones al enfocar su realidad objetiva y han comprendido la importancia de la participación electoral, y hacer los esfuerzos sobrenaturales para vencer la división y dispersión. Pero su grandeza reside en admitir, enhorabuena, la etapa democrática del capitalismo; participando en las elecciones, diferenciándose de la derecha y ultraderecha.
La izquierda es muy diversa en la región, y en nuestro país también. Esa diversidad en ellos no ha impedido concentrarse en un proyecto unitario y enfrentar los desafíos del momento. La nuestra, conociendo sus limitaciones, no son capaces de ponerse de acuerdo, hasta ahora, para avanzar en un ambiente desfavorable, dominado, en sus varias vertientes, por el conservadurismo y políticos corruptos.
La izquierda nuestra avanza, a pasito lento. Hay que ser muy mezquino para no reconocer los avances que ha experimentado. Por lo menos, participan unidos en luchas sociales, ambientales y populares; y una parte de ella admite la importancia de aprovechar la etapa democrática, participando en los procesos electorales. No se ha avanzado en la posición de tener una izquierda de bolsillo, es decir, el espíritu de parcela. Un lastre que le impide avanzar hacia el poder.
Ser resiliente, la izquierda, es avanzar en conjunto, reconociendo, entre otras cosas, que la división y la dispersión nos lleva al derricadero. Hay que vencer, sin dejar de caminar por el sendero correcto, las adversidades, sin perder el optimismo y la confianza que el presente y el futuro, nos pertenece.